La Muestra de Cine de Lavapiés confirma su apuesta por un nuevo modelo de hacer cine
Martes 25 de junio de 2013. C.S.A. La Tabacalera de Lavapiés. Madrid
Cartel del largometraje El cosmonauta
La película que se proyecta es El cosmonauta, de Nicolas Alcalá, un largometraje sustentado en un modelo nuevo que muchos apoyamos de una forma militante. Se ha financiado a través de un crowdfunding que ha involucrado a más de 4.500 personas, se ha licenciado de forma libre mediante creative commons, se ha creado una amplia comunidad digital de apoyo y, finalmente, se ha distribuido gratuitamente a través de internet. Cada uno de estos detalles se encuentra explicado en su web la experiencia del cosmonauta. El hecho de aportar al mundo del cine todos estos nuevos conceptos, ha convertido a la película en un paradigma que ha creado muchas expectativas. Nadie duda de su riqueza en ese sentido. La propuesta, convertida en realidad después de tres años de trabajo, parte con esa ventaja que nace de la curiosidad y que a priori la hace tan atractiva. La sala se llena por eso, y es necesario buscar más sillas para que nadie se quedase sin verla.
El cosmonauta es pionera y un icono de un modelo cinematográfico que se está fraguando. Pero hay que hablar de los resultados. En lo fílmico, destaca una fotografía que retrata inmensos y desoladores espacios y con la que se construye todo el ambiente de la película. Hay una intención conseguida de crear un universo cinematográfico que transciende en la película y que la dota de un estilo propio. Se puede destacar su ambición, calidad y el trabajo estupendo en ese sentido de buscar hacer un cine «grande». Sin embargo, más allá de esos parámetros con los que se suele medir el cine de autor, algo que persigue El cosmonauta con claridad, no hay nada más que una nostalgia que lo tiñe todo y hace languidecer la película hasta morir. La verdad es que no funciona porque se queda en un conjunto de retazos que construyen un largometraje demasiado inconexo y con una complejidad innecesaria que no da facilidades al espectador que se quiere meter dentro. Es como si solo nos permitieran contemplar desde fuera su poesía, como si solo quisieran que miráramos el cuadro. Pero el modelo con el que está hecho (crowdfunding, licencias libres, comunidad digital y distribución en internet) no tiene ninguna culpa de ésto.
Cartel del cortometraje Vacui Spacii
Hay también varias decisiones que no logro entender y que sin querer me sacan de la película. La primera de ellas es por qué los rusos hablan en inglés, más aún cuando el italiano que arranca la película si lo hace en su idioma. Veo una intención de llegar a un público internacional y compruebo que ésto se prioriza sobre otros aspectos. También me desconcierta el hecho de señalar algunos instantes temporales para ubicar al espectador, como por ejemplo indicar que la siguiente escena ocurre tres días después, algo imposible de colocar en una línea del tiempo rota, pues toda la película es un ir y venir por distintos momentos del pasado que abarcan unos siete años y que se mezclan sin seguir un orden temporal, sino al buen tuntún de la memoria.
El El cosmonauta es más que una película; sus autores han utilizado el concepto de Transmedia para crear otras piezas que expanden el universo de la película y se relacionan con ella. Una de estas pequeñas piezas es The Ritual, de Nicolas Alcalá y Bruno Teixidor, que se proyectó previamente a la película y que quiere narrarnos las supersticiones que todo cosmonauta en su sano juicio debe realizar antes de emprender una misión espacial.
De Argentina llegaba el corto Vacui Spacii, de Martín Eschoyez, que abrió esta sesión. Se trata de un trabajo experimental que juega con colores y sonidos y que se encuentra más próximo al ámbito de la vídeo-creación.
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