viernes, 8 de noviembre de 2013

El sistema quiere trabajadores que solo coman, duerman y mueran

Come, duerme, muere, la película que Suecia enviará a los Oscar

Cartel de la película Come, duerme, muere
Cartel de la película Come, duerme, muere
¿Por qué? Por la denuncia social.
Sería bueno que nos preguntásemos como afecta esta crisis a los ciudadanos suecos. Lo más probable es pensar que apenas les debe preocupar porque forman parte de un país rico con un estado del bienestar muy consolidado. Al menos, eso nos quieren dar a entender aquí, donde a menudo nos ponen a Suecia como ejemplo del paraíso hacia el que debemos encaminar nuestros pasos. Pero la realidad siempre resulta ser otra. Vivimos en un mundo globalizado que mira mucho los números y muy poco a las personas, ya sea en Somalia, la India, México, la república de Zambia, China, España o Suecia. Lo cierto es que sobramos muchos en ese universo ideal de cifras y competitividad, todos esos que no queremos «adaptarnos» para ser «útiles» al sistema en el grado que el sistema quiere, convirtiéndonos en inadaptados que se van quedando por el camino.

Gabriela Pichler, nacida en Suecia de padre austriaco y madre bosnia, nos acerca con su ópera prima Come, duerme, muere a esa realidad que ni sospechábamos. Su trabajo le ha valido llevarse los premios de la Academia Sueca de Cine a mejor directora, guion, película e interpretación (para Nermina Lukac en este caso). Además la película ha sido elegida para ser enviada a los Oscar representando a Suecia y ha ganado la Semana de la Crítica en Venecia y el Festival de Cine Europeo de Sevilla 2012. Algo que ni siquiera le ha garantizado una buena distribución en nuestro país.

La protagonista de Come, duerme, muere es una joven sueca de origen balcánico, musulmana y que vive con su padre, afectado por unos dolores de espalda que apenas le permiten trabajar. Así que con el dinero que gana ella subsisten los dos. Es buena en su trabajo, pues tiene una asombrosa rapidez que le permite ser capaz de empaquetar más hojas de rúcula que nadie, algo que debería servirle para mantener su puesto de trabajo en la pequeña fábrica local de envasado de productos vegetales, si alguna vez llegasen al pueblo los tiempos de los recortes. Aunque estamos en Suecia, los despidos llegan. No hay un patrón entre los que son despedidos, no depende de sus edades, ni del sexo, ni siquiera de sus capacidades o el puesto que desempeñan. Se quedan los que cobran menos. Esa es la cruda realidad. La ley de la competitividad, la de la oferta y la demanda aplicada a los puestos de trabajo, dicta que se obtiene un mayor beneficio con la mano de obra que aportan aquellos trabajadores con salarios más bajos, independientemente de su experiencia o su eficiencia. Todos y todas podemos estar en la calle mañana y no hay una garantía de justicia en la decisión.


Trailer promocional de la película Come, duerme, muere
En el pueblo no hay trabajo, ni lugar para la iniciativa. Está muerto laboralmente hablando. Las oportunidades habrá que buscarlas emigrando hacia las ciudades grandes que aún pueden ofrecer trabajos no cualificados o a otros países más ricos. Pero lo curioso es que estamos hablando de Suecia y descubrimos que está igual de carcomida por el neoliberalismo que los pobres países del sur de Europa. Pichler hace una película de denuncia a todo un sistema económico, sin levantar la voz, muy despacio, dando mucho tiempo a reflexionar, a establecer las relaciones, a comparar las situaciones, a ver hacia dónde nos llevan a las clases trabajadoras y las capas populares. El propio título de la cinta nos da una pista, el sistema quiere trabajadores que solo vivan para el trabajo: que coman, que duerman y que mueran, sin otra inquietud. El objetivo es convertirlos en esclavos totalmente dependientes de quien les ofrece un trabajo, tan a su merced que se vean obligados a aceptar cualquier condición para mantenerlo. El neoliberalismo lo degrada todo porque quiere regresar al comienzo de los tiempos de la revolución industrial con relación a la mano de obra.

El modelo que busca el capitalismo es el de la precariedad laboral, el de la incertidumbre, el de los favores sustituyendo a la justicia social. El sistema nos quiere inútiles para vivir, desmemoriados, sin iniciativa y sobre todos doblegados para que seamos trabajadores obedientes, flexibles y con mucha disposición a la movilidad. La experiencia o la eficacia se quedaron por el camino. La vida y el concepto de personas también se perdieron pues no reportan beneficio alguno al empresario que gobierna nuestras vidas.

El gran valor de Come, duerme, muere es el de humanizar los deshumanizado, obligando a mirar hacia las personas, a lo que son y en lo que se van convirtiendo.

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