Noveno día en el SEFF
Sábado 15 de noviembre de 2014. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sevilla
Se acabó esta edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla. El ambiente del último día siempre es raro, como de despedida, de hacer las cosas por última vez de lo que fue una rutina. Si nos quedamos con los números fríos, para realizar estas crónicas, atrás se han quedado más de 41 horas de cine repartidas en 23 sesiones. Ha habido de todo, pero la sensación es la de haber visto muy buen cine. Cada una de las películas ha dejado su poso, ha hecho su trabajo. Ahora lo que queda es la necesidad de seguir viendo más cine, de que haya personas que nos cuenten nuevas historias.
[Las nueva olas. «We come as friends». Hubert Sauper. Francia y Austria] Sacar un beneficio
Desde que salió la programación del SEFF, tenía marcada «We come as friends» como una prioridad para ver. Sentía verdadera curiosidad por la nueva película de Hubert Sauper, pues su inolvidable «La pesadilla de Darwin» es uno de los mejores documentales que he visto nunca. Reconocida la admiración por Sauper ahora tengo que confesar que he salido de la película algo decepcionado por el efecto que me produce. No sé si es porque se me escapan ideas, pero he tenido la sensación de que el director se ha conformado con darnos una visión a través de un collage troceado con pequeñas historias. Esas pinceladas deben servirnos para tomar conciencia y reflexionar.
Sudán del Sur se convirtió hace unos pocos años en el último país del mundo tras independizarse de Sudán. Le tocó empezar su historia, tomar sus decisiones y prosperar. Sauper se pregunta si lo hará con buen pie y sobre todo de dónde parte y a quién le interesa esta nueva situación. Sí, «We come as friends» es una historia de intereses. Sauper viaja en avión minúsculo y va retratando aquello con lo que se encuentra al aterrizar. El documental está lleno de extrañeza para enfrentar al espectador con los sentimientos. No hay colonialismo bueno, el hombre blanco que llega como amigo es siempre un explotador, alguien que busca sacar su beneficio. Allí están los chinos capitalistas sacando petróleo; las empresas occidentales desactivando minas antipersonas o construyendo centrales eléctricas o invirtiendo porque la tierra es gratis y la mano de obra muy barata; los misioneros texanos empeñados en civilizar a los sudaneses con biblias solares y con una necesidad imperiosa de vestir la desnudez… Es un tema de prioridades que nunca son las de los africanos, sino que vienen determinadas por un beneficio económico y que sirven para enriquecer a una pequeña casta de la población. Imponer nuestra democracia, decir que todo está solucionado porque podemos votar, porque decidimos entre todos, es la mentira que servirá para seguir expoliando las riquezas de cualquier país. Vemos muchos fundamentalistas religiosos, pero todos son occidentales. Entendemos que hay un negocio armamentístico que busca hacer crónicos los conflictos. Sabemos que las fronteras surgieron porque alguien dibujó en su momento con un dedo sobre el mapa sin haber pisado ni conocido el continente africano. Asistimos a convenciones de emprendedores que son personas a los que no les quedan escrúpulos. No es esclavitud lo que se ve, pero lo parece.
¡Qué estúpido es el ser humano que siempre piensa que sus ideas son las correctas y que los demás siempre se equivocan! ¡Qué egoísta al tratar de uniformar la moral y el pensamiento de los demás a los propios! ¡Qué vergüenza promover nuestro sistema como única posibilidad y supeditar y colonizar lo «atrasado»! ¡Qué ladrones somos con la disculpa de imponer el progreso!
[Selección EFA. «El capital humano». Paolo Virzì. Italia] El cine que le gusta al público
«El capital humano» es una película entretenida. Quizá sea una de las más convencionales que se ha proyectado en esta edición, al menos de las que yo he visto. Algo muy necesario en todo festival. El cine tiene que hablar de ideas, pero debe saber también tocar tierra, hacernos mirar a nuestro presente y contárnoslo. En el caso de la película de Paolo Virzì su realismo es social. Estamos divididos en clases, las altas mandan. Se cruzan, pero desde arriba no se ve lo que hay abajo y desde abajo todo queda lejos. Quizá en la juventud no hay tantas diferencias, pero al final cada mundo sigue sus reglas y tiene marcadas sus posibilidades. Las diferencias surgen desde pequeños, los problemas que nos atañen son diferentes y sus respuestas no se pueden medir con las mismas unidades. Esa diferencia entre clases no es discutible.
El capital humano, lo que podría valer lo que hacemos, es un término que utilizan los seguros para calcular indemnizaciones en accidentes, y por tanto es en realidad un intangible, el resultado de aplicar una forma matemática a nuestra vida. Nos dice lo que potencialmente valemos teniendo en cuenta nuestra educación, el trabajo que desempeñamos, la familia que tenemos… El capital humano es un término frío. Alrededor de esa idea construye Virzì una gran película, un thriller con intriga, bien estructurada, creíble y con un excelente guion que los actores y actrices bordan con sus interpretaciones.
Las sorpresas están medidas en la cinta ya que para mantener el interés es importante que la trama avance de forma gradual. Ayuda a ello esa estructura por partes y personajes, que va parcelando la historia desde una perspectiva diferente. Es la forma de poder colocarnos en distintos ambientes sin ser extraños en ninguno, de comparar y de ir entendiendo que las tragedias siempre se ceban con el más débil.
[Gala de Clausura] El arte de no hacer pesada una gala de entrega de premios
Se está haciendo costumbre en muchos festivales que quién presenta la gala de Inauguración se encargue también de la de Clausura. Así le ha ocurrido a Antonio de la Torre. En una gala austera, el actor mezcló humor con seriedad, castellano con la autotraducción al inglés. Pero sobre se fijó un objetivo: entregar 17 premios con agilidad. Para ello explicó el protocolo y aconsejó al público «no aplaudir más de la cuenta». El objetivo lo cumplió, algo a lo que también ayudaron los escuetos discursos de los ganadores. Todos ellos breves pero sentidos. Emotivo resultó Ángel Santos («Las altas presiones») hablando de todas esas pelis que se quedan en los cajones sin ver la luz. El SEFF ayuda a que eso no pase. Exultante estaba Ruben Óstlund («Turist») con su Giraldillo de oro. Feliz y radiante la jovencita Maria Alexandra Lungu («Le Meraviglie») y también su directora Alice Rohrwacher.
Uno de los protagonistas de la gala ha sido Fernand Melgar, ese suizo que habla castellano con perfecto acento andaluz. Su cine es revolucionario, de golpe duro, seco y directo. Le gusta retratar el maltrato a los derechos humanos por parte de las sociedades más opulentas de occidente. Por eso recibía esta noche el premio Rosario Valpuesta, reconocida defensora de los más vulnerables. Al recoger el premio se acordó de su abuelo, Juan Melgar, al que no conoció, pero que en los años treinta tuvo que huir de España porque defendía la libertad y aquí no había sitio para él. Fernand Melgar subió de nuevo, esta vez para recoger el segundo premio de la sección Las Nuevas Olas y en esta ocasión dio las gracias por su valor al director del festival, José Luis Cienfuegos, al que conoció hace unos años en Gijón. Añadió que Gijón ha perdido mucho, tanto como ha ganado Sevilla. Asturias estuvo muy presente en la gala, y no solo por la opinión de Melgar, sino porque dos directores de aquella comunidad se llevaban sendos premios. Ramón Lluis Bande («Equí y n’otru tiempu») agradeció el premio Resistencias al mimo con el que festival está cuidando una película que se sabe frágil. Por su parte Marcos Merino («Remine») recordó la lucha obrera de los mineros recalcando su ejemplo y el sentido de necesidad de su espíritu combativo en nuestro presente.
Hubo tiempo para cantar un «cumpleaños feliz» o para el disparatado número musical de Música Prepost (Fran Torres y Pablo Peña) cantando «I trusted you». Son tiempos para aprender idiomas, para autoimponernos confianza, para el drama y el pesimismo. Pero no son tiempos para dejarnos vencer.
[Las nueva olas. «We come as friends». Hubert Sauper. Francia y Austria] Sacar un beneficio
Cartel del largometraje We come as friends
Sudán del Sur se convirtió hace unos pocos años en el último país del mundo tras independizarse de Sudán. Le tocó empezar su historia, tomar sus decisiones y prosperar. Sauper se pregunta si lo hará con buen pie y sobre todo de dónde parte y a quién le interesa esta nueva situación. Sí, «We come as friends» es una historia de intereses. Sauper viaja en avión minúsculo y va retratando aquello con lo que se encuentra al aterrizar. El documental está lleno de extrañeza para enfrentar al espectador con los sentimientos. No hay colonialismo bueno, el hombre blanco que llega como amigo es siempre un explotador, alguien que busca sacar su beneficio. Allí están los chinos capitalistas sacando petróleo; las empresas occidentales desactivando minas antipersonas o construyendo centrales eléctricas o invirtiendo porque la tierra es gratis y la mano de obra muy barata; los misioneros texanos empeñados en civilizar a los sudaneses con biblias solares y con una necesidad imperiosa de vestir la desnudez… Es un tema de prioridades que nunca son las de los africanos, sino que vienen determinadas por un beneficio económico y que sirven para enriquecer a una pequeña casta de la población. Imponer nuestra democracia, decir que todo está solucionado porque podemos votar, porque decidimos entre todos, es la mentira que servirá para seguir expoliando las riquezas de cualquier país. Vemos muchos fundamentalistas religiosos, pero todos son occidentales. Entendemos que hay un negocio armamentístico que busca hacer crónicos los conflictos. Sabemos que las fronteras surgieron porque alguien dibujó en su momento con un dedo sobre el mapa sin haber pisado ni conocido el continente africano. Asistimos a convenciones de emprendedores que son personas a los que no les quedan escrúpulos. No es esclavitud lo que se ve, pero lo parece.
¡Qué estúpido es el ser humano que siempre piensa que sus ideas son las correctas y que los demás siempre se equivocan! ¡Qué egoísta al tratar de uniformar la moral y el pensamiento de los demás a los propios! ¡Qué vergüenza promover nuestro sistema como única posibilidad y supeditar y colonizar lo «atrasado»! ¡Qué ladrones somos con la disculpa de imponer el progreso!
[Selección EFA. «El capital humano». Paolo Virzì. Italia] El cine que le gusta al público
Cartel del largometraje El capital humano
El capital humano, lo que podría valer lo que hacemos, es un término que utilizan los seguros para calcular indemnizaciones en accidentes, y por tanto es en realidad un intangible, el resultado de aplicar una forma matemática a nuestra vida. Nos dice lo que potencialmente valemos teniendo en cuenta nuestra educación, el trabajo que desempeñamos, la familia que tenemos… El capital humano es un término frío. Alrededor de esa idea construye Virzì una gran película, un thriller con intriga, bien estructurada, creíble y con un excelente guion que los actores y actrices bordan con sus interpretaciones.
Las sorpresas están medidas en la cinta ya que para mantener el interés es importante que la trama avance de forma gradual. Ayuda a ello esa estructura por partes y personajes, que va parcelando la historia desde una perspectiva diferente. Es la forma de poder colocarnos en distintos ambientes sin ser extraños en ninguno, de comparar y de ir entendiendo que las tragedias siempre se ceban con el más débil.
[Gala de Clausura] El arte de no hacer pesada una gala de entrega de premios
Instantáneas de la Gala de Clausura:
(arriba) Ruben Óstlund y Fernand Melgar
(medio) Foto de familia de los premiados en el SEFF
(abajo) Maria Alexandra Lungu y Antonio de la Torre
(arriba) Ruben Óstlund y Fernand Melgar
(medio) Foto de familia de los premiados en el SEFF
(abajo) Maria Alexandra Lungu y Antonio de la Torre
Se está haciendo costumbre en muchos festivales que quién presenta la gala de Inauguración se encargue también de la de Clausura. Así le ha ocurrido a Antonio de la Torre. En una gala austera, el actor mezcló humor con seriedad, castellano con la autotraducción al inglés. Pero sobre se fijó un objetivo: entregar 17 premios con agilidad. Para ello explicó el protocolo y aconsejó al público «no aplaudir más de la cuenta». El objetivo lo cumplió, algo a lo que también ayudaron los escuetos discursos de los ganadores. Todos ellos breves pero sentidos. Emotivo resultó Ángel Santos («Las altas presiones») hablando de todas esas pelis que se quedan en los cajones sin ver la luz. El SEFF ayuda a que eso no pase. Exultante estaba Ruben Óstlund («Turist») con su Giraldillo de oro. Feliz y radiante la jovencita Maria Alexandra Lungu («Le Meraviglie») y también su directora Alice Rohrwacher.
Uno de los protagonistas de la gala ha sido Fernand Melgar, ese suizo que habla castellano con perfecto acento andaluz. Su cine es revolucionario, de golpe duro, seco y directo. Le gusta retratar el maltrato a los derechos humanos por parte de las sociedades más opulentas de occidente. Por eso recibía esta noche el premio Rosario Valpuesta, reconocida defensora de los más vulnerables. Al recoger el premio se acordó de su abuelo, Juan Melgar, al que no conoció, pero que en los años treinta tuvo que huir de España porque defendía la libertad y aquí no había sitio para él. Fernand Melgar subió de nuevo, esta vez para recoger el segundo premio de la sección Las Nuevas Olas y en esta ocasión dio las gracias por su valor al director del festival, José Luis Cienfuegos, al que conoció hace unos años en Gijón. Añadió que Gijón ha perdido mucho, tanto como ha ganado Sevilla. Asturias estuvo muy presente en la gala, y no solo por la opinión de Melgar, sino porque dos directores de aquella comunidad se llevaban sendos premios. Ramón Lluis Bande («Equí y n’otru tiempu») agradeció el premio Resistencias al mimo con el que festival está cuidando una película que se sabe frágil. Por su parte Marcos Merino («Remine») recordó la lucha obrera de los mineros recalcando su ejemplo y el sentido de necesidad de su espíritu combativo en nuestro presente.
Hubo tiempo para cantar un «cumpleaños feliz» o para el disparatado número musical de Música Prepost (Fran Torres y Pablo Peña) cantando «I trusted you». Son tiempos para aprender idiomas, para autoimponernos confianza, para el drama y el pesimismo. Pero no son tiempos para dejarnos vencer.
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