domingo, 9 de noviembre de 2014

La soledad del individuo

Tercer día en el SEFF

Domingo 9 de noviembre de 2014. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sevilla

Cartel del largometraje Saint Laurent
Cartel del largometraje Saint Laurent
Un festival debe tener polos, extremos de referencia que sirvan para calibrar en qué lugar de la memoria se va a quedar. Es importante encontrar grandes películas que recodaremos toda la vida, pero también llevarse algún que otro fiasco y toparse con esas otras que nos revuelven del asiento para pensar quién demonios ha podido haber seleccionado este horror. Pasados los años también recordaremos esa película, será un «marca-páginas» que nos haga sonreír e incluso mirar con ternura aquel año y el lugar en la que la vimos. Además, sobre gustos, cada cual tiene los suyos.

[Sección Oficial. «Saint Laurent». Bertrand Bonello. Francia] Cine de esnobs

Cuando te dicen que esta película es la que envía Francia a los Oscar, te creas expectativas. «Saint Laurent» no las cumple. Es una película inútil. También le caben los epítetos hedonista, esnob y sobre todo vacía. De su metraje de dos horas y media no se puede salvar ni un minuto, ni una escena, ni un gesto, pues todo lo que produce es aburrimiento. Después de pasar tanto tiempo sentado en la butaca, te vas con la sensación de no conocer nada de Yves Saint Laurent, de que el personaje no ha sido explicado, de que ni siquiera Bonello ha tenido la mínima tentación de hacerlo. Resulta extraño que la vida de un hombre tan creativo esté tan vacía. Esa es la otra expectativa no cumplida, porque la vida que nos cuenta son retazos, puestas en escena donde lo único que importa es la estética, una elegancia determinada y atemporal. Lástima que esas escenas solo se sostengan por la banda sonora, lástima de tiempo perdido en ver un simple capricho.

[Sección Oficial. «Leviathan». Andrey Zvyagintsev. Rusia] El poder de los corruptos

Cartel del largometraje Leviathan
Cartel del largometraje Leviathan
La corrupción sigue el mismo patrón, aquí y en Rusia. Hablar de ella es nuestra obligación si queremos que un día termine. «Leviathan» transcurre en un pequeño pueblo ruso que hace años vivía de la pesca. Ahora lo que quedan son los esqueletos de lo que fue su pasado, esos restos de las barcas abandonadas en la orilla junto a los huesos de una ballena. Es un pasado que se quebró por decisiones políticas, porque un día interesó desindustrializar para vivir de una forma más cómoda, de lo que se llama del sector servicios, de abrirnos las puertas unos a otros. Y sobre ese cambio se crea una cúpula, y lo público pasa a servir para unos pocos, para su enriquecimiento, para el beneficio de quien manda. Y la justicia se rompe, y ya no es justa, ni equilibrada, sino que está al servicio de quien ordena, para que así siga creciendo su poder. Así el desgraciado lo será siempre, y cada golpe sobre él será más fuerte que el anterior porque no tuvo la capacidad de conformarse con su pobre destino, no quiso doblegarse como lo hizo ese Job feliz que hizo las paces con Dios para vivir hasta los 140 años sin más preocupaciones.

La aldea rusa es inhóspita, y no por eso deja de ser un hogar. En ella se forjan un carácter que responde siempre con brutalidad, donde el alcohol es un elemento cultural, y donde estar borracho es lo más habitual. Ese estado de adormecimiento amortigua el dolor y a la vez nos hace menos responsables para no tener que asumir nuestros fracasos, los retos que no podemos ganar, las cosas que no podemos cambiar. Siempre podemos aceptar las migajas, esa única fábrica conservera en la que aún trabajan las mujeres del pueblo, tomar otra botella de vodka, mirar al mar, calentarnos al fuego de una hoguera o irnos a Moscú donde quizá haya más oportunidades.

«Leviathan» es una excelente reflexión sobre los resquicios del poder y nuestra manifiesta imposibilidad para cambiar las cosas.

[Las nuevas olas. «Lilting». Hong Khaou. Reino Unido] Desnudar las emociones

Cartel del largometraje Lilting
Cartel del largometraje Lilting
Kai se ha muerto el mismo día que había decido decirle a su madre que es homosexual. Su madre lleva muchos años viviendo en el Reino Unido, pero no habla inglés, ni va a aprenderlo. Richard, la pareja de Kai, le echa de menos y necesita establecer un vínculo con la madre de Kai para pasar juntos el duelo, para entenderse y para compartir la realidad de Kai que cada uno de ellos tiene. «Lilting» es una película emocional, llena de sentimiento y de esperanza, de las que superan la tristeza poniendo por delante el corazón. Lo hace con sencillez, de una manera dulce y humana, rompiendo el muro de la tragedia para seguir viviendo con aquellos recuerdos más felices, los que nos producen mayor añoranza. Hay una necesidad de encontrar al otro, de compartir y de seguir respirando que traspasa la pantalla y se contagia al espectador.

Hong Khaou nos trae una gran película de personajes, de sentimientos que se sobreponen a la gran dificultad que siempre surge cuando tenemos que comunicarnos con las personas a las que más se quiere, precisamente esas con las que sentimos más sentimos más necesidad de hacerlo porque son las únicas con las que realmente podemos desahogarnos. Hay que echarle valor para romper todas las barreras: generacionales, culturales, de idioma y de tabús.

«Lilting» es una gran película, sencilla, empática, tierna y cargada de respeto. Se avanza a pequeños pasos, con pequeñas frases cariñosas llenas de sinceridad que son las aceptaciones y el reconocimiento que permite acercarse a los polos más lejanos. Brillan las grandes interpretaciones del reparto y especialmente la naturalidad exquisita y perfecta de la relación entre Kai y Richard.

La República Cultural

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