martes, 23 de diciembre de 2014

El acordeonista feliz


Ilustración: Artsenal
Ilustración: Artsenal
Me siento triste en esta hermosa tarde de verano. Nada me va bien desde hace algún tiempo, así que no tengo otra cosa que hacer más que deambular por las calles de Madrid, intentando darle vueltas al remolino que se me ha ido liando en la cabeza, conformándome con despejar esta congoja en ciernes. Llego al Palacio Real esperando confundirme con los turistas que miran de un lado para otro. Sentado sobre el bordillo, un hombre toca un acordeón; discurre su mirada perdida en el firmamento con cada nota que las manos van insuflando al instrumento mientras en la boca dibuja una sonrisa imprecisa y cautivadora. Frente a él presenta un manto arrugado y mal doblado sobre el que algunos viandantes han ido dejado pequeñas monedas. No son muchas, pero al hombre parece no inquietarle su suerte, aparenta resultarle suficiente el sonido vibrante de la música para ser feliz, su disfrute de la vida por el simple hecho de estar allí en aquel momento tocando. Aunque el sol sigue brillando, comienzan a caer unas primeras gotas que al tocar la piel de las personas se evaporan por arte de magia que algunos llaman leyes físicas. No llega al minuto la duración de tan tenue lluvia, como agua de rocío, pero hay quien abrió su paraguas y quien corrió para refugiarse en alguna de las cafeterías que tanto abundan por la zona. El acordeonista, que no se detuvo un instante, sonríe, inmune a la lluvia de antes y a la nueva paleta de colores que se dibuja ahora en el cielo para mostrar el arco iris. Absorto en su quehacer, distraído de lo exterior, empuja con gestos de cabeza cada uno de las notas y golpea con el pie sobre el suelo cada vez que el fuelle se encuentra totalmente estirado como señal para que su mano izquierda comience a recogerlo. La canción llega a su fin y decido proseguir caminando en mi lento paseo. Mientras pienso en el rumbo que tomar, cruzo por delante del hombre para dejarle unos céntimos. No me mira, se entretiene sacando brillo con un paño a las teclas. No he dado dos pasos cuando percibo las primeras notas de «Bella Ciao». Me giro y le veo desde el otro perfil. Es de nuevo su mano izquierda a la que sigo, viéndole pulsar con precisión sobre la botonera de los bajos, saltando de los contrabajos a los acordes mayores. Los dedos suben y bajan y entre su movimiento y el sonido de la música me siento absorto. Miro su rostro y veo esa sonrisa persistente y personal. Me doy cuenta de que le envidio y sé que no tiene sentido, que su vida es más dura que la mía.

Al terminar aplaudo, mientras el resto del mundo me mira extrañado. Con un ligero movimiento de cabeza él me da las gracias para empezar a continuación la ceremonia de la recogida. El acordeonista apoya el instrumento sobre las rodillas para descolgar las correas de sostén, es en ese momento que decide detenerse, descansar y mirar el quehacer de los transeúntes. Su acordeón es de un color dorado, de un peso indefinido porque desde mi distancia parece mucho, pero el hombre lo maneja con demasiada facilidad. Pasa su mano sobre el lomo de la caja del lado del piano y detiene el dedo índice sobre la letra «s» de la palabra «estrella». La vida continúa alrededor con las prisas cotidianas, y sin embargo él sigue embelesado acariciando los motivos geométricos del instrumento mientras pasa el tiempo, tomando aire. Cuando se ha cansado de observar, se asegura de que el fuelle esté recogido del todo para pasarle después la pequeña trabilla de cierre. Lo guarda con delicadeza dentro de la funda y es entonces que lo apoya contra el suelo para recoger su ganancia del manto. Lo cuenta con cierta dificultad, tal vez haciendo sus números de hasta dónde puede alcanzarle con esa cantidad que no parece suficiente para nada. El manto lo esconde dentro de la funda. Después se levanta y emprende su camino. Sin saber muy bien porqué, le sigo.

Pasan cuarenta minutos cuando pienso que tal vez me he equivocado, que aquello no tiene sentido. El paisaje ha cambiado y cruzo calles que desconozco.

A la hora y cuarto me siento perdido del todo, podría decir que me encuentro en una de las barriadas del sur de la ciudad, pero ni siquiera sabría decir en cuál de ellas. Debo tomar una determinación, siento que apenas queda ya una hora de luz y aquello ha dejado de tener sentido, me repito. Pero aun así no me decido a dejarlo. Quiero saber el secreto que guarda, ese rasgo de felicidad que he visto en él y que sin embargo me intriga, pues imagino que su vida debe estar en el otro extremo de lo «confortable», llena de estrecheces, agobios y dificultades porque nadie pide dinero en las calles por placer.

Por fortuna para mí, el acordeonista se detiene, enfila hacia el bar que tiene enfrente. No hay otros clientes, así que me apoyo en la barra, un tanto alejado del músico, pero desde donde puedo seguir sus movimientos sin apenas disimular. Pide un bocadillo de tortilla caliente. Yo, un café cargado y sin leche. El camarero entra en la cocina a preparar la tortilla en ese momento. Nos quedamos solos. Sobre la barra mueve sus dedos, como si todavía siguiera tocando y en sus labios se dibujan las palabras que solo pronuncia en su interior. Creo distinguir los versos finales de «Bella Ciao». Siento curiosidad, pero no me atrevo a preguntarle su historia, me conformo con rumiar la mía. Llega el bocadillo envuelto en papel de aluminio y el hombre saca sus monedas, las cuenta despacio, rebusca alguna más y, cuando las encuentra, se las entrega al camarero. Acelero para tomar de un sorbo el café que apenas he probado. Mientras sale yo dejo unas monedas sobre la barra y voy tras él.

Pienso que me quedará una larga caminata, pero lo asumo. Me equivoco, esta vez solo cruzamos hasta la plaza y allí entra en un portal. Me siento en un banco, me quedo pensando, sin ganas de hacer nada, agobiado por la ardua tarea de tener que regresar. Miro hacia la fachada para darme fuerzas. En el primero las ventanas están abiertas. Se ve a una niña sentada en una silla de ruedas escribiendo, me imagino que haciendo sus deberes escolares. Levanta la cabeza y saluda al hombre que yo había estado siguiendo. Le dice algo, tal vez «Hola papá». Él se acerca y la besa. Con ternura le acaricia la melena y le hace preguntas sobre cómo ha pasado ella el día. Son rutinarias, pero aún así se ve que escucha con interés las respuestas. Le da el bocadillo y la muchacha lo desenvuelve con ganas. Se intercambian otro par de frases. Ella arranca el pico del bocadillo y se lo da a su padre, quizá porque no le gusta o quizá porque intuya que no ha comido mucho durante el día. Comen rápido para después seguir hablando. Me doy cuenta de que se ha hecho de noche cuando encienden la luz en la casa. «Es tarde», me imagino que le dice el hombre como una manera de preparar la despedida, de indicarle que el día se acabó y que en el de mañana a ella le tocará volver a clase a estudiar. Supongo que mientras habla pensará en que cuando amanezca a él le tocará volver a poner el mismo empeño, la misma ilusión contagiosa que le mantiene en pie. Le da un beso en la frente y la lleva a la habitación. Debería irme, pero espero sin saber muy bien a qué. El hombre vuelve, enciende la radio. Hablan de política, de los números que empiezan a ser positivos. Decretan que la crisis se ha acabado por la simpleza de que el gobierno así lo ha decidido. Me imagino que el acordeonista piensa que es absurdo lo que escucha, que él debe vivir en otro lugar, que nada de eso que dicen en la radio tiene que ver con su vida. Sabe que está excluido, que ni siquiera cuenta para las estadísticas pues le anotan al margen, en esa economía sumergida que «es el mayor enemigo del país». Para él no habrá mejoría, ni siquiera perspectivas de un empleo de verdad. Le suena vacío lo que escucha.

No dice nada, soy yo quien pone mis palabras en su cabeza. Él ha sacado su acordeón de la funda, lo desmonta y va dejando las piezas sobre la mesa. La radio sigue contando «sus verdades» mientras el acordeonista feliz va limando los pitos.

Me voy, le dejo con su dignidad a la que ningún sufrimiento le ha hecho mella. Le miro con nostalgia pensando en esa felicidad que no entiendo.

Revista Gurb

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Una conversación de mus entre la grande y la chica


Ilustración: Artsenal
Ilustración: Artsenal
–Mus

–No hay mus, porque no me da la gana.

–Ya estamos, cortándolo todo. ¡Que no nos dejas ni respirar!

–A grande, paso.

–Que lo diga mi compañero.

–Envido.

–Dos más.

–Se ve.

–Y de lo de Pablo Iglesias, ¿qué me dices?

–Que ni tanto, ni tan calvo.

–Explícate un poco más, Marcos.

–Ni es dios, ni el diablo. ¡Qué ya se verá! Parece «colorao» y eso me gusta. Pero que esto cambie si saca algo está por ver.

–Venga, venga. Dice el «coletas» que su referente es Chávez. Así que si gana, aquí se monta una Venezuela. Te lo digo yo. Y todos a ser pobres. A pegarnos cuatro tiros.

–No simplifiques, Juan. Lo de Venezuela es una revolución del pueblo, el motor de cambio de una nueva Latinoamérica que está poniendo punto final a un modelo oligarca de opresión. Se han liberado del capitalismo yanqui y lo están haciendo con un nuevo modelo, más social, de igual a igual.

–Una dictadura, o no lees la prensa, eso es lo que es.

–Pero qué dices, si votan más que nosotros.

–Ya, pero todo amañado.

–Pues a mí, a quien me recuerda es a Felipe González. Tan guapetón, con tanta labia, y con un mensaje fortísimo de cambio. ¡A ver quién no le vota!

–¡Hombre, Lucas, con el carisma del «Marianito», este no tiene nada que hacer!

–No sé, me da a mí que nos vamos a llevar la misma decepción que con Felipe. El poder económico lo tiene todo atado y bien atado. Aquí siguen mandando los de la «camisa vieja», como entonces.

–Pensé que lo decías por lo del marketing y la televisión, no por lo de prestidigitador.

–¿Os habéis fijado la caña que le dan ahora en la prensa?

–A mí ese rasgar de vestiduras al que estamos asistiendo, donde se nos advierte que con «Pablito» viene un infierno en el que arderemos todos y todas, me encanta. Me parece un buen síntoma. Hay muchas caretas en los partidos que tendrán que empezar a quitarse, porque las grietas del bipartidismo demuestran que el edificio de la alternancia entre la derecha y la socialdemocracia no va a sostenerse ya más.

–Mira, en eso de que necesitamos construir un edificio nuevo estoy de acuerdo contigo. No sé si pondremos ladrillos que vienen de Venezuela o estará planificando un edificio ilusionante pero irreal, como el que se negó a hacer Felipe González.

–Y tú, Mateo, ¿no tienes opinión? No has dicho nada.

–No hay perspectiva suficiente, así que todo se queda en estimaciones, sueños, ilusiones… Iglesias tiene un pasado, ha militado, nos ha enseñado su conciencia política a través de la televisión, es combativo, con punch, profesor de universidad, habla bien…

–Vamos, que te tiene enamorado.

–No tanto, pero frente al panorama que tenemos prefiero darle un margen de confianza y una oportunidad. Reconozco que me ha alegrado su irrupción, y la de Podemos, en el escenario de la «gran política» porque supone un cambio, un empezar a subir esa escalera por la que Rajoy lleva toda la legislatura obligándonos a descender, y eso, en estos momentos, me parece bastante. Los cambios son lentos, lo sé, y se tardará en ver los resultados. Lo que creo es que Pablo Iglesias no es Hugo Chávez, ni Felipe González, y ya se encargará él de hacer su propio camino con tiempo. No sé si traerá un cambio o no, y si se produce tampoco sé si será pequeño o grande, pero de momento me da unas esperanzas que ya creía haber perdido.

–¡Buah! ¡Ya se nos puso sentimental! Habrá que seguir con la partida. A chica, órdago.

–Jugador de chica, perdedor de mus.

Revista Gurb

lunes, 24 de noviembre de 2014

La justicia y John Wayne


Ilustración: Artsenal
Ilustración: Artsenal
Cuando me hablan de justicia siempre imagino a John Wayne subido a un caballo. Alguien le cuenta la injusticia que le toca. Wayne le mira con esa expresión de quien está de vuelta de todo y que te hace sentir un poco estúpido. Masca una hierba y escucha con paciencia para al final soltar su discurso, decir lo que moralmente es correcto y enseñar esa línea tan clara que él ve entre el bien y el mal. Habla con palabras escritas en mayúscula, pero sin levantar el tono.

John Wayne interpreta a ese extranjero que llega a un pueblo del oeste abrasado por sus corruptelas, desequilibrado y básicamente injusto. De un vistazo sabe dónde están todos los problemas que desde dentro son imposibles de resolver. Ésa es la primera ley de la justicia: la distancia. Debemos juzgar con esa mirada del que viene de fuera, del que está de paso, del que no se va a quedar. Esa distancia nos permite reconocer lo correcto, porque lo correcto lo es siempre, lo encontremos en nuestra casa o en la ópera de Melbourne. Lo que nos pasa a menudo es que con lo cercano somos más tolerantes. Terminar disculpando al vecino es una tendencia habitual. En esos pueblos parecen todos unos cobardes, incapaces de levantarse ante la injusticia. Eso pasa cuando la justicia se sustituye por la costumbre y las costumbres las dicta el poderoso.

John Wayne es un pistolero solitario. A su personaje habitual no se le conocen mujer, ni hijos. Esa es la segunda ley: la igualdad. Como no hay lazos afectivos, las decisiones se aplican igual para unos que para otros. A todos se les juzgará por los mismos patrones, sin favoritismos y con la misma distancia.

Como el pistolero viene de fuera no suele tener intereses en el propio pueblo. Me refiero a que sus decisiones no le van a hacer ni más rico ni más pobre. Enfrentarse al cacique para que devuelva los grandes pastos a sus legítimos dueños es de justicia y no busca el beneficio propio. A esto lo podíamos llamar imparcialidad.

Decía que se enfrenta al cacique. Eso lo hace porque tiene fuerza, porque la propia justicia puede recuperar el cauce de un río si se lo propone. No hay otra firmeza mayor que la justicia cayendo a peso. Solo así se podría levantar la mano contra los que se vanaglorian de su impunidad, detenerlos, juzgarlos y encarcelarlos.

Hay otro tema que me gusta en las películas del oeste: la empatía del pistolero hacia los débiles. Enternece ver cómo el hombre bregado en mil batallas, que ha perdido la confianza en el ser humano, de pronto es capaz de dejar su frialdad y ponerse del lado de la víctima. Se trata de saber lo que siente el otro, de entenderlo. Ese conocimiento le permite posicionarse del lado de lo que es justo y ser ecuánime.

Ahora toca transitar el camino en que Wayne se desvía. Si nos da por pensar un poco, lo que vemos es que el personaje resulta ser un justiciero. Tiene coraje y un arma. Son sus balas las que dictan sentencia. No hace verdadera justicia, sino que se la toma por su mano. De niños es fácil confundirnos, pensar que necesitamos justicieros en lugar de justicia. De mayores, no se sostiene. Sabemos que la potencia de la justicia está en el cumplimiento de las leyes y que nuestra sociedad será más justa si sus leyes lo son. En nuestra mano como sociedad está tomar las decisiones correctas, responsabilizarnos de nuestras leyes y cambiar aquellas que moralmente no son sostenibles. Legislar no tiene fin, cada día hay nuevos comportamientos, métodos de delincuencia, explotación e injusticia.

Y sí, nuestro país tiene un atraso en la justicia y en la legislación. Sobre todo porque no es capaz de mostrar que todos somos iguales, porque unos pesan más que otros y porque a los delitos de los poderosos no se les aplica la misma dureza que al resto de ciudadanos medios.

Revista Gurb

martes, 18 de noviembre de 2014

¡Moncloa, dígame!


Ilustración: Artsenal
Ilustración: Artsenal
–¿Es ahí la casa del presidente del Gobierno del Reino de España?… ¿Se puede poner?… De parte de Pedro… Sí, me conoce, hemos coincidido en unas cuantas reuniones y hasta hemos comido juntos alguna que otra vez. Yo también me dedico a la política… Pues dígale que tiene una llamada, que es muy importante… Sí, para mí lo es, y para él también, seguro… Un asunto de estado, cuéntele… Sí espero…

(diez minutos después, con siete canciones tarareadas y un gin tonic premium a medias)

–Mariano, ¿no te acuerdas de mí?… ¡No!, ¡pues anda que no habremos jugado juntos al tabú con la Merkel, el Matteo y el Françoise! Ahora no podemos decir recortes, tampoco crisis, ni paro. ¡Anda que no nos reíamos ni nada!… ¿Qué no caes?… Soy Pedro Passos Coelho… Sí, precisamente como el escritor de «El alquimista»… No, no, no soy familia suya… ¿Qué no te suena mi nombre entonces?… No, el acento que tengo no es de Murcia, es portugués… Uso gafas y me peino con raya a la izquierda… ¿Ni aun así?… Mariano, soy el primer ministro de Portugal… ¿Ya me ubicas entonces aunque sea ligeramente? ¡Menos mal!… Te llamaba para una cosilla… A lo mejor te da la risa y todo. A mí la primera vez que me lo contaron mis asesores me chocó un poco, ya te aviso… Verás es que aquí nos hemos cansado de ser independientes. Eso de tener un país está muy bien, pero luego tienes que gobernarlo, que tomar decisiones, que hacer cosas, ¿qué te voy a contar que no sepas?… Eso, que es muy cansado y que como no hay dinero para tantos países, a los asesores se les ha ocurrido que la República de Portugal ingrese en el Reino de España… Como una autonomía más, eso sí tiene que ser con rango de Comunidad Histórica… ¿A ti qué te parece?… Entonces lo ves bien. Me alegro… Sí, sí, nos estamos apoyando en que venimos de un tronco común y en aquello de que en un tiempo pasado fuimos un único país… No, no, lo de pedir perdón por habernos separado en su momento no lo vamos a hacer… Sí, estamos dispuestos a admitir a vuestro Felipe como soberano… Bueno, yo no usaría eso de «una, grande y libre» en la televisión para explicarlo… Para eslóganes ya tendremos tiempo… Lo del reparto, si te parece, lo decidimos luego, ahora hay que centrarnos en dar los primeros pasos… Sí, lo primero será dar una rueda de prensa conjunta… No, no, en directo, nada de plasmas… Vale, nosotros te escribimos lo que tienes que decir… De acuerdo, sin paréntesis, ni citas, ni nada de eso… Sí, eso ya lo tenemos pensado: vamos a hacer una consulta soberanista… Sí, sí, dejar que el pueblo vote… Sí, sí, queremos tener a la ciudadanía en cuenta, que se exprese… Que sí, que no lo podemos arreglar al margen de la gente… Ya, que vosotros lo del referéndum en España no lo veis… Que no lo recoge la Constitución… Que tenéis que preguntarlo al Constitucional y que se puede hacer muy largo el asunto… ¿Se os ha ocurrido reformar la Constitución?… No, no, tan sagrada no es, que ya os pusisteis de acuerdo con lo del artículo 135… No, no tenemos prisa, somos de esos que piensan que a camino largo paso corto… ¿Me estás dando largas?, ¿pero si hace un momento me has dicho que te entusiasmaba la idea?… Ya, que te viene a la cabeza Gibraltar… No, pero esto es otra cosa… Ya sé que es algo de lío lo de unirnos, pero es una buena idea para los dos… Ya, que lo de tener que preguntar a la gente te da sarpullido… Que prefieres no hacer nada y que las cosas se arreglen solas… De acuerdo, pues lo dejamos así, cada uno con su país… Venga, otro abrazo para ti y un beso para tu mujer.

(A la memoria de Miguel Gila y que me perdone por la torpeza de tratar de sacar punta al tema de la consulta soberanista a su manera)

Revista Gurb

sábado, 15 de noviembre de 2014

El Festival de Cine Europeo de Sevilla cierra su edición número 11

Noveno día en el SEFF

Sábado 15 de noviembre de 2014. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sevilla

Se acabó esta edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla. El ambiente del último día siempre es raro, como de despedida, de hacer las cosas por última vez de lo que fue una rutina. Si nos quedamos con los números fríos, para realizar estas crónicas, atrás se han quedado más de 41 horas de cine repartidas en 23 sesiones. Ha habido de todo, pero la sensación es la de haber visto muy buen cine. Cada una de las películas ha dejado su poso, ha hecho su trabajo. Ahora lo que queda es la necesidad de seguir viendo más cine, de que haya personas que nos cuenten nuevas historias.

[Las nueva olas. «We come as friends». Hubert Sauper. Francia y Austria] Sacar un beneficio

Cartel del largometraje We come as friends
Cartel del largometraje We come as friends
Desde que salió la programación del SEFF, tenía marcada «We come as friends» como una prioridad para ver. Sentía verdadera curiosidad por la nueva película de Hubert Sauper, pues su inolvidable «La pesadilla de Darwin» es uno de los mejores documentales que he visto nunca. Reconocida la admiración por Sauper ahora tengo que confesar que he salido de la película algo decepcionado por el efecto que me produce. No sé si es porque se me escapan ideas, pero he tenido la sensación de que el director se ha conformado con darnos una visión a través de un collage troceado con pequeñas historias. Esas pinceladas deben servirnos para tomar conciencia y reflexionar.

Sudán del Sur se convirtió hace unos pocos años en el último país del mundo tras independizarse de Sudán. Le tocó empezar su historia, tomar sus decisiones y prosperar. Sauper se pregunta si lo hará con buen pie y sobre todo de dónde parte y a quién le interesa esta nueva situación. Sí, «We come as friends» es una historia de intereses. Sauper viaja en avión minúsculo y va retratando aquello con lo que se encuentra al aterrizar. El documental está lleno de extrañeza para enfrentar al espectador con los sentimientos. No hay colonialismo bueno, el hombre blanco que llega como amigo es siempre un explotador, alguien que busca sacar su beneficio. Allí están los chinos capitalistas sacando petróleo; las empresas occidentales desactivando minas antipersonas o construyendo centrales eléctricas o invirtiendo porque la tierra es gratis y la mano de obra muy barata; los misioneros texanos empeñados en civilizar a los sudaneses con biblias solares y con una necesidad imperiosa de vestir la desnudez… Es un tema de prioridades que nunca son las de los africanos, sino que vienen determinadas por un beneficio económico y que sirven para enriquecer a una pequeña casta de la población. Imponer nuestra democracia, decir que todo está solucionado porque podemos votar, porque decidimos entre todos, es la mentira que servirá para seguir expoliando las riquezas de cualquier país. Vemos muchos fundamentalistas religiosos, pero todos son occidentales. Entendemos que hay un negocio armamentístico que busca hacer crónicos los conflictos. Sabemos que las fronteras surgieron porque alguien dibujó en su momento con un dedo sobre el mapa sin haber pisado ni conocido el continente africano. Asistimos a convenciones de emprendedores que son personas a los que no les quedan escrúpulos. No es esclavitud lo que se ve, pero lo parece.

¡Qué estúpido es el ser humano que siempre piensa que sus ideas son las correctas y que los demás siempre se equivocan! ¡Qué egoísta al tratar de uniformar la moral y el pensamiento de los demás a los propios! ¡Qué vergüenza promover nuestro sistema como única posibilidad y supeditar y colonizar lo «atrasado»! ¡Qué ladrones somos con la disculpa de imponer el progreso!

[Selección EFA. «El capital humano». Paolo Virzì. Italia] El cine que le gusta al público

Cartel del largometraje El capital humano
Cartel del largometraje El capital humano
«El capital humano» es una película entretenida. Quizá sea una de las más convencionales que se ha proyectado en esta edición, al menos de las que yo he visto. Algo muy necesario en todo festival. El cine tiene que hablar de ideas, pero debe saber también tocar tierra, hacernos mirar a nuestro presente y contárnoslo. En el caso de la película de Paolo Virzì su realismo es social. Estamos divididos en clases, las altas mandan. Se cruzan, pero desde arriba no se ve lo que hay abajo y desde abajo todo queda lejos. Quizá en la juventud no hay tantas diferencias, pero al final cada mundo sigue sus reglas y tiene marcadas sus posibilidades. Las diferencias surgen desde pequeños, los problemas que nos atañen son diferentes y sus respuestas no se pueden medir con las mismas unidades. Esa diferencia entre clases no es discutible.

El capital humano, lo que podría valer lo que hacemos, es un término que utilizan los seguros para calcular indemnizaciones en accidentes, y por tanto es en realidad un intangible, el resultado de aplicar una forma matemática a nuestra vida. Nos dice lo que potencialmente valemos teniendo en cuenta nuestra educación, el trabajo que desempeñamos, la familia que tenemos… El capital humano es un término frío. Alrededor de esa idea construye Virzì una gran película, un thriller con intriga, bien estructurada, creíble y con un excelente guion que los actores y actrices bordan con sus interpretaciones.

Las sorpresas están medidas en la cinta ya que para mantener el interés es importante que la trama avance de forma gradual. Ayuda a ello esa estructura por partes y personajes, que va parcelando la historia desde una perspectiva diferente. Es la forma de poder colocarnos en distintos ambientes sin ser extraños en ninguno, de comparar y de ir entendiendo que las tragedias siempre se ceban con el más débil.

[Gala de Clausura] El arte de no hacer pesada una gala de entrega de premios

Instantáneas de la Gala de Clausura: (arriba) Ruben Óstlund y Fernand Melgar (medio) Foto de familia de los premiados en el SEFF (abajo) Maria Alexandra Lungu y Antonio de la Torre
Instantáneas de la Gala de Clausura:
(arriba) Ruben Óstlund y Fernand Melgar
(medio) Foto de familia de los premiados en el SEFF
(abajo) Maria Alexandra Lungu y Antonio de la Torre

Se está haciendo costumbre en muchos festivales que quién presenta la gala de Inauguración se encargue también de la de Clausura. Así le ha ocurrido a Antonio de la Torre. En una gala austera, el actor mezcló humor con seriedad, castellano con la autotraducción al inglés. Pero sobre se fijó un objetivo: entregar 17 premios con agilidad. Para ello explicó el protocolo y aconsejó al público «no aplaudir más de la cuenta». El objetivo lo cumplió, algo a lo que también ayudaron los escuetos discursos de los ganadores. Todos ellos breves pero sentidos. Emotivo resultó Ángel Santos («Las altas presiones») hablando de todas esas pelis que se quedan en los cajones sin ver la luz. El SEFF ayuda a que eso no pase. Exultante estaba Ruben Óstlund («Turist») con su Giraldillo de oro. Feliz y radiante la jovencita Maria Alexandra Lungu («Le Meraviglie») y también su directora Alice Rohrwacher.

Uno de los protagonistas de la gala ha sido Fernand Melgar, ese suizo que habla castellano con perfecto acento andaluz. Su cine es revolucionario, de golpe duro, seco y directo. Le gusta retratar el maltrato a los derechos humanos por parte de las sociedades más opulentas de occidente. Por eso recibía esta noche el premio Rosario Valpuesta, reconocida defensora de los más vulnerables. Al recoger el premio se acordó de su abuelo, Juan Melgar, al que no conoció, pero que en los años treinta tuvo que huir de España porque defendía la libertad y aquí no había sitio para él. Fernand Melgar subió de nuevo, esta vez para recoger el segundo premio de la sección Las Nuevas Olas y en esta ocasión dio las gracias por su valor al director del festival, José Luis Cienfuegos, al que conoció hace unos años en Gijón. Añadió que Gijón ha perdido mucho, tanto como ha ganado Sevilla. Asturias estuvo muy presente en la gala, y no solo por la opinión de Melgar, sino porque dos directores de aquella comunidad se llevaban sendos premios. Ramón Lluis Bande («Equí y n’otru tiempu») agradeció el premio Resistencias al mimo con el que festival está cuidando una película que se sabe frágil. Por su parte Marcos Merino («Remine») recordó la lucha obrera de los mineros recalcando su ejemplo y el sentido de necesidad de su espíritu combativo en nuestro presente.

Hubo tiempo para cantar un «cumpleaños feliz» o para el disparatado número musical de Música Prepost (Fran Torres y Pablo Peña) cantando «I trusted you». Son tiempos para aprender idiomas, para autoimponernos confianza, para el drama y el pesimismo. Pero no son tiempos para dejarnos vencer.

La República Cultural

«Turist», de Ruben Óstlund, triunfa en Sevilla

Palmarés del 11 Festival de Cine Europeo de Sevilla

Sábado 15 de noviembre de 2014. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sevilla

PREMIOS DE LA SECCIÓN OFICIAL

Largometrajes de la Sección Oficial premiados por el Jurado Internacional en la 11 edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla
Largometrajes de la Sección Oficial premiados por el Jurado Internacional en la 11 edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla

El Jurado Internacional de la Sección Oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla 2014, compuesto por Pelin Esmer, Nora Navas, Marcelo Panozzo, Carlos Vermut y Neil Young ha decidido otorgar los siguientes premios:

Giraldillo de oro: Turist, de Ruben Óstlund (Suecia, Dinamarca y Noruega)

Giraldillo de plata: The Kindergarten Teacher, de Nadav Lapid (Israel y Francia)

Premio especial del jurado: Le Meraviglie, de Alice Rohrwacher (Italia, Suiza y Alemania)

Premio a la mejor dirección: Mike Leigh por Mr. Turner (Reino Unido)

Premio al mejor guion: Ruben Óstlund por Turist (Suecia, Dinamarca y Noruega)

Premio a la mejor actriz: (ex aequo) Maria Alexandra Lungu por Le Meraviglie (Italia, Suiza y Alemania) y Arielle Holmes por Heaven Knows What (EE.UU. y Francia)

Premio al mejor actor: Timothy Spall por Mr. Turner (Reino Unido)

Premio al mejor dirección de fotografía: Mikhail Krichman por Leviathan (Rusia)

RESTO DE PREMIOS OFICIALES

Largometrajes del resto de las secciones premiados por los jurados en la 11 edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla
Largometrajes del resto de las secciones premiados por los jurados en la 11 edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla

Premio a la mejor película de la sección Las nueva olas: Las altas presiones, de Ángel Santos (España)

Segundo premio de la sección Las nueva olas: L'abri, de Fernand Melgar (Suiza)

Mención especial de la sección Las nueva olas: Los hongos, de Óscar Ruiz Navia (Colombia, Francia, Argentina y Alemania)

Premio a la mejor película de la sección Las nueva olas. Ficción: Remine, de Marcos Martínez Merino (España)

Premio a la mejor película de la sección Resistencias: Equí y n’otru tiempu, de Ramón Lluís Bande (España)

Premio Giraldillo Junior: Las Aventuras del Séptimo Enanito, de Harald Siepermann (Alemania)

Gran premio de público: El capital humano, de Paolo Virzí (Italia)

Premio Eurimages a la mejor coproducción europea: White God, de Kornél Mundruczó (Hungría, Alemania y Suecia)

Premio al mejor cortometraje de la sección Panorama Andaluz: Oásis, de Carmen Jiménez (España)

Mención especial de la sección Panorama Andaluz: Tres tristes tigres, de Bea Hohenleiter y Bruno Ojeda (España)

VII Premio europeo de cine Universidad de Sevilla al proyecto: El nudista, de Alejandro Philip Waudby (España)

PREMIOS NO OFICIALES

Premio Accesibilidad CESyA (Centro Español del Subtitulado y la Audiodescripción) RPD (Real Patronato de Discapacidad) - WHATSCINE: El capital humano, de Paolo Virzí (Italia)

Premio ASECAN a la mejor película de la Sección Oficial: La sapienza, de Eugène Green (Italia y Francia)

Mención especial ASECAN a la mejor película de la Sección Oficial: Mr. Turner, de Mike Leigh (Reino Unido)

Primer premio Ocaña a la libertad: Something Must Break, de Ester Martin Bergsmark (Suecia)


La República Cultural

viernes, 14 de noviembre de 2014

El buen cine da un paso al frente

Octavo día en el SEFF

Viernes 14 de noviembre de 2014. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sevilla

No todo han sido largos en el Festival, también hemos tenido la oportunidad de ver algunos cortos, unos precediendo a la película principal y otros en proyecciones estrictamente de cortometrajes. El mundo del corto, dentro del SEFF, es aún un espacio emergente y básicamente autóctono.

[Sección Oficial. «Le Meraviglie». Alice Rohrwacher. Italia, Suiza y Alemania] Un mundo que se deshace

Maria Alexandra Lungu, actriz, y Alice Rohrwacher, directora, presentando su película Le Meraviglie. Foto Toni Gutiérrez
Maria Alexandra Lungu, actriz, y Alice Rohrwacher, directora, presentando su película Le Meraviglie. Foto Toni Gutiérrez
«Le Meraviglie», en mi opinión, es la mejor película que he visto en este festival. Estoy seguro que sus imágenes seguirán en mi retina durante mucho tiempo. El cine italiano de esta nueva hornada, me ha dejado un buen sabor de boca. «Le Meraviglie» es una película hecha desde la ternura y que encierra un magnetismo muy especial, de los que es difícil describir. Habla del mundo rural, con sus ritmos y sus esclavitudes, y de crecer allí, dentro de ese ambiente tan duro. Alice Rohrwacher con su película nos hace mirar hacia un mundo natural, honesto y auténtico en peligro de extinción. En un caserón en medio de la Toscana y dentro de una familia que vive de la apicultura, Gelsomina, una niña de 14 años, empieza a hacerse preguntas sobre el mundo que le rodea y los modelos que vislumbra más lejos.

Rohrwacher empieza su rueda de prensa diciendo que no es una película autobiográfica. Reconoce que siempre dice lo mismo, pero que no le hacen mucho caso. Añade que es una película muy personal, pero eso es porque conoce muy bien a los personajes que ha retratado en ella. No cuenta su historia, pero se rodó en su mundo, el de las abejas.

Cuando le preguntan sobre las jóvenes actrices y el maravilloso trabajo que han hecho, la directora confiesa que le gustaría contarnos secretos increíbles, pero que en realidad lo único que han hecho es ensayar mucho. Alexandra, la actriz protagonistas, no conocía el mundo de la apicultura, y sin embargo ha llegado a hacer cosas con las abejas que la propia directora no sabe hacer, no sabe si ha sido de forma inconsciente o simplemente porque es una joven muy valiente. El casting supuso un proceso largo, pero cuando vio a sus actrices, las reconoció de inmediato.

La directora ha vuelto a esa región después de haber estado mucho tiempo fuera. Ahora hay monocultivos, muchos extranjeros que compran casas y una sensación de estar dentro de un parque temático. Lo que ha visto es que todo aquello que aún no se ha destruido se está intentando transformar en un museo de las bonitas tradiciones. Cuando se reestructura con ese objetivo, significa quedarse en un estrato y destruir todo lo anterior y lo posterior. Nuestras casas no eran así, tenían diferentes estratos, restos de todos aquellos por los que se ha ido pasando. La familia retratada en la película es verdadera.

Al interrogarla sobre el final, explica que la historia va hasta el momento en que la protagonista tiene capacidad de mirar su mundo con ternura y ya sin severidad. En realidad es una manera de decirle que toda la angustia, el caos, las montañas altísimas y la dureza de esa vida, pasará. Dice que ha tratado de no subrayar, sino de que sea el espectador quien tome percepciones sin que éstas sean evidentes. La película es el espacio del espectador. Podemos intuir en ese final que los cazadores se han ido, que el lugar ha vencido. Explica también que es la historia de un sitio más fuerte que todos los personajes que puedan pasar por él, porque son los lugares los que habitan a las personas.

También se habla de la figura paterna, dice que no es un tema importante en la película. Explica que le parece un hombre justo que no sabe hacer las cosas. Por eso está siempre equivocado. No trata de psicoanalizarlo, pero señala que no habla el idioma, que tiene siempre que estar traduciendo lo que piensa a palabras y que estas no le salen. No tiene una intención negativa, pero le falta capacidad. Ese aislamiento justifica que sea tan rudo. Lo importante, señala, es el gesto de perdón de la hija que es más fuerte que él y que ha aprendido a leer el mundo a través de la figura de su padre y ver más allá. Ese gesto desprende mucha ternura. Añade la directora que ella se identifica con el personaje paterno, que en cierta forma es ella.

Sobre la televisión de su país, explica que es sencillo criticarla. Italia lleva 30 años de genocidio cultural, en particular por la televisión. Todo el mundo lo sabe. El mundo de la televisión que sale en la película sirve para que la protagonista lo vea como algo del más allá, que sea una nave espacial a la que quiere subirse. En esa contraposición, ella misma descubrirá que la gente de la televisión no es especial, son personas del mismo barco.

[Sección Oficial. «Aimer, boire et chanter». Alain Resnais. Francia] Un divertimento

Cartel del largometraje Aimer, boire et chanter
Cartel del largometraje Aimer, boire et chanter
«Aimer, boire et chanter» es la película póstuma de Alain Resnais, su despedida. A un hombre, que no sale en la película, le queda ya poco de vida y sus amigos deciden ayudarle a pasar esos últimos meses. El largometraje habla de cómo los demás, su comportamiento, nos afecta más de lo que queremos. Habla de nosotros, de la cortesía, de lo que callamos, de lo que de verdad nos queremos… Son cosas simples, pequeños detalles, los que nos hacen felices y sin embargo los dejamos escapar. Es la mirada de los otros la que nos hace darnos cuentas de lo verdaderamente importante para nuestras vidas.

«Aimer, boire et chanter» es un divertimento hecho con mucho gusto. Todo está cuidado, medido al milímetro, pensado de antemano: sus colores, las estaciones que pasan, y ese ambiente costumbrista. Resnais juega con los símbolos para hacer teatro dentro del cine y hablar de la condición humana.

[Las nuevas olas. «L'abri». Fernand Melgar. Suiza] El país de los Rolex

Cartel del largometraje L'abri
Cartel del largometraje L'abri
Si hablamos de condición humana, el ser humano no sale bien parado en el nuevo documental de Fernand Melgar. En «L'abri» nos asfixiamos dentro de un refugio suizo para inmigrantes. Pasar la noche, con derecho a cama, ducha, cena y desayuno cuesta 5 francos a personas que no tienen nada. Cada noche se llena y quedan fuera personas a las que por capacidad del lugar no pueden atender. Dormirán en la calle, con frío, lluvia y nieve. En Senegal llaman a Suiza «el país de los Rolex», pero la riqueza no se comparte.

Si no hay trabajo, no hay dinero. Esa es la verdadera exclusión, la línea que divide quién puede vivir en Suiza o no. Encontrar un trabajo se convierte en un camino sin final. Se trata de que los excluidos se vayan, sin ejercer presión, dejando que sea la propia inclemencia climática, la burocracia infranqueable y la imposibilidad de que las cosas cambien quienes les echen. Las autoridades no ejercen fuerzan, pero la ayuda es escasa y las propias personas que pernoctan rechazan el ambiente.

Melgar no habla, se limita a mirar, a enseñarnos la manera de vivir, a mostrarnos los tropiezos, la desesperación, lo imposible. No está la voz oficial de las instituciones suizas, pero su actitud se trasluce en el documental.

Sorprende ver que esa inmigración llega en un alto porcentaje a través de España. Latinos y africanos a los que la crisis ha echado de sus trabajos y de nuestras calles, que han tenido que irse de nuestro país para sobrevivir. Lo que se ve es que Suiza no será el destino final, sino otro país de paso.

La República Cultural

jueves, 13 de noviembre de 2014

Enfrentar nuestro tiempo

Séptimo día en el SEFF

Jueves 13 de noviembre de 2014. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sevilla

Llovía a cántaros, tanto que puestos a elegir el interior de una sala de cine es el mejor lugar para pasar una tarde. Eso y un café para hablar de películas vistas, de historias y de política si se tercia. El cine te obliga a mirar la sociedad, a encarar nuestro tiempo, a pensar y a tomar partido.

Hablando de otro tema, hoy en el SEFF ha sido el día del director español Pablo Llorca que ha llegado al festival con dos películas bajo el brazo.

[Sección Oficial. «Bird People». Pascale Ferran. Francia] Hastiados de nuestra vida

Pascale Ferran presentando su película Bird People. Foto Toni Gutiérrez
Pascale Ferran presentando su película Bird People.
Foto Toni Gutiérrez
Cuando me preguntan por «Bird People» tengo dudas sobre que decir. Es una película correcta, con una idea bien desarrollada, pero hay algo en ella que se me queda colgando, que no termina de encajarme. Nos habla del hastío que nos producen nuestras vidas, del ajetreo del trabajo que se convierte en asfixia.

La película se estructura en dos partes, una por cada protagonista, cada una resuelta de una manera. Él es un hombre de negocios de Silicon Valley en tránsito de un aeropuerto a otro; siente que para seguir viviendo necesita desconectarse de todas sus relaciones y empezar de cero. Ella es una camarera de hotel que hace las habitaciones de los huéspedes y que necesita una experiencia extracorpórea.

Explica Pascale Ferran que tenía ganas de hacer una película que describiera lo mejor posible el mundo en el que vivimos, un espacio de transformación en el que todo se acelera. Buscaba un cierto realismo, pero no entendido como realidad social. Se preguntó si podría encontrar una forma imaginativa a través de la que contar nuestra sociedad y poder retratar a toda esa gente que se siente fuera de la época en la que vivimos. Es un mundo poco habitable. Añade que la película está obsesionada con la mirada y esa necesidad de salir afuera con otra forma de mirar el mundo que nos rodea. Para sobrevivir hay que tomar decisiones drásticas e incluso violentas y éstas a menudo son difíciles y por tanto duras de tomar. Así le ocurre a Gary al dejar atrás toda su vida. Si él siente que para sobrevivir debe romper con todo, que debe tomar una decisión de vida o muerte, Audry, la protagonista, tiene un deseo inconsciente que le permite dar un paso más y desconectarse de su dimensión humana. Cuando Audry mira al vacío, la directora se pregunta qué pasaría si diéramos el gran salto, ¿nos mataríamos o volaríamos convertidos en pájaros? En ambos casos se abre una nueva perspectiva sobre el mundo y ven algo que antes no veían. En cierta forma en «Bird People» hay una recuperación de lo infantil. Explica Ferran que para ella la experiencia que tiene su protagonista como pájaro no es algo tan extraño, pero que entiende que sea desconcertante.

Explica la directora que las mujeres que se dedican a la limpieza son absolutamente invisibles, los clientes no las ven. A ella siempre le han interesado estas figuras. Cuando está en un hotel siente un lazo entre ellas y sí misma, reconoce que solo es desde el punto de vista de ella. El gorrión tiene un destino parecido; es vivo, muy pequeño para que se fijen en él, e igual de invisible.

[Resistencias. «El gran salto adelante». Pablo Llorca. España] Todo vale para buscarse la vida

Un fotograma del largometraje El gran salto adelante
Un fotograma del largometraje El gran salto adelante
«El gran salto adelante» retrata la vida en un país en crisis que va dejando a las personas al margen. Llorca nos quiere volver la mirada hacia ellos, a que sintamos hacia dónde vamos y sobre todo podamos tener una cierta empatía con sus soluciones, pequeños apaños con los que buscarse la vida. Es una justificación, una historia de picaresca, de trampas, del todo vale para sobrevivir. Antepone las respuestas individuales a las colectivas porque las de todos no llegan a tiempo, van con mucho retraso por las decisiones políticas de retroceso que toman nuestros gobernantes.

Llorca nos plantea dos preguntas morales: ¿Cómo tenemos que comportarnos ante un sistema que nos estafa? ¿Está justificado seguir respetándolo o por el contrario nos da carta libre? Decide no juzgar, pero insiste en que nos pongamos en el piel del otro. Es el ciudadano de clase media a quien se dirige la película. La identificación se realiza a través de su protagonista, un poco como todos, con cierta conciencia social, comprometido a medias y a ratos, con nula confianza en los grandes cambios y preocupado por sí mismo. Insiste, cuando ve la realidad, los comportamientos que se saltan la ley, en repetir que lo entiende.

«El gran salto adelante» es una película de ficción, rodada con pocos medios, alejada del cine convencional y con un aire de grabación casera que quiere hurtar las imágenes a la realidad.

[Las nueva olas. «País de todo a 100». Pablo Llorca. España] Un país recortado y engañado

Un fotograma del largometraje País de todo a 100
Un fotograma del largometraje País de todo a 100
«País de todo a 100», en realidad, complementa a «El gran salto adelante». Cierto que son disociables, pero una lleva a la otra. «País de todo a 100» es un documental que habla de la amoralidad de quienes nos gobiernan, del resultado de sus recortes y de cómo el dinero público ha cambiado de bolsillos para enriquecer a personas a cambio de obras inútiles y vacías de contenido. Nuestra geografía se ha llenado de edificios singulares, nuestras calles de desencanto, de gente protestando, de personas engañadas.

«País de todo a 100» tiene un punto de vista, el de Llorca. El texto importa tanto como las imágenes, pues las enfatiza y las describe más allá de lo que vemos. Para eso el documental está construido con una capa de ficción al utilizar la voz de un emigrante español en Berlín que vuelve de vacaciones a España con un amigo nórdico al que debe explicarle lo que se van encontrando. Esa visión, esas opiniones, harán de guías por este país del despilfarro.

La República Cultural

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Hay días que sería mejor saltarlos

Sexto día en el SEFF

Miércoles 12 de noviembre de 2014. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sevilla

Hace días que no dábamos el parte meteorológico. Hoy hace sol y una luz muy blanca, de esa que te obliga a cerrar los ojos para mirar hacia delante. El Festival avanza, ya ha cruzado su ecuador y vuela hacia su final. El tiempo pasa volando entre película y película, pero hay días que uno se equivoca, que la elección se ha demostrado insatisfactoria, días que sería mejor saltarlos. En las salas, a oscuras, esos días se vuelven plomizos, vacíos.

[Sección Oficial. «El camino más largo para volver a casa». Sergi Pérez. España] La pérdida que nos anula

Sergi Pérez presentando su película El camino más largo para volver a casa
Sergi Pérez presentando su película El camino más largo para volver a casa
Foto Toni Gutiérrez
«El camino más largo para volver a casa» tiene el honor de ser la única película española que compite en la sección oficial de esta edición del SEFF. Es un largometraje independiente, pequeño, con baja financiación y de los que se llaman de autor. Un cine diferente que dicen algunos. Estas películas funcionan si conectan. En mi caso no se ha producido esa conexión y «El camino más largo para volver a casa» me deja simplemente frío.

Son veinticuatro horas de seguimiento exhaustivo a un hombre que no atraviesa su mejor momento. No hay ningún background del personaje, un hombre opaco, y ni siquiera podemos estar seguros de lo que le ha pasado. La cámara le persigue sin indulgencia, diseccionándole, retratándole de forma despiadada en un dolor que le hace tambalearse. Ese seguimiento nos va mostrando el estado más animal del protagonista, donde sus decisiones no las toma de forma razonada, son básicamente viscerales y solo son admisibles por esa pérdida que le nubla los sentidos. Y aún así, la cámara va dejando espacio para que el espectador pueda sentir una mínima empatía ante la mirada perdida del protagonista y ese deambular intentando encontrar un sentido.

Explica Sergi López que «El camino más largo para volver a casa» se apoya en la imagen, en la acción y en los símbolos. Es la forma de evitar el texto y dar información al espectador, porque no son la parte importante del film. Se trataba de abstraer el dolor. Ese conflicto interno es lo básico de la película, por eso el director necesitaba que el conflicto externo fuera algo pequeño: buscar unas llaves. Ese detalle le va haciendo pasear al protagonista de un lado a otro de la ciudad, mostrando su estado y evolucionando en él, hasta que explota.

La película se ha montado con 100 cortes. Estéticamente todo ha estado medido desde el principio. Abundan los espejos, los planos secuencia, los juegos con la luz, las sombras...

[Las nuevas olas. «Tonight and the people». Neïl Beloufa. Francia y EE.UU.] Mundo estúpido

Un fotograma del largometraje Tonight and the people
Un fotograma del largometraje Tonight and the people
A priori, siempre se debe meter una comedia en todo festival. Una sonrisa ayuda a equilibrar tanto pensamiento profundo y hay que garantizarse al menos una. El programa del SEFF daba para pensar que «Tonight and the people» era esa comedia balsámica. Pero me equivoqué, la película no tiene la menor gracia, ni de lejos. Es cierto que subyace en ella lo absurdo, la metáfora y la exageración, que nos tropezamos con unos personajes que son auténticos paradigmas, pero vistos desde otro tamiz, como si nos enfrentáramos a auténticos estúpidos que, sin embargo, hablan a través de reflexiones filosóficas sobre el sentido humano. Es lo inesperado y el ambiente apocalíptico por estallar lo que tira de la película, esa falsedad que nos representa como sociedad.

Un mundo así no tiene futuro. Si un día se acabase, si solo sobrevivieran los que tienen personalidad, los que no siguen las modas, ¿cómo construirían la nueva sociedad?, ¿tal vez una asamblea al estilo «Occupy Wall Street»?, ¿podrían ponerse de acuerdo para empezar otra vez?

Lo mejor de «Tonight and the people» es que ya pasó. Alguna tenía que ser la peor película.

[Las nuevas olas. «Equí y n’otru tiempu». Ramón Lluís Bande. España] Paisaje, rigor y memoria

Cartel del largometraje Equí y n’otru tiempu
Cartel del largometraje Equí y n’otru tiempu
No voy a decir que «Equí y n’otru tiempu» sea un documental, yo lo definiría como un audiovisual con otras miras. Es un registro exhaustivo de los lugares donde las fuerzas del orden de la dictadura fueron asesinando a la guerrilla asturiana que se echó al monte tras la Guerra Civil. 34 lugares donde aquella impunidad aún hoy no ha dejado señal, ni marcas distinguibles, sino olvido.

Dice Ramón Lluís Bande que tres son los pilares de este trabajo: el paisaje, la memoria y el rigor. Cumple con todos. Es más, el rigor define también la estructura y el sentido, pues se ha rodado exactamente en los mismos lugares y se ha tratado, en su mayoría, que también se cumpliera con las mismas fechas. El reparto del tiempo es matemático, cada cartel, cada plano, dura lo mismo.

Hay otra frase que dice Bande que me gustado mucho: «del documento al monumento». «Equí y n’otru tiempu» es eso, un monumento audiovisual a todos aquellos luchadores republicanos. Este trabajo les rinde ese homenaje y coloca una «placa» en cada uno de esos lugares. Hay también un pequeño prólogo, las palabras de Manolín «el de Llorío» que cuentan cómo fue detenido en una de esas emboscadas, y que sirve de representación a las historias que no pudieron contar todos aquellos que recibieron un tiro impune que acabó con sus vidas. La película se cierra con un epílogo, una canción popular que completa el viaje.

Destaca Bande su esfuerzo por vaciar la película para dejar la rigurosa esencia: ese paisaje y esa memoria. Ese es el sentido, lo único que tiene cabida. Una pena, el espectador querría saber mucho más, las historias de esos hombres que no se cuentan y la forma e investigación a través de la que se fue encontrando cada uno de esos lugares.

La República Cultural

martes, 11 de noviembre de 2014

La obsesión

«Hungry hearts» en el SEFF

Martes 11 de noviembre de 2014. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sevilla

Una imagen del largometraje Hungry hearts
Una imagen del largometraje Hungry hearts
[Sección Oficial. «Hungry hearts». Saverio Costanzo. Italia]

«Hungry hearts» parece una comedia romántica. Arranca con una situación curiosa, cuando los dos protagonistas se conocen en el cuarto de baño de un restaurante chino en el que se han quedado atrapados. Es una casualidad embarazosa que termina de una forma divertida. De esa escena surge un amor intenso y pasional. Todo es luz y hermosura. Pero «Hungry hearts» no es una comedia romántica; al contrario, se trata de una historia terrorífica y claustrofóbica, un durísimo thriller psicológico. Parte de ese miedo lo consiguen las sobresalientes interpretaciones de Alba Rohrwacher y Adam Driver. Para entrar en el interior de los personajes, al trabajo de los actores hay que añadir la brillante dirección de fotografía y la excelente labor de su director, Saverio Costanzo.

Nuestro mundo da miedo, se ha llenado de ruido y suciedad. Las ciudades se han deshumanizado. Lugares tan poblados como Nueva York se convierten en urbes donde abunda la soledad. ¿Cómo criar en ese entorno a un hijo?, ¿de qué forma preservarlo? «Hungry hearts» es una película de capas que vamos descubriendo con lentitud, poco a poco, para encontrarnos cada vez más angustiados por la deriva hacia la que nos va conduciendo la película. Lo que podían ser comportamientos normales, quizá demasiado protectores a lo sumo, de una madre van tomando otro cariz: el de la obsesión. Costanzo juega con el beneficio de la duda. Es difícil ver la locura de un primer vistazo sino es extrema o ridícula. Así que ponemos de nuestra parte para presuponer algo en lo que nos vamos a equivocar, porque a veces las cosas sí son blancas o negras.

Cuando el protagonista se inquieta por la falta de avance en la situación aún piensa que puede resolverla, que el amor lo vence todo, que quizá no está confiando lo suficiente en su pareja, que las personas a las que queremos se merecen una oportunidad y todas las que necesiten. Y sigue pasando el tiempo, y todo se agrava, se enquista y se convierte en irresoluble. Hay en la película un punto de no retorno, en el que descubrimos que la amabilidad se perdió y solo queda la senda de la crudeza. Los hechos mandan, nos cuentan la verdad, señalan los errores, marcan los límites.

¿Sabríamos distinguir una obsesión? ¿Podríamos controlarla? ¿Cuándo nos damos cuenta de que hemos dejado de controlar la situación? ¿Cuál es la solución? ¿De qué forma resolver la realidad? ¿Qué mecanismos podríamos utilizar nosotros? No podemos ver «Hungry hearts» sin interrogarnos a nosotros mismos, sin ponernos en la piel de cada uno de los dos personajes y vivir su drama. Ese es el secreto de la película, que sin duda hay un punto en el que nos toca a cada uno. Lo que nos enseña es que tomar la decisión correcta es una elección difícil y a menudo dolorosa. No siempre somos capaces de salir adelante.

La República Cultural

lunes, 10 de noviembre de 2014

Luchar y resistir

«Remine» se estrena en el SEFF

Lunes 10 de noviembre de 2014. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sevilla

Cartel del largometraje Remine
Cartel del largometraje Remine
[Las nuevas olas. «Remine». Marcos Martínez Merino. España]

Hablar de «Remine» es hacerlo de sentimientos, dignidad, humanidad y lucha obrera por un futuro que nos permita seguir viviendo con la honradez del trabajo hecho con nuestras propias manos, aunque sea de la dureza que exige arrancar el carbón de la tierra. Marcos M. Merino ha retratado en este documental el último conflicto minero en Asturias, la fuerza de su pelea y las razones que determinan su resistencia. Su trabajo saca a la luz todo eso y lo hace mostrándonos a las personas desde el lado de las emociones.

No es un documental fácil, sin otros puntos de apoyo para el espectador que la propia palabra de sus protagonistas, sus gestos y sus sentimientos que van aflorando e intensificándose. La emoción se convierte en la principal correa de transmisión y nos trae un aire que necesitamos para respirar, que durante cien minutos nos despierta de nuestro estado amnésico y que nos hace preocuparnos por nuestra sociedad y albergar un rayito de esperanza. La cámara se coloca frente a estos hombres y mujeres que luchan por su pan y el de las generaciones que vendrán después, y mientras lo hace se va convirtiendo en un compañero más que nos acerca miradas, que explica comportamientos y que contagia un deseo enorme de luchar al lado de los mineros, de levantarse y tomar la tierra por asalto. Razones nos sobran. Especial es el momento de la llegada de la marcha minera a Madrid, las caras de asombro de los mineros ante el recibimiento de los madrileños, de gratitud con la gente que supo entenderles. Perdieron, es cierto, pero lucharon y nos dieron el ejemplo de resistencia que necesitábamos, nos explicaron que cambiar las cosas tiene un precio, pero que unidos y con coraje podemos pagarlo.

Cuenta Marcos M. Merino durante la presentación que el conflicto de la minería en nuestro país está repleto de aristas políticas. Pero no ha sido su idea ponerlas en primer plano, sino que ha optado porque la gente participara y que el equipo que les filmaba hablase lo menos posible. No hay voces en off, ni carteles guiando al espectador, es el propio público el que debe sacar su lectura de lo visto y debe hacerlo escuchando y conviviendo con los hombres y mujeres del carbón. Reconoce que fue un trabajo de paciencia, respeto y mucho tiempo, trabajando con ellos de día y de noche durante largas jornadas. Para llegar a las emociones se necesitaba la proximidad. Luego fue todo dejarse llevar. De los mineros dice que es una gente muy especial y generosa. Señala que mantiene el contacto con la mayoría de ellos y que esta semana muchos irán al estreno en Asturias, en el Niemeyer.

Marcos M. Merino presentando su documental en el SEFF (foto: Toni Gutiérrez)
Marcos M. Merino presentando su documental en el SEFF
(foto: Toni Gutiérrez)
Explica Merino que el subtítulo del documental refiriéndose a los mineros como el último movimiento obrero responde a un concepto nacido en la revolución industrial del siglo XIX y como tal se ha terminado. Pero asistiremos a una evolución con nuevos métodos y a una transformación. No se plantea por lo tanto un enterramiento de los movimientos obreros.

El documental está yendo por festivales, especialmente en Latinoamérica (Uruguay, Argentina, México…), pero también ha estado en San Petesburgo. Merino señala que en todos esos lugares, las preguntas que le han hecho y las emociones que se han vivido son las mismas. Explica que es porque el mundo está jodido en muchos sitios. Y en todos, ver gente que lucha da ánimo y esperanza.

Cuando le preguntan por cómo terminó todo, señala que los meses posteriores fueron terribles, que en los días siguientes echaron a la calle a la mitad y que la minería privada ha pagado un precio muy alto en despidos y cierres. Pero se acabaron los voladores (cohetes) y ya no interesa a los medios de comunicación. Explica que desde el arranque del conflicto se ha generado un debate tratando el asunto como un problema de rentabilidad económica y como sociedad hemos asumido esos términos. Señala Merino que quienes ganan son unos pocos, las compañías eléctricas que traen carbón de fuera más barato. El director se pregunta sin embargo por la rentabilidad social del carbón en las comarcas mineras.

Preguntado por su próximo trabajo señala que está pensando en varios proyectos que tratan de la resistencia del ser humano ante las dificultades. Le asombra esa decisión de pelea sin plantearse la victoria segura, como el camino para mantener la dignidad personal.

La República Cultural

Nuestra culpa

Cuarto día en el SEFF

Lunes 10 de noviembre de 2014. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sevilla

Los lunes son esos días intermedios de los festivales, donde el bullicio del fin de semana se apaga violentamente con el inicio de la semana que nace. En esos días puede pasar de todo, pues es cuando los programadores asumen mayores riesgos, por eso, cuando aciertan, las sorpresas son mayores.

[Selección EFA. «Class enemy». Rok Biček. Eslovenia] La culpa

Cartel del largometraje Class enemy
Cartel del largometraje Class enemy
Los métodos de educación cambian. Como sociedad deberíamos estar preocupados de formar personas capaces de pensar por sí mismas para que así puedan resolver los problemas que la vida les irá presentando. Y sin embargo, a menudo nos quedamos trabados pensando más en las formas, en dulcificar el paso por las clases del alumnado, que lo pasen bien, que no den problemas. Se impone el modelo de profesor-amigo igual que el de padres-colegas, sin límites, sin disciplina. Robert Zupan, el profesor de alemán que llega para hacer una sustitución al instituto, no es de este tipo. Sabemos que es un buen profesor, pero que no le van a dejar demostrarlo porque es estricto, justo y solo quiere que sus alumnos aprendan pensando, algo que les supondrá unos esfuerzos que no están dispuestos a asumir. Habla de ritos y de normas como elementos importantes de la educación que nos hacen ser más civilizados. Explica sus porqués, pero no negocia. Es directo, crudo, impasible y te suelta las verdades a la cara, aunque sepa que hacen daño.

Las decisiones de los demás a menudo nos traen un dolor que soportar. Debemos asumir que ocurrieron para seguir adelante. Pero vivimos tiempos de culpables, de castigos y cuando algo falla, todo se reduce a eso. Miramos hacia los demás y les señalamos con el dedo acusador. Esa culpa, su análisis y sus raíces es el tema principal de «Class enemy», la esencia de lo que nos cuenta Rok Biček en un ejercicio brillante de buen cine, reflexivo, comprometido y con valores. Su película es directa, igual que su protagonista, y no vacila en ningún momento. Habla de duelo y de reconciliación, de jóvenes organizando una revuelta equivocada, de responsabilidades no asumidas, de objetividad y de justicia sin prejuicios.

«Class enemy» cuestiona nuestro sistema educativo, pero a quien mira de verdad es a la sociedad en su conjunto. Lo que nos enseña es que todos somos culpables, pero la responsabilidad de quien toma las decisiones es solo suya.

[Selección EFA. «Stratos». Yannis Economides. Grecia, Alemania y Chipre] La moral del asesino

Cartel del largometraje Stratos
Cartel del largometraje Stratos
«Stratos» no es una película fácil de explicar, encierra demasiados vértices y filosofía de calle. Tampoco termino de saber si me gustó o no, está en ese lugar intermedio que te pide más reflexión, volver a pensar para entender los hilos que ha querido mover en ella Yannis Economides porque su mensaje asfixiante golpea con fuerza. Stratos es un hombre que trabaja haciendo pan, pero que también ejerce como un asesino profesional, frío y despiadado. No pregunta cuál es la culpa de sus víctimas, cumple su encargo con precisión y meticulosidad. Ha vuelto a esto después de salir de la cárcel porque tiene un amigo al que quiere ayudar y necesita dinero para ello. Stratos escucha mucho y habla poco, su mirada nos interroga. A través de sus silencios, de las preguntas que va haciendo descubrimos los pocos principios que sigue, la línea moral del asesino. Y no es una mala persona, ni se diferencia tanto de cualquiera.

El problema de Stratos es que va viendo que la sociedad está podrida. No tiene salvación pues las personas son corruptas, mentirosas, mafiosas y han perdido el límite de la decencia sin la menor vergüenza. Él no se comporta peor que nosotros, simplemente lo soluciona con un tiro en el medio de la frente. ¿Quién querría vivir en un mundo así?, ¿quién moverá un dedo por cambiarlo?

La República Cultural

domingo, 9 de noviembre de 2014

La soledad del individuo

Tercer día en el SEFF

Domingo 9 de noviembre de 2014. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sevilla

Cartel del largometraje Saint Laurent
Cartel del largometraje Saint Laurent
Un festival debe tener polos, extremos de referencia que sirvan para calibrar en qué lugar de la memoria se va a quedar. Es importante encontrar grandes películas que recodaremos toda la vida, pero también llevarse algún que otro fiasco y toparse con esas otras que nos revuelven del asiento para pensar quién demonios ha podido haber seleccionado este horror. Pasados los años también recordaremos esa película, será un «marca-páginas» que nos haga sonreír e incluso mirar con ternura aquel año y el lugar en la que la vimos. Además, sobre gustos, cada cual tiene los suyos.

[Sección Oficial. «Saint Laurent». Bertrand Bonello. Francia] Cine de esnobs

Cuando te dicen que esta película es la que envía Francia a los Oscar, te creas expectativas. «Saint Laurent» no las cumple. Es una película inútil. También le caben los epítetos hedonista, esnob y sobre todo vacía. De su metraje de dos horas y media no se puede salvar ni un minuto, ni una escena, ni un gesto, pues todo lo que produce es aburrimiento. Después de pasar tanto tiempo sentado en la butaca, te vas con la sensación de no conocer nada de Yves Saint Laurent, de que el personaje no ha sido explicado, de que ni siquiera Bonello ha tenido la mínima tentación de hacerlo. Resulta extraño que la vida de un hombre tan creativo esté tan vacía. Esa es la otra expectativa no cumplida, porque la vida que nos cuenta son retazos, puestas en escena donde lo único que importa es la estética, una elegancia determinada y atemporal. Lástima que esas escenas solo se sostengan por la banda sonora, lástima de tiempo perdido en ver un simple capricho.

[Sección Oficial. «Leviathan». Andrey Zvyagintsev. Rusia] El poder de los corruptos

Cartel del largometraje Leviathan
Cartel del largometraje Leviathan
La corrupción sigue el mismo patrón, aquí y en Rusia. Hablar de ella es nuestra obligación si queremos que un día termine. «Leviathan» transcurre en un pequeño pueblo ruso que hace años vivía de la pesca. Ahora lo que quedan son los esqueletos de lo que fue su pasado, esos restos de las barcas abandonadas en la orilla junto a los huesos de una ballena. Es un pasado que se quebró por decisiones políticas, porque un día interesó desindustrializar para vivir de una forma más cómoda, de lo que se llama del sector servicios, de abrirnos las puertas unos a otros. Y sobre ese cambio se crea una cúpula, y lo público pasa a servir para unos pocos, para su enriquecimiento, para el beneficio de quien manda. Y la justicia se rompe, y ya no es justa, ni equilibrada, sino que está al servicio de quien ordena, para que así siga creciendo su poder. Así el desgraciado lo será siempre, y cada golpe sobre él será más fuerte que el anterior porque no tuvo la capacidad de conformarse con su pobre destino, no quiso doblegarse como lo hizo ese Job feliz que hizo las paces con Dios para vivir hasta los 140 años sin más preocupaciones.

La aldea rusa es inhóspita, y no por eso deja de ser un hogar. En ella se forjan un carácter que responde siempre con brutalidad, donde el alcohol es un elemento cultural, y donde estar borracho es lo más habitual. Ese estado de adormecimiento amortigua el dolor y a la vez nos hace menos responsables para no tener que asumir nuestros fracasos, los retos que no podemos ganar, las cosas que no podemos cambiar. Siempre podemos aceptar las migajas, esa única fábrica conservera en la que aún trabajan las mujeres del pueblo, tomar otra botella de vodka, mirar al mar, calentarnos al fuego de una hoguera o irnos a Moscú donde quizá haya más oportunidades.

«Leviathan» es una excelente reflexión sobre los resquicios del poder y nuestra manifiesta imposibilidad para cambiar las cosas.

[Las nuevas olas. «Lilting». Hong Khaou. Reino Unido] Desnudar las emociones

Cartel del largometraje Lilting
Cartel del largometraje Lilting
Kai se ha muerto el mismo día que había decido decirle a su madre que es homosexual. Su madre lleva muchos años viviendo en el Reino Unido, pero no habla inglés, ni va a aprenderlo. Richard, la pareja de Kai, le echa de menos y necesita establecer un vínculo con la madre de Kai para pasar juntos el duelo, para entenderse y para compartir la realidad de Kai que cada uno de ellos tiene. «Lilting» es una película emocional, llena de sentimiento y de esperanza, de las que superan la tristeza poniendo por delante el corazón. Lo hace con sencillez, de una manera dulce y humana, rompiendo el muro de la tragedia para seguir viviendo con aquellos recuerdos más felices, los que nos producen mayor añoranza. Hay una necesidad de encontrar al otro, de compartir y de seguir respirando que traspasa la pantalla y se contagia al espectador.

Hong Khaou nos trae una gran película de personajes, de sentimientos que se sobreponen a la gran dificultad que siempre surge cuando tenemos que comunicarnos con las personas a las que más se quiere, precisamente esas con las que sentimos más sentimos más necesidad de hacerlo porque son las únicas con las que realmente podemos desahogarnos. Hay que echarle valor para romper todas las barreras: generacionales, culturales, de idioma y de tabús.

«Lilting» es una gran película, sencilla, empática, tierna y cargada de respeto. Se avanza a pequeños pasos, con pequeñas frases cariñosas llenas de sinceridad que son las aceptaciones y el reconocimiento que permite acercarse a los polos más lejanos. Brillan las grandes interpretaciones del reparto y especialmente la naturalidad exquisita y perfecta de la relación entre Kai y Richard.

La República Cultural

sábado, 8 de noviembre de 2014

El cine de los países con las necesidades básicas cubiertas

Segundo día en el SEFF

Sábado 8 de noviembre de 2014. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sevilla

Se confirma lo del marketing sevillano: esta noche ha llovido con fuerza, tanto que impermeable y paraguas se hacen imprescindibles y el sol, ni se ha visto. Ya sé que estamos en noviembre. Respecto al festival, aplaudir el hecho de que hoy, al menos en los cines Nervión, aún había más espectadores que ayer. Ha sido un sábado de salas llenas, de aplausos y de historias. Entre las colas de la tarde se podía ver a Cienfuegos, palpando el ambiente y recibiendo a los invitados

[Sección Oficial. «Turist». Ruben Óstlund. Suecia, Dinamarca y Noruega] Instinto o civilización

Cartel del largometraje Turist
Cartel del largometraje Turist
En los países nórdicos, las necesidades vitales están cubiertas. Cuando todo esto ocurre, no nos extraña encontrarnos con una larga secuencia en la que lo único que ocurre es que los protagonistas se están cepillando los dientes. No digo que no tenga que ser así, sino que señalo el giro de la trascendencia hacia nosotros mismos, a nuestra propia cotidianeidad. Así que su cine se interioriza para interrogar al ser humano, buscando su esencia, instinto y nivel de civilización. La educación es precisamente ese elemento que detiene la fuerza del instinto, que nos hace comportarnos más civilizadamente. La historia de la humanidad se construye sobre la lucha con el bárbaro que llevamos dentro. Dice el programa de la SEFF que «Turist» es una película de catástrofes sin catástrofe, describiéndola como un thriller psicológico en toda regla. Descubrir nuestras carencias, o las de nuestra pareja, resulta aún más aterrador, difícil de soportar. La vida es dura en soledad, así que construimos familias. De las personas con las que compartimos esa vida conocemos una parte que nos gusta y desconocemos otra que hemos suplido imaginando positivamente su comportamiento. Pero a veces la realidad nos demuestra que nos equivocamos, que el otro (la otra), a quien tanto pensábamos conocer, nos defrauda cuando se encuentra ante una determinada situación. Cuando presenciamos cobardía en quien pensábamos valiente nos hace rompernos por dentro, preguntarnos por qué y decidir si lo aceptamos y qué precio pagaremos por asumirlo y seguir hacia delante porque sabemos que ese proceso supone una quiebra, una grieta que nos debilita.

Öustlund firma una estupenda película, inquietante y llena de capas con las que ofrecernos muchísimas lecturas en paralelo. «Turist» nos tienta a colocarnos en el lugar de los protagonistas y preguntarnos lo que habríamos hecho nosotros en ese caso. Es decir, nos traslada la pregunta a nosotros mismos y a quien se la contemos. Tiene, en cierta forma, la propiedad transitiva y la tiene hasta el grado de contagio. Es una película de encrucijada moral, de la que no se sale igual que se entra. Nuestras decisiones nos afectan, nos cambian el estado de ánimo y nos llevan emocionalmente de un punto a otro.

Cuando el instinto de supervivencia y el de protección de la especie se encuentran, hombres y mujeres no se comportan por igual, sus comportamientos primarios van por caminos diferentes, su educación, que es el valor que podría modelar ese elemento, también. El hombre además es más gregario, corporativista de su sexo. «Turist» también juega en ese terreno, el de la diferencias de sexo y la estandarización de unos roles y comportamientos por género.

[Sección Oficial. «La ignorancia de la sangre». Manuel Gómez Pereria. España] Espías en España

Cartel del largometraje La ignorancia de la sangre
Cartel del largometraje La ignorancia de la sangre
«La ignorancia de la sangre» abrió la noche anterior esta edición del SEFF. No sé si le habrá ayudado el que esté rodada principalmente en Sevilla, aunque supongo que en esa elección ha pesado aún más la realidad de que se trata de cine negro bien hecho, con una historia que atrapa al espectador y que le va llevando con agilidad a través de ella. Entretiene, es de aquí, tiene calidad y merece inaugurar un festival, a pesar de que no sea una película de las llamadas de festival, sino de las que se denominan de industria. Se ve en ella muchos medios, algo que resulta en estos tiempos recortados una muy buena noticia, un despertar de un sector que necesitamos y al que nuestros políticos llevan años arrinconando. Además se ve que ese dinero se ha utilizado con sabiduría para construir mejor la película.

«La ignorancia de la sangre» lleva al cine la tercera de las novelas de Robert Wilson pertenecientes a la saga del policía Javier Falcón. Lo que encierra son dos tramas policiales y otras dos afectivas totalmente relacionadas: espías, terrorismo, mafias rusas, sexo, discos duros, muertos, CNI…

Si bien los grandes aciertos de la película son el ritmo y ese deseo de primar la acción, también tengo que decir que desde mi punto de vista adolece de un par de pegas importantes. La primera es un cierto regodeo en la violencia, que se muestra, a menudo, de forma innecesaria. El segundo elemento aún resulta un mayor lastre, se trata de la frialdad con la que está rodada, especialmente en las interpretaciones. Pereira decide poner demasiada distancia, al estilo del cine norteamericano y eso hace que la película pierda vida.

[Selección EFA. «10.000 Km». Carlos Marques-Marcet. España] La distancia que mata el amor

Cartel del largometraje 10.000 Km
Cartel del largometraje 10.000 Km
Podía empezar la reseña de «10.000 Km» con una reflexión similar a la de «Turist», pero para no repetirme me limitaré a decir que aquí también hay una secuencia de cepillado de dientes. Sin embargo, si hubiera querido comenzar comparándola con «La ignorancia de la sangre» lo tendría que haber hecho a través de la contraposición. Si en la anterior hablaba de un gran presupuesto, para «10.000 Km» debería destacar que es una producción de bajo presupuesto, básicamente intimista. Si Pereira nos trae un cine clásico, el de Marques-Marcet es un cine nuevo, que experimenta y que se atreve a mostrar una mirada diferente.

De lo que habla «10.000 Km» es de la forma en la que interviene la distancia en una relación de pareja y en concreto del desgaste sentimental que produce el hecho de estar lejos. Cierto que la tecnología ayuda a acercar esa lejanía, a que sintamos que aún así estamos cerca, que casi nos podemos tocar. Pero también nos hace más dependientes, claustrofóbicos y obsesivos, porque nos roba el aire propio. En toda pareja hay una energía que fluye independientemente de cómo se reparta. Esa energía tiene que ver con lo emocional, pero también con la piel, con el cuerpo, con tocarnos, y esa parte, por Skype no sabe igual que en vivo. Los kilómetros que separan Los Ángeles de Barcelona se convierten en insalvables porque no solo separan físicamente a los protagonistas, sino porque les obliga a avanzar en sus prioridades personales, y a menudo no coinciden con sus prioridades como pareja. En realidad lo que nos habla es de tomar decisiones propias y cómo éstas encajan en lo colectivo de nuestra vida.

«10.000 Km» es una de las películas españolas triunfadoras de este año. Ganadora indiscutible del Festival de Málaga, en la terna de la Academia para la selección a los Oscar y candidata a los premios EFA del cine europeo.

La República Cultural