Ilustración: Artsenal
–No hay mus, porque no me da la gana.
–Ya estamos, cortándolo todo. ¡Que no nos dejas ni respirar!
–A grande, paso.
–Que lo diga mi compañero.
–Envido.
–Dos más.
–Se ve.
–Y de lo de Pablo Iglesias, ¿qué me dices?
–Que ni tanto, ni tan calvo.
–Explícate un poco más, Marcos.
–Ni es dios, ni el diablo. ¡Qué ya se verá! Parece «colorao» y eso me gusta. Pero que esto cambie si saca algo está por ver.
–Venga, venga. Dice el «coletas» que su referente es Chávez. Así que si gana, aquí se monta una Venezuela. Te lo digo yo. Y todos a ser pobres. A pegarnos cuatro tiros.
–No simplifiques, Juan. Lo de Venezuela es una revolución del pueblo, el motor de cambio de una nueva Latinoamérica que está poniendo punto final a un modelo oligarca de opresión. Se han liberado del capitalismo yanqui y lo están haciendo con un nuevo modelo, más social, de igual a igual.
–Una dictadura, o no lees la prensa, eso es lo que es.
–Pero qué dices, si votan más que nosotros.
–Ya, pero todo amañado.
–Pues a mí, a quien me recuerda es a Felipe González. Tan guapetón, con tanta labia, y con un mensaje fortísimo de cambio. ¡A ver quién no le vota!
–¡Hombre, Lucas, con el carisma del «Marianito», este no tiene nada que hacer!
–No sé, me da a mí que nos vamos a llevar la misma decepción que con Felipe. El poder económico lo tiene todo atado y bien atado. Aquí siguen mandando los de la «camisa vieja», como entonces.
–Pensé que lo decías por lo del marketing y la televisión, no por lo de prestidigitador.
–¿Os habéis fijado la caña que le dan ahora en la prensa?
–A mí ese rasgar de vestiduras al que estamos asistiendo, donde se nos advierte que con «Pablito» viene un infierno en el que arderemos todos y todas, me encanta. Me parece un buen síntoma. Hay muchas caretas en los partidos que tendrán que empezar a quitarse, porque las grietas del bipartidismo demuestran que el edificio de la alternancia entre la derecha y la socialdemocracia no va a sostenerse ya más.
–Mira, en eso de que necesitamos construir un edificio nuevo estoy de acuerdo contigo. No sé si pondremos ladrillos que vienen de Venezuela o estará planificando un edificio ilusionante pero irreal, como el que se negó a hacer Felipe González.
–Y tú, Mateo, ¿no tienes opinión? No has dicho nada.
–No hay perspectiva suficiente, así que todo se queda en estimaciones, sueños, ilusiones… Iglesias tiene un pasado, ha militado, nos ha enseñado su conciencia política a través de la televisión, es combativo, con punch, profesor de universidad, habla bien…
–Vamos, que te tiene enamorado.
–No tanto, pero frente al panorama que tenemos prefiero darle un margen de confianza y una oportunidad. Reconozco que me ha alegrado su irrupción, y la de Podemos, en el escenario de la «gran política» porque supone un cambio, un empezar a subir esa escalera por la que Rajoy lleva toda la legislatura obligándonos a descender, y eso, en estos momentos, me parece bastante. Los cambios son lentos, lo sé, y se tardará en ver los resultados. Lo que creo es que Pablo Iglesias no es Hugo Chávez, ni Felipe González, y ya se encargará él de hacer su propio camino con tiempo. No sé si traerá un cambio o no, y si se produce tampoco sé si será pequeño o grande, pero de momento me da unas esperanzas que ya creía haber perdido.
–¡Buah! ¡Ya se nos puso sentimental! Habrá que seguir con la partida. A chica, órdago.
–Jugador de chica, perdedor de mus.
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