El nuevo cine latinoamericano tiene voz de mujer.
Claudia Pinto y Carme Elías durante la Rueda de Prensa
Hace frío en Gijón. Me doy cuenta que vuelvo a recurrir a la meteorología para abrir otra reseña del
FICXixón. Debe ser porque siento la climatología como una parte de esta ciudad, del carácter de sus gentes, de las sensaciones que se producen y de este festival. Cuando hace más frío, a cualquiera le apetece estar en casa, lo más arropado posible y ver una buena película. Las mejores se ven en esos días. Hoy no ha sido una excepción como ha ocurrido con
La distancia más larga, aunque eso es siempre opinable. Hay al menos una opinión en la que todo el mundo se muestra de acuerdo en esta edición. Tiene que ver con el anuncio de Coca-Cola que se proyecta antes del pase de las películas de la Sección Oficial. Preguntes a quien preguntes le parece moralmente vergonzoso. Su campaña de marketing
Cambia las estadísticas que va en contra del sedentarismo y la obesidad –sobrepeso lo llaman- enfada y mucho a los espectadores en cada pase. No gusta esa actitud de paladín de la salud de quien no es otra cosa que uno de los principales generadores de lo contrario, eso mismo que dice combatir. Molesta su hipocresía, que la marca piense que todo es una opinión de imagen, que la realidad se borra con una simple campaña y que somos tan tontos como para creérnoslo.
Sección oficial. La distancia más larga. Claudia Pinto
La distancia más larga es la ópera prima de Claudia Pinto. Me emocionó verla. Con toda sinceridad creo que es una maravillosa película que por justicia deberá llevarse más de un premio en esta edición. Ahora me toca justificar esta opinión más allá del enganche que he tenido con la cinta. No me quito de la cabeza los ojos de Carme Elías en la escena final, con esa inquietante mirada de felicidad. Es directa y penetrante, como el temblor que se siente cuando se gana después de un duro camino defendiendo la razón frente a los demás. Con
La distancia más larga se sufre y se sonríe a la vez, porque es un punto de encuentro con los sentimientos y la vida.
Me gusta porque respeta la opinión de los personajes sin traicionarlos. Habla de dolorosas decisiones sostenidas por la razón a pesar de que el corazón pida lo contrario. Esa tolerancia de admitir la decisión de otro aunque no se comparta salta la pantalla y se contagia, nos hace mejores, más personas. Me gusta también porque muestra el proceso de entender las situaciones más complicadas, las que no se explican con palabras porque cuando las vamos a verbalizar siempre forman un nudo en el estómago. Me gusta, finalmente, porque pregunta qué es el valor y nos responde diciendo «sostener lo correcto».
Es hermoso el paisaje de la gran sabana venezolana y esa senda que lleva como destino a la cima del Roraima convertida en una metáfora de los mejores momentos que disfrutamos, de tenacidad, de superación y de viaje interior. Cuando se debe elegir entre cómodas carreteras rectas y asfaltadas frente a senderos polvorientos, tomar el camino difícil se aplaude.
Claudia Pinto abre la rueda de prensa explicando el modelo de financiación del cine venezolano. Es la ley del 5%, ya que se dedica este porcentaje de las entradas de cine, de los beneficios de televisión y de lo que se recauda como precio de emisión de los anuncios comerciales para dotar el fondo cinematográfico que permite hacer películas. Pinto se atreve a decir que este modelo ha influido en que tengan en este momento una cinematografía emergente. De la película cuenta que uno de sus conceptos principales es el de la dualidad: hay en la cinta dos tipos de país –el de la gran ciudad y otro totalmente rural-, dos tipos de muertes y dos viajes vitales. Uno es un viaje exterior, infantil y jovial y otro más interior, más discreto. El trabajo ha consistido en unir esos dos viajes.
La película nace del lugar en el que se desarrolla al que la directora fue en un viaje personal y que le sirvió para ver aquello que le preocupaba de una forma más clara. Esa geografía es por tanto un punto de partida, pero también un personaje más con el que contar el interior de Martina y de Lucas. El de Martina es un personaje muy complicado, centrado en el interior y que presenta muchas escalas. Reconoce que ella durante el rodaje se pasaba el tiempo llorando. La película se hizo con pocos recursos y para resolver esa escasez salió la magia del cine que surge cuando hay trabajo en equipo. Cada miembro puso su corazón y su alma. Se fueron quitando corazas igual que lo hacía el personaje. El equipo desapareció para que la protagonista fuera la historia.
Carme Elías habla de su trabajo para dar vida al personaje de Martina. Al llegar al sitio encontró lo que necesitaba, pues la precariedad del lugar arropaba a su personaje. Lo demás fue ir aflojando, saber hablar con los silencios y establecer una gran confianza con la directora y el equipo. La dificultad estaba en no caer en el sentimentalismo, sino estar en una raíz más profunda
Sección oficial. Ida. Pawel Pawlikowski
Pawel Pawlikowski durante la Rueda de Prensa
Pawel Pawlikowski es un rebelde del cine, un artista consciente de que la forma de mirar marca la diferencia. Sus planos no siguen lo estándar, lo importante no suele colocarlo casi nunca en el centro, sino que lo desplaza. Puede parecer que da libertad al espectador, que le avisa sobre que la cámara no lo es todo y que está obligado, usando su experiencia, a completar la escena incluyendo aquello que se ha quedado fuera de foco. Pero la fotografía está construida para que quien la vea vaya moviendo los ojos, buscando. Hay en ella una la intención de señalar de qué forma mirarla. Seguir el cine de Pawlikowski requiere esfuerzo en el espectador, al menos realizar el mismo trabajo que esa misma persona debe emplear en entender el mundo que le rodea a diario.
Ida es una película sin artificio, íntima, sencilla. Me doy cuenta de que las palabras que estoy empleando dan una opinión positiva de la cinta. Sin embargo la sensación que tengo después de verla y de pensar en ella es la de una película que no me gusta. Me parece superflua e innecesaria, pero sobre todo fría. Es como si se quedase en un espacio distante que no me afecta, como que nada me importara lo que le pasa a sus personajes. Habla de identidad, de raíces y de creencias, pero lo cierto es que lo hace sin involucrarse y apenas sin expresividad, dejándolo todo en una desnuda idea conceptual demasiado pura. Las cuestiones que plantea no las desarrolla para que lleguen a inquietarme y no creo que el film sirva para crear conciencias.
No comparto el concepto cinematográfico de las últimas películas de Pawel Pawlikowski, pero me gusta escucharle explicarse. Le da vueltas a lo que cuenta buscando encontrar una comunicación perfecta, donde el oyente pueda entender completo el punto de vista del director, con su mensaje íntegro. Alarga sus explicaciones, las matiza, y está atento a todo. No necesita demasiado al traductor porque entiende el castellano, pero prefiere responder en inglés. Repasando las fotografías que he tomado de él veo que son casi las mismas que le hice aquí mismo hace dos años, cuando su película
The Woman in the Fifth clausuró el Festival. Apenas encuentro matices diferentes, en ambas ocasiones lleva ropa negra, usa las mismas gafas, posa con los mismos gestos e incluso el corte de pelo sigue siendo igual.
Pawlikowski, en rueda de prensa, habla de que con
Ida aborda la realidad. Podría parecer una referencia al cine polaco clásico, pero él responde que esas películas tienen una relación dramática y retórica con la historia, mientras que él ha elegido ser más contenido y formal, apartándose de ese lenguaje cinematográfico explicado con movimientos de cámara, lleno de imaginería y demasiado barroco. Es una película de personajes; las dos protagonistas son muy distintas, en físico y en carácter, pero también por sus peculiaridades. Ida no representa un modelo psicológico y sociológico. Es una novicia que tiene una fe fuerte, orgánica, que no está restringida a la concepción de la creencia católica. Su idea de religión no se limita al concepto tradicional de dios. Wanda está al otro extremo. En lo que ella tiene fe es en el marxismo, pero esa fe se está rompiendo. Es una mujer que necesita desplegar sus deseos mundanos: beber, bailar… Ambas son tendencias opuestas tirando en direcciones contrarias. La concepción que tiene Ida del mundo es muy limitada, su identidad viene fijada por el entorno y sus rituales. Al descubrir sus orígenes judíos y el hecho de que fuesen católicos quienes mataron a sus padres establece una lucha entra la sangre y las creencias. A través de Wanda descubre la necesidad de tener otra persona al lado y se da cuenta que tiene que vivir nuevas experiencias que le permitan descubrir lo que hay en el mundo antes de renunciar a él cuando selle sus votos. Esa es la prueba a su fe. El director añade que también es una historia de amor extraña.
Pawlikowski ha luchado contra simplificaciones y atajos con
Ida. Ha elegido hacerla en blanco y negro porque los recuerdos de esa época que él tiene también lo son. Su intención era hacer la película de la forma más sencilla. Por eso ha reducido estímulos, ha decido que no haya color, ni ruido, ni demasiada interpretación, ni muchos movimientos de cámara. Solo quería contar el mundo, así que se concentró en la forma más clásica y academicista, mostrando algunas cosas y no dándolo todo, para que la imaginación complete el resto. El director prefiere los elementos sugeridos.
Vuelve al festival de Gijón, dice que lo hace por continuidad. Valora las relaciones estables y con éste festival ha conectado porque se ha establecido una lealtad que funciona en los dos sentidos. También ha vuelto a Polonia para hacer esta película por la misma continuidad. Con ello cierra un círculo. Abandonó el país de adolescente, ha vivido en muchos lugares, pero nunca ha dejado de sentirse polaco. Dice que es un buen país para rodar porque está atravesando una situación problemática. Señala que es peligroso hablar de ciertos temas y eso le gusta. Es un país dividido en el que no existe consenso. Todas estas características son positivas porque el entorno afecta a la hora de crear una obra artística. No ha perseguido crear polémica porque es ruido al margen, algo a lo que la película transciende. Pero al final se ha creado polémica en su país porque
Ida se ha instrumentalizado y simplificado como si fuera una pelota con la que jugar un partido de fútbol. Se la ha tachado de antisemita y antipolaca, pero la película no es ninguna de estas dos cosas, son las ideas de otros hablando, se supone, que desde su opinión de la vida.
Sección oficial. Ilo Ilo. Anthony Chen
Cartel de la película Ilo Ilo
Ilo Ilo es el debut cinematográfico de Anthony Chen. Se trata de una película muy correcta que logra llegar a las raíces escondidas que pudren las relaciones familiares. Los Lim tienen un hijo problemático que son incapaces de dominar. Son una familia acomodada de Singapur con criada nueva que viene de Filipinas. Ese choque cultural es determinante en la película, pues sirve al director para cuestionar el modelo educativo de Singapur basado en la disciplina. Chen nos muestra en su película que ese modelo no es eficaz y solo sirve para crear jóvenes rectos pero insensibles. Lo que falta es el afecto y la película nos descubre que es un factor indispensable.
Que los hijos no conectan con los padres es algo generacional, pero también un signo de nuestras sociedades. El modelo de trabajo, que también cuestiona la película, no deja tiempo y antepone la vida laboral a la crianza de los hijos. Se entregan horas y vida a la empresa y ésta no responde de una forma simétrica, como descubre el padre cuando entra en juego la crisis financiera. Él es una buena persona, un tanto cobarde como bien refleja su estampa en calzoncillos.
Es la presencia de la criada filipina en la casa la que desata las tensiones. Ella, con una mirada diferente y culturalmente distinta, encuentra el camino correcto y consigue que los Lim vayan siendo una verdadera familia. El estilo de vida que retrata la película hace aguas por sus cuatro costados pues supone una ausencia de lo emocional. Esa es la verdadera denuncia de
Ilo Ilo.
Rellumes. El verano de los peces voladores. Marcela Said
Gregory Cohen durante el encuentro con el público
El verano de los peces voladores es una película compleja. Llega de Chile y es el primer largometraje de ficción de Marcela Said, directora que cuenta con una gran experiencia dentro del cine documental. Said ha preferido sugerir a mostrar, por eso no se ve directamente la violencia, aunque la sentimos. Detestables resultan los dueños de la tierra, prepotentes y con la idea fija de que sólo se puede hacer lo que ellos mandan, independientemente que esté dentro de la ley o fuera de ella. Están llenos de manías estúpidas, de necesidades inventadas. Son sarcásticos, porque tiempo para bromear solo pueden tenerlo los ricos. Manejan el país en sus manos.
La cámara siempre llega tarde, con los temas comenzados, como si abriese una puerta a una habitación donde hay gente conversando para que seamos testigos. Pero no va más allá.
El verano de los peces voladores se queda en una película contemplativa, demasiado simbólica y que permite tantas interpretaciones como personas la han visto. El mensaje se queda subterráneo. Empieza y acaba en cualquier momento sin que nada haya cambiado.
A pesar de que hoy se celebran elecciones en su país que seguramente hagan volar también peces allí, el actor Gregory Cohen se ha venido a presentar la película al FICXixón. Dice que siempre había hecho papeles extremos, de personajes exacerbados, pero esta vez interpreta a un poderoso. Le atrae en los seres humanos el delirio ponderado que todos llevamos dentro y que nos convierte en psicópatas en potencia. Son los personajes que dan más miedo. Éste poderoso es un personaje conflictivo que no le fue cómodo de interpretar por ser tan laberíntico.
Cohen explica que la película se sumerge en la perversión de las personas y en las del propio paisaje. Explica que hay referencias sugeridas al denominado conflicto mapuche que se da en su país. Con este tema hay una sensación de derrota y fracaso muy grande. Es un asunto que no se ha solucionado. «Los chilenos tenemos vergüenza de nuestros orígenes mapuches» añade. Lo que está haciendo la sociedad chilena para proteger a los mapuches es darle una pequeña capa de puro asistencialismo.