El Festival de cine alemán en Madrid estrena la nueva película de Margarethe von Trotta Hannah Arendt
Miércoles 12 de junio de 2013. Cine Palafox. Madrid
Cartel de la película Hannah Arendt
Arendt fue una filósofa alemana de origen judío, exiliada e ingresada en un campo de internamiento francés durante la Segunda Guerra Mundial. Pero la película se centra en los primeros años de la década de los sesenta, el periodo en el que escribió para de New Yorker una serie de artículos sobre el juicio a Adolf Eichmann, oficial de las SS al que el servicio de inteligencia israelí secuestró en Buenos Aires para llevarlo a Jerusalén y juzgarlo. Esa experiencia, la de ver a un hombre mediocre que se defendía de sus cargos hablando de la burocracia y de que su honor estaba simplemente en cumplir con su obligación, la marcó.
No es fácil entender el mal extremo, pensamos que toda maldad debe provenir de un cierto nivel de egoísmo. La barbarie del Holocausto la cometieron personas humanas que decidieron anularse en su propia humanidad, que optaron por no pensar, por cumplir órdenes de una manera administrativa, desentiéndose de las muertes que eran el resultado de ese cumplimiento de la obediencia debida. Es lo que la filósofa designó como «la banalidad del mal», un estigma que se aupa sobre los seres humanos que dejan de pensar y al hacerlo se deshumanizan, perdiendo por tanto la única condición que les hace humanos. Vivimos en sociedades que fomentan un ocio de ese tipo; para descargarnos de los problemas diarios nos invitan a dejar de pensar, a abandonarnos y que sean otros los que hagan el esfuerzo y tomen las decisiones por nosotros. Siempre hay una responsabilidad personal frente a responsabilidad colectiva, no tomarla nos conduce al desastre. Hoy también. Quizá ese sea el mayor de nuestros males, el que nos deja levantar cabeza y seguir sometidos al dictado de los que mandan en este sistema capitalista tan injusto.
Para eso, para agitarnos, debemos defender la necesidad de un pensamiento independiente, que no se deba a intereses, ni a ninguna patria; que sea objetivo y que rompa con todos aquellos cimientos mal construidos. Al cine se puede ir a dos cosas, a dejar de pensar o a pensar. Hannah Arendt no es cine de esparcimiento.
La directora Margarethe von Trotta presentando su película Hannah Arendt
Un amigo le pidió que hiciera una película sobre la filósofa Hannah Arendt. Le interesó primero como pensadora y después como persona. En especial por la forma en la que defendió sus ideas en el libro de Eichmann en Jerusalén y como fue capaz de mantenerlas con firmeza, a pesar de las críticas de amigos y enemigos. Dice que primero le dio vueltas a hacer una película sobre toda su vida, pero se dio cuenta que de esa forma no podría entrar en profundidad en ninguna de sus ideas, así que eligió cuatro años, los del libro sobre Eichmann para mostrar su lucha y como va tomando forma en ella la idea de la banalidad del mal tras solo ver en Eichmann a una persona mediocre.
Arendt fue una mujer que pensó por si misma y que supuso la reivindicación de todas esas personas que sienten la necesidad de volver a pensar por sí mismas, recuperar su pensamiento, «pensar sin nada a lo que agarrarse». La directora define Hannah Arendt como el duelo entre la persona pensante (Arendt) y la que no piensa (Eichmann). No hay ningún pensamiento que se sostenga sin una persona detrás. Lo que busca, y lo que le gustaría, es que el espectador esté pensando con la película y que incluso llegue a coincidir con los mismo pensamientos que la protagonista. No es fácil hacer una película sobre una filósofa. Confiesa que su intención en el largometraje ha sido el de tratar de vincular la figura de Arendt con la persona que fue Hannah. Pensar nos puede ayudar a evitar ciertas catástrofes, pero no nos garantiza que no caigamos en las trampas. Heidegger, el maestro de Arendt, cayó en las que les propuso el movimiento del nacional socialismo de Hitler.
Sobre la parte técnica comenta que prefirió utilizar imágenes de archivo en lugar de recrear con un actor el juicio a Eichmann porque quería que el público viera al auténtico y fijar así su mediocridad.
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