La pieza teatral Villa+Discurso, del dramaturgo y director chileno Guillermo Calderón, pasa por España
Sábado 27 de octubre de 2012. Centro Dramático Nacional. Teatro Valle Inclán. Madrid
Cartel de la obra de teatro Villa+Discurso
En Villa se dirime qué hacer con el mayor centro de tortura y exterminio de la dictadura militar de Pinochet: Villa Grimaldi. Para eso, para tomar la decisión, tres mujeres jóvenes son convocadas. Ellas deben elegir entre reconstruir la casa demolida por los militares o levantar en su lugar un moderno museo. ¿Qué hacemos con la memoria?, ¿de qué forma la honramos más?, ¿cómo nos resulta más útil? Se pueden tomar muchos caminos que llamen a nuestra conciencia, que recuerden la tortura y la muerte orquestada desde un estado para exterminar a todos aquellos ciudadanos con ideas políticas de izquierdas.
Las dictaduras «salvapatrias» se instauran para imponer un régimen por la fuerza, derramando la sangre y la vida de quienes participaban con toda la legitimidad en el proceso democrático y social elegido por el pueblo. Los militares «salvapatrias» llegan siempre con la única razón de sus armas. No es fácil ponerse de acuerdo con lo que debemos hacer con los símbolos más trágicos de su inmundicia. Ahí podemos dejar una Villa Grimaldi reconstruida, o un centro de la memoria. Ambas opciones aliviarán la conciencia y se quedarán como símbolos, pero el tiempo implacable terminará por ir minimizando lo que queremos recordar. Podemos también dejar que sea la vida la que se imponga en forma de un parque abierto donde las personas acudan con sus propios recuerdos, sin encerrarlos en ningún espacio. Para recordar el horror sufrido, ¿basta con elegir un solo dolor entre muchos?, ¿cuál?, ¿el dolor del recuerdo, el dolor construido de imaginar la pesada carga de una habitación de tortura, el dolor de ver esa cámara de muerte tal y como fue, el dolor construido con símbolos, el dolor de las vidas truncadas y de lo que pudieron haber sido si no les hubieran llevado hasta ese lugar? Antes de nada tal vez sea obligado analizar lo que implícitamente significa cada opción que podamos tomar, después vendrán los sentimientos que nos producen y finalmente debemos mantener un diálogo con nuestras vísceras para elegir con conciencia, porque recordar se puede hacer de muchas formas. A veces, tomar una decisión significa un punto final, un pasar página. Otras, cuando se toman las correctas, se logran herramientas de convivencia, dignidad y recuerdo. Más que del proceso de elegir, de lo que trata esta obra es de cómo una sociedad interioriza el dolor de la represión y en qué forma decide que se recuerde. De acordar una memoria colectiva por encima de la que cada uno guarda. Ese es un terreno difícil pues una vez construida se certifica como única, el sistema de medida de toda comparación.
Francisca Lewin, Macarena Zamudio y Carla Romero en una escena de la obra Villa+Discurso
Villa entra en otro debate muy interesante y es si tiene derecho a opinar y tomar decisiones una generación que no vivió directamente aquello. La juventud se hace preguntas y conforma sus opiniones, es su historia y se sienten parte de ella pues está pagando las consecuencias. Los voceros de la ultraderecha, los que dicen que no hay otro camino, dicen que deben callarse, que de aquello no saben ni les incumbe. Guillermo Calderón ha decidido opinar y cuestionarse todo el entramado. Lo hace a través de un ejercicio valiente, con firmeza y sin esconder su voz. Calderón se eleva por encima de las contradicciones que surgen en la construcción de la Memoria Histórica de un país para hacer un análisis motivador, desde un pensamiento social de izquierdas, que infunda razones para reflexionar, con una visión sin complejos y con la capacidad íntegra de recoger aciertos y errores. Una construcción que no olvida el dolor como parte de su historia, pero que quiere un futuro diferente construido por ellos mismos en una democracia plena.
La segunda de las obras, Discurso, es una historia más teatral en su forma, pero igual de directa en sus intenciones. Simula el discurso de despedida de Michelle Bachelet al dejar la presidencia de Chile, un discurso más íntimo que el oficial, uno en el que se atreva a hacer un análisis sincero de su gobierno, lejos de las cámaras. Se realiza a tres voces que se van superponiendo y conversando, mostrando las propias contradicciones entre el personaje, la persona y el ideal no cumplido. Para el espectador no pasará desapercibido el poso a traición, el que ofrece un partido que no aplica políticas socialistas aunque éstas vengan en su nombre y sus siglas. Es la derrota de una izquierda que gobierna sin atreverse a mover una coma del sistema económico nacional que se sigue rigiendo por las tesis neoliberales de la derecha, la que deja que todo siga igual, donde lo dejaron los anteriores, como si fuese suficiente con que toda la responsabilidad se quedase en unas intenciones incumplidas.
En realidad se trata de una traición doble ya que se lleva por delante la esperanza después de haberle asestado una nueva puñalada, más dolorosa incluso por venir de las propias filas. Resulta frustrante en todos los sentidos que incluso llegando al gobierno las víctimas sean incapaces de conseguir que se aplique la justicia elemental, imposibilitados para tomar las decisiones que deberían desenredar la tela tejida. Discurso encara esa realidad, la interroga, la explica, nos muestra sus contradicciones y nos deja ese sabor amargo al que sabe toda derrota, de lo que debió haber sido pero no fue.
Villa+Discurso son dos obras sobrecogedoras, de las que ponen la piel de gallina porque están llenas de sentimientos. En parte es por un texto lleno de habilidad para llevarnos por los rincones más oscuros de nuestro interior y plantearnos las preguntas básicas para levantar una sociedad democrática; pero en gran medida también ocurre por la interpretación de Francisca Lewin, Macarena Zamudio y Carla Romero, las tres actrices que dan vida y sostienen sobre su carne todo el dolor revivido, sacando la emoción de las propias entrañas. Es el suyo un trabajo enorme, tan impresionante como efectivo.
Es Chile, pero ambas obras podían trasladarse a la España reciente. Podríamos escuchar el discurso de Zapatero pidiendo perdón por lo que dejó de hacer o a un grupo de jóvenes discutiendo que hacer con ese santuario fascista del Valle de los caídos. Pero aquí no hicimos ese ejercicio, nuestra famosa Transición solo sirvió para callar bocas y no nos permitió hacernos preguntas. ¿Cómo sino puede entenderse que la antigua Dirección General de Seguridad del Estado, lugar donde se torturaba durante la dictadura, sea hoy la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid sin que a nadie le sonroje?
A modo de pequeño anecdotario: Villa+Discurso se estrenó en Chile el 16 de enero de 2011 en el Festival de Teatro Santiago a Mil. El lugar elegido para su estreno no fue un teatro sino un sitio llamado Londres 38, un espacio hoy dedicado a la memoria, pero que durante la dictadura fue usado como cárcel clandestina de tortura y exterminio a militantes de la izquierda chilena.
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