jueves, 26 de junio de 2014

Ciudadanía decidiendo

La Muestra de Cine de Lavapiés nos aproxima al cine post15M

Jueves 26 de junio de 2014. Muestra de Cine de Lavapiés. Colegio Público Emilia Pardo Bazán. Madrid

Fechas de la 11ª Muestra de Cine de Lavapiés
Logotipo y fechas de la 11ª Muestra de Cine de Lavapiés
Siempre que hay quien busca el espacio común, lo colectivo, aparece alguien que piensa en individual. El yo-comprador con el que nos invade la televisión y la vida se asentó. Nos gobierna. Nos dice que el bien propio es lo que debemos buscar, dejando en el camino al otro, a quien iba a nuestro lado. ¡Cómo si el egoísmo nos hiciera mejores personas! ¡Cómo si hubiéramos dejado de ser una sociedad! La cultura es el antídoto a esa infección. Abrir las puertas de lo cultural a la ciudadanía es un derecho y, por tanto, una obligación de los poderes públicos. Pero cuando fallan, cuando se hacen los ausentes, cuando hablan de números y dicen que no se puede, son los vecinos y las vecinas quienes toman las riendas en nuestros barrios. Debemos ser combativos como lo es la Muestra de Cine de Lavapiés y recuperar los espacios públicos para la ciudadanía.

El cine en compañía adquiere otra dimensión, la que solo se consigue compartiendo con los demás, la que produce lo colectivo. La noche en el patio del colegio se llenó de posibilidades. Tocaba un cine nuevo, que viene detrás del 15-M y que anuncia cambios en la forma de mirar, de sentir y de organizar. Un cine participativo.

Hotel Madrid. Teatro Albéniz, de Eugenio Castro, es una pieza inclasificable. A veces es necesario romper el lenguaje porque se ha quedado encorsetado. La realidad viaja más rápido que las estructuras con las que ésta se cuenta. Una cámara mira despacio el interior del edificio vacío del Hotel Madrid. Se detiene en los detalles, esos objetos abandonados tras el desalojo de la okupación. En ellos se puede inventar una historia, un recuerdo; pero por mucho que se miren no dicen nada, están callados. El aire pesa porque entramos en el espacio fantasmagórico de lo que tuvo alma y la perdió. El tiempo se detuvo, todo se quedó en potencia. Avanza Eugenio con su espeleología subterránea por los pasillos del hotel mientras escuchamos sus palabras; a veces con más sentido, otras con menos. Son textos extraídos de dos libretos encontrados en el Teatro Albéniz mediante una técnica de selección de palabras y tachado. Cuando la cámara se traslada al Teatro Albéniz nos duele aún más el abandono, la inutilidad en la que se convierte lo más útil por una decisión especulativa. Ese abandono premeditado refleja la ignominia a la que someten nuestros políticos al pueblo. El paseo sigue y sin embargo, este segundo viaje ya está contado en el primero. No hay nada nuevo. La misma soledad, el mismo silencio, la misma muerte sentenciada en dos espacios diferentes. Hotel Madrid. Teatro Albéniz se hace largo como experimento. Es un simple punto sobre una pantalla para dejar volar la cabeza. No es lo que enseña, sino lo que uno quiera ver y construir.

Cartel de la película Tres instantes, un grito
Cartel de la película Tres instantes, un grito
Por su parte, Cecilia Barriga en Tres instantes, un grito busca hacerle un retrato a la indignación. Ella se calla, se limita a estar presente con su cámara y registrar la realidad, sin intervenir. Su decisión es la de ser el ojo. Pero eso no significa que se trate de un documento objetivo, pues hay una selección en las imágenes que forman el documental que sí es subjetiva e incluso descompensada. Lo anecdótico tiene el mismo peso que aquello que es decisivo y articula el movimiento. Quizá el criterio seleccione aquellas imágenes que sean las más representativas de una diferencia intrínseca que sin embargo converge porque necesita una respuesta. O simplemente nos quiera transmitir el sentimiento latente de cada uno de los momentos, algo que sí consigue. El viaje que nos promete funciona. El espectador se siente trasladado, partícipe.

La verdad es que, a pesar del título, ninguno de los tres instantes repiten grito. Lo reconoce la propia autora en la sinopsis de la película: «En Madrid se Toma La Plaza en la Puerta del Sol al grito de ¡Que no, que no nos representan, que no!, en Nueva York en Occupy Wall Street se canta al son de ¡Somos el 99%!, y en Santiago de Chile se Toma el Colegio, los estudiantes después de siete meses de ocupación entregan sus colegios bajo el grito de ¡La educación chilena no se vende, se defiende!». Así es, la indignación ciudadana no es igual en estos casos, tiene un carácter cultural. Nuestro 15-M habla desde el nosotros. Sin embargo, la mayoría de las historias que se cuentan en la ocupación de Nueva York comienzan por un enorme «yo». En realidad, a pesar de ese intento de marcarlos como similares, lo que más se percibe son sus diferencias. Son tres formas distintas de enfrentarse al poder pacíficamente para cambiar el sistema. Es el capitalismo contra el que se lucha en los tres ejemplos lo común. Pero ese no sale en la película.

El documental se divide en tres partes de parecida duración, una para cada uno de los instantes. La parte del 15M juega a que hagamos un viaje por la memoria, que nos identifiquemos, que nos busquemos en la imágenes, que recordemos lo que fue y lo que compartimos. Sin embargo, viéndolo la cabeza se me iba, veía rostros en la pantalla y no podía hacer otra cosa que pensar que será de ellos dentro de veinte años, dónde estarán entonces sus ideas, ¿se mantendrán? El de Wall Street es divertido, con mucho espectáculo, mucho artista solidario, mucho canto y mucho individuo descolocado con su propia historia y su rollo. Me interesa especialmente la parte de La Toma chilena porque me gusta la rebeldía de latinoamérica, la ingenuidad de que todo se puede cambiar con coraje y acción.

Leo que la autora siente fascinación por las derivas espontáneas de una ciudadanía global e indignada. Siento la misma fascinación, pero no comparto la idea de espontaneidad. Cada estallido tiene causa y unos precedentes que lo detonan. Hay una historia pasada, un aprendizaje y una formación que nos prepara para ese momento de madurez que se debe aprovechar. No surgen del aire y sí tienen un carácter político de mejora social, de inconformismo. Algo que a menudo se nos olvida. Antes del 15M ya había activistas en la calle. Si miramos con detalle vemos que en los tres casos la espontaneidad surge de los movimientos estudiantiles. En los tres instantes predomina un deseo de una democracia verdadera. En los tres instantes lo que manda es la horizontalidad, el debatir para convencer y el consenso. Son tres ejemplos de ciudadanía decidiendo. Ya lo hacían los griegos sentados en una roca. Nosotros solo teníamos amnesia y además también hemos pecado de ser un poco descuidados con nuestras cosas.

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