Una Sección Oficial de altibajos con excelentes trabajos y también con proyectos en camino de algo mejor
Jueves 4 de octubre de 2012. Sala Berlanga. Madrid
Cartel del cortometraje La media pena
Explica Sergio Barrejón, el autor de La media pena, que el título del corto viene de un dicho popular nórdico que dice que las alegrías compartidas son dobles y las penas entre dos se quedan en la mitad. Es un gran corto porque consigue transmitir emociones y nos obliga a sentir empatía por dos personajes en una situación angustiosa. El primero de ellos, el que interpreta Luis Callejo, es un alto ejecutivo que en la soledad de la noche de su despacho quiere pegarse un tiro. Mientras se decide oye llegar a la mujer de la limpieza (Tanya Roberto). La entrada de ella hace girar totalmente la historia. Es cierto que encontramos instantes cómicos, la mayoría de las veces por la propia situación, pero a través de ellos vamos descubriendo la vida complicada de una mujer que dejó su país para ganarse la vida. Escuchar lo que la mujer va diciendo a escondidas hace pensar al protagonista y le fuerza a cambiar su enfoque al saber que hay penas que pesan más que las propias. La fotografía en blanco y negro de La media pena le da un toque a cine clásico con el que narrar una anécdota que puede ser atemporal, pero que refleja la falta de humanidad de los trabajos en este siglo.
Para comedia, para ironía, la de Mi papá es director de cine, de Germán Roda Amador. Nos quiere hablar del estado del cine actual, donde hacer películas es casi un imposible. Podría haber empleado toda su rabia, pero encontró una manera mejor, con la voz y la imagen de su hija Alba, una niña que está ya cansada de que su papá grabe cada gesto que ella hace. Soporta desde que nació ese capricho de su padre. Esa acidez que destila el corto, contado desde la más absoluta inocencia, desborda a quien lo ve, que se encontrará incapaz de permanecer al margen.
Cartel del cortometraje Odysseus' Gambit
El jugador de ajedrez, ese camboyano, nos habla de sí mismo y nos hace mirar hacia una hipotética comparación entre lo que hubiera sido de él en su país y lo que es aquí. Con su voz cuestiona el tópico que tienen los estadounidenses de considerar su país como el mejor del mundo y a la vez va suscitando preguntas en el espectador y despertando una conciencia crítica hacia las políticas imperialistas del país más poderoso del planeta.
Tierra Estéril, de Irene Garcés, es un trabajo lleno de simbolismo, donde las imágenes cuentan la tragedia que se calla. La educación es fundamental para formar personas, pero hay lugares en los que la vida corre peligro cada día. Tal vez haya terminado la guerra, pero sobre esa tierra yerma aún perviven los restos de un pasado violento, los que pueden hacer soltar por los aires el futuro.
Abril, de Víctor Palacios, nos quiere contar una historia fuerte, de esas increíbles pero verídicas. Pero nos la plantea con engaños para hacer el giro al final. Ninguna de sus dos actrices resulta creíble, tal vez por lo artificial de su conversación, por esos diálogos que apenas encajan con el gesto. A Como dirán tus esquelas, de Mario Pérez, se le queda corto el tiempo, tal vez hubiera necesitado toda una película para desarrollar la idea de una trama policíaca de corrupción. Al menos para contar ese asunto turbio por el que se están jugando la vida en el corto.
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