lunes, 11 de noviembre de 2013

Seductores y seducidos

Rodrigo Sorogoyen estrena su película Stockholm

Cartel de la película Stockholm
Cartel de la película Stockholm
¿Por qué? Porque es un cine fresco y sin complejos.
Stockholm participó en el pasado Festival de Málaga, siendo una de sus películas revelación. Se llevó tres biznagas de plata (mejor dirección, actriz ex-aequo y guionista novel) y también una mención especial del jurado de la crítica. Su paso por Málaga creó muchas expectativas, y sin embargo ha tenido que pasar medio año para que por fin logre estrenarse en las salas comerciales. Lo ha hecho en 15 salas de once capitales, un número muy discreto que no se corresponde con la calidad de la película.

Cuenta Rodrigo Sorogoyen, su director, que empezó a darle vueltas a la idea en 2007, que después consiguió convencer a Isabel Peña para escribir juntos el guion de lo que pensaban iba a ser un cortometraje que les sirviera para contar en escasos veinte minutos un ligue de una noche que termina convirtiéndose en un secuestro. La idea maduró, fue girando con la incorporación de nuevas personas y creciendo. El equipo decidió formar una cooperativa, trabajando sin cobrar y capitalizando sus sueldos en la producción, es decir aventurarse a posponerlos hasta que la película se estrenara en cines y obtuviese beneficios. La ilusión y la falta de financiación les llevó a la plataforma Verkami y a través del crowdfunding lograron 13.050 € para financiar la película. El dinero se aprovechó bien y resultó suficiente.

Stockholm se divide en dos partes bien diferenciadas. La primera tiene que ver con el cortejo y el juego de la seducción. El espectador asiste al despliegue masculino de un conjunto de armas con las que conquistar y encandilar a una mujer. El camino empieza con el desinterés absoluto de ella, pero es la seguridad de él, su insistencia y la verborrea que emplea las que van tirando muros, primero los pequeños como la aceptación de caminar en el mismo sentido por la misma calle, de compartir ese pequeño trayecto hasta la siguiente esquina que poco a poco se va alargando. El amor es un juego divertido lleno de provocación. Hasta aquí la película no deja de ser como cualquier otra comedia romántica, aunque haya marcado pequeñas diferencias: la asunción implícita de la mentira como herramienta válida de seducción, la sensación de estar entre la víctima y el verdugo sin saber muy bien quién es quién, la separación entre la idea de lo femenino y de lo masculino con intereses profundamente contrapuestos y el establecimiento de los límites entre lo que quiere uno y no la otra para determinar quien acaba venciendo.


Trailer promocional de Stockholm
La segunda parte tiene que ver con el despertar a la mañana siguiente, cuando la conquista queda atrás para reincorporarnos a la vida diaria. Esa mañana todo cambia y lo idílico va camino de vivirse como una pesadilla. Desde que abren los ojos los protagonistas, el espectador sabe que asiste a otra película, la de las diferencias, la de la imposibilidad de amar, la que dice que todo se termina con la noche… Con la luz del día las grandes palabras pierden todo su brillo. Las intenciones se hacen subterráneas y el juego ya no resulta divertido ni apetecible, sino que se va haciendo amargo. Stockholm deriva en este parte hacia un thriller psicológico que funciona igual de bien que la comedia romántica del principio porque ha sabido conseguir la implicación del espectador, que le importe lo que va a pasar porque se siente ya parte de la historia. El espectador, que siempre es un vouyer en la cuerda floja, va sintiendo un cierto síndrome de Estocolmo que le lleva a posicionarse eligiendo con qué protagonista se queda.

La cultura hipster está integrada en la película, tanto por su estética como por la sensibilidad o el estilo de vida que plasma. El nihilismo de sus personajes es el mensaje más directo de Stockholm, pero no un nihilismo profundo, de libro, sino dulcificado y transmitido bajo un cinismo simpático y cómplice de lo cotidiano. Lo que nos dice es que en realidad toda relación establece un duelo de egoísmos en busca de satisfacer las propias necesidades de cada cual, en le que las aparentes cesiones ocultan otras jugadas. Los personajes guardan sus cartas para esa única jugada que esperan sentencie la partida. Ese esconder, representar, atraer, engañar, seducir y salirse siempre con la suya forman parte del secreto de la película, donde las cosas pocas veces son lo que parecen.

Stockholm es una buena película, dinámica y que engancha. Raro es que a alguien no le guste.

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