Babel, una producción de Pedro Costa con dirección de Tamzin Townsend y la interpretación de Aitana Sánchez Gijón, Pilar Castro, Pedro Casablanc y Jorge Bosch
Domingo 7 de octubre de 2012. Teatro Marquina. Madrid
Cartel de la obra de teatro Babel
Babel sorprende nada más comenzar. Dos coqueteos en un bar de copas visto a través de unas pantallas y dos parejas que se dirigen hacia dos asépticas habitaciones de hotel con la intención de ser infieles por una noche. Cuando las pantallas se apagan entran los actores y, simultáneamente, van diciendo sus diálogos. A veces coinciden dos voces en la misma frase, otras alguien empieza una expresión que termina otro, o dice justo lo contrario. Los diálogos se cruzan entre las dos habitaciones. Ese runrún de justificaciones, de conversaciones repetidas y ya sabidas, nos lleva a una trampa, a pensar que todas las relaciones, por diferentes que nos parezcan, son iguales, que se pueden representar con el mismo texto. Pero no es así. Si nos dejamos caer en el engaño, la obra nos sorprenderá, pues nos va conduciendo hacia relaciones singulares, difícilmente repetibles y la conclusión termina virando. Lo que son iguales son los resultados, independientemente de las relaciones. Estamos destinados a distanciarnos y ese instante llegará. Toda pareja se ve abocada a sufrir un cierto desgaste porque llega a un punto en el que ya ambos son incapaces de comunicarse para expresar lo que sienten. A veces es el egoísmo de uno de ellos, otras que simplemente la realidad se percibe de forma diferente y las más que se llega a ese momento en que los ritmos se descompasan y se dejan de compartir las mismas ilusiones o que nos cansamos de esperar.
Babel nos obliga a cruzarnos con dos parejas en la misma noche que los cuatro tuvieron la posibilidad de ser adúlteros y ahora están cargados de remordimientos porque en cada pareja uno de los miembros no ve mayor problema en haber sido infiel y el otro carga con el peso de ser la víctima. También nos enfrenta con una mujer que huye de toda relación y con un hombre apocado que ha magnificado una vieja historia de la que ella no se acuerda. Nos muestra a una psicoanalista cargada de miedos y traumas y a su marido incapaz de dejarla pero que se ha buscado otra relación al margen. Y la última pieza es un vecino que tiene mala suerte, un tanto sospechoso y tratando de ocultar un cierto rastro porque las cosas casi nunca son lo que parecen y en esa balanza con la vida sabe que va a resultar perjudicado. Todos están en ese punto que si miramos desde la distancia señalaremos como el momento exacto en que se quebró la relación, el punto de no retorno.
Cada una de estas historias se van entremezclando y todas mantienen vínculos que las relacionan. Es una simple casualidad la que las va enlazando para con sutileza ir construyendo una torre de babel con ellas. Quizá es esa imbricada estructura lo más atrayente de la obra, la coherencia con la que cada parte trabaja para que el espectador logre ver un todo a través de las vidas de unos pocos personajes, que pueden estar tan alejados de él como sentirlos próximos, pero que al final le fabrican el rompecabezas completo que el autor había tramado como una un construcción de fina ingeniería.
Pilar Castro, Pedro Casablanc, Aitana Sánchez Gijón y Jorge Bosch en una escena de la obra Babel
Esa construcción se asienta en la interpretación de cuatro excelentes actores, Aitana Sánchez Gijón, Pilar Castro, Pedro Casablanc y Jorge Bosch, que brillan sobre este escenario con su trabajo. Ellos sostienen los nueve personajes y consiguen la fluidez necesaria para que decidan si enfrentan las casualidades o dejan que éstas los manejen. Lo demás lo apoya. Así ocurre con la escenografía que resulta original con una pasarela superior para que el público mire hacia arriba en algunas escenas y escuche en ellas las mayores confesiones, o con el uso bien integrado de elementos multimedia.
Pero no todo brilla en el texto. En mi opinión no es acertado que unos personajes te narren la historia de otros y que no sean las propias historias las que pasen. Esos largos monólogos, aunque parezcan ganar tiempo, entorpecen más que ayudan. Tampoco me gusta que un personaje te cuente un sueño, pues nada hay más aburrido para un espectador que una entelequia onírica que debe funcionar como una imagen subjetiva e individual pero que lo explica todo si das con la interpretación correcta. La realidad es que lo que hacen los sueños es despistar. La línea temporal de la trama también tiembla un poco y presente y pasado a veces se confunden. Las tres son salvedades que no perjudican la obra aunque algo enturbian.
Discutible es también el final donde el espectador se vuelve a su casa sin tener claro que pasó con ella. Es una decisión respetable, pero me hubiera gustado algo más explícito porque lo cierto es que de la obra ya me llevaba unos cuantos deberes de esos de pensar como para tener que darle vueltas también al final.
A modo de pequeño anecdotario: Babel es la traducción que se le ha dado a la obra de teatro del autor australiano Andrew Bovell. Su título original es Speaking in tongues. La compañía de Sidney encargó a Bovell que les escribiese un texto teatral, y para cumplir, el autor no dudó en fusionar dos de sus trabajos previos: Like whisky on the breath of a drunk you love y Distant lights from dark places.
Posteriormente la obra fue llevada al cine por el director australiano Ray Lawrence, aunque en este caso la tituló Lantana.
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