«Hungry hearts» en el SEFF
Martes 11 de noviembre de 2014. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sevilla
Una imagen del largometraje Hungry hearts
«Hungry hearts» parece una comedia romántica. Arranca con una situación curiosa, cuando los dos protagonistas se conocen en el cuarto de baño de un restaurante chino en el que se han quedado atrapados. Es una casualidad embarazosa que termina de una forma divertida. De esa escena surge un amor intenso y pasional. Todo es luz y hermosura. Pero «Hungry hearts» no es una comedia romántica; al contrario, se trata de una historia terrorífica y claustrofóbica, un durísimo thriller psicológico. Parte de ese miedo lo consiguen las sobresalientes interpretaciones de Alba Rohrwacher y Adam Driver. Para entrar en el interior de los personajes, al trabajo de los actores hay que añadir la brillante dirección de fotografía y la excelente labor de su director, Saverio Costanzo.
Nuestro mundo da miedo, se ha llenado de ruido y suciedad. Las ciudades se han deshumanizado. Lugares tan poblados como Nueva York se convierten en urbes donde abunda la soledad. ¿Cómo criar en ese entorno a un hijo?, ¿de qué forma preservarlo? «Hungry hearts» es una película de capas que vamos descubriendo con lentitud, poco a poco, para encontrarnos cada vez más angustiados por la deriva hacia la que nos va conduciendo la película. Lo que podían ser comportamientos normales, quizá demasiado protectores a lo sumo, de una madre van tomando otro cariz: el de la obsesión. Costanzo juega con el beneficio de la duda. Es difícil ver la locura de un primer vistazo sino es extrema o ridícula. Así que ponemos de nuestra parte para presuponer algo en lo que nos vamos a equivocar, porque a veces las cosas sí son blancas o negras.
Cuando el protagonista se inquieta por la falta de avance en la situación aún piensa que puede resolverla, que el amor lo vence todo, que quizá no está confiando lo suficiente en su pareja, que las personas a las que queremos se merecen una oportunidad y todas las que necesiten. Y sigue pasando el tiempo, y todo se agrava, se enquista y se convierte en irresoluble. Hay en la película un punto de no retorno, en el que descubrimos que la amabilidad se perdió y solo queda la senda de la crudeza. Los hechos mandan, nos cuentan la verdad, señalan los errores, marcan los límites.
¿Sabríamos distinguir una obsesión? ¿Podríamos controlarla? ¿Cuándo nos damos cuenta de que hemos dejado de controlar la situación? ¿Cuál es la solución? ¿De qué forma resolver la realidad? ¿Qué mecanismos podríamos utilizar nosotros? No podemos ver «Hungry hearts» sin interrogarnos a nosotros mismos, sin ponernos en la piel de cada uno de los dos personajes y vivir su drama. Ese es el secreto de la película, que sin duda hay un punto en el que nos toca a cada uno. Lo que nos enseña es que tomar la decisión correcta es una elección difícil y a menudo dolorosa. No siempre somos capaces de salir adelante.
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