sábado, 16 de junio de 2012

Iván-Off, un Chejov en nuestros días

La casa de la portera, un nuevo espacio para el teatro de máxima cercanía con el espectador


Sábado 16 de junio de 2012. La casa de la portera. Madrid

Cartel de la obra de teatro Iván-Off
Cartel de la obra de teatro Iván-Off
El teatro, o mejor dicho el espacio teatral, está viviendo una positiva readaptación que pretende una mayor proximidad con su público. Primero fue el teatro en la calle, después las salas alternativas, público en el escenario, los espacios de microteatro… y un sin fin más de nuevas propuestas que se han ido consolidando durante estos años. Incluso las grandes salas del Centro Dramático Nacional han querido participar abriendo pequeños espacios en sus teatros para este tipo de obras. La casa de la portera es un espacio creado por el escenógrafo Alberto Puraenvidia y el actor y director José Martret en la zona del rastro. Para ello han rehabilitado lo que durante muchos años fue la casa de una portera de este barrio. Abrieron hace cuatro meses y, a través del boca a boca, están llenando a diario. Las reservas se hacen llamando a un número de teléfono móvil en el que te atiende el propio Alberto. La lista de espera hace que haya que solicitarlas con casi un mes de antelación. Es normal que cuando llega el día se tenga una cierta impaciencia ante tanta expectación creada.

Lo cierto es que sorprende. Probablemente, con su aire retro, sea la sala de teatro más chic de Madrid. Tras la puerta, el tiempo se detuvo hace años en sus lámparas, en los papeles pintados, en el acolchado de la puerta, en los espejos y en cada uno de los pequeños detalles que muestran sus paredes. Es una sensación falsa, pues todo es nuevo y efecto del mucho y cuidadoso trabajo invertido en la rehabilitación. Ese viaje hacia atrás del espacio que representa la casa nos dice al oído que el pasado aún guarda historias que contar, que debemos mirar el presente, nuestra situación de hoy, con modelos de ayer de los que aprender. No es que cualquier tiempo pasado hubiese sido mejor, sino que las sociedades que carecen de memoria están obligadas a repetir su Historia. Aparte de filosofía, también nos dicen que existe una necesidad imperiosa de dejarnos llevar a otros lugares que nos saquen de este momento actual, al menos que nos lo dejen olvidar. El teatro siempre ha sabido comportarse como esa válvula de escape y ser esa mirilla desde la que observar la vida sin dolor.

Un pequeño recibidor, detrás del que se encuentra Alberto, sirve tanto para recoger las entradas como para realizar la función de guardarropía. Luego vienen los largos pasillos que nos llevan a dos salas. En la segunda de ellas comienza la función de Iván-Off. Iván (Raúl Tejón) se encuentra sentado es un sillón leyendo un grueso tratado, los pies apoyados sobre una silla y cubierto con una manta de lana blanca que le protege de un frío hipotético. Mientras, los 22 espectadores que como máximo admite cada representación se van sentando alrededor de la habitación, en un banco tapizado pegado a las cuatro paredes. Los pies se apoyan sobre un saliente de madera. Un instante para que todos se acomoden y comienzan a escucharse ruidos en la casa, sonidos que ya estaban desde la entrada pero que ahora parecen las notas de quien está aprendiendo a interpretar música y las correcciones de su maestro. Entra Miguel (David González), escopeta en mano, con sigilo, y todo arranca.

Es esa habitación de Iván nos encontramos con un hombre aburrido que sufre, que se ha hartado de la vida y del amor, casado con una mujer enferma a la que le queda poco tiempo. Está cargado de deudas y de una decisión del pasado que atormenta su relación ya enfriada por el tiempo. Miguel es lo contrario, ese embaucador que siempre está haciendo cuentas de la lechera, el que anima cualquier fiesta solo con su presencia y con sacarse una historia de su chistera. Por la habitación pasan el Conde Mateo (Javier Delgado «Tocho»), el «más que honrado» doctor Constan (Roberto Correcher) y Ana (María Salama), la esposa de Iván. Pasados 30 minutos de representación el público cambia de sala, desplazado a la casa de los Leyva, la habitación de al lado, en cuyo salón se da una fiesta. El público ahora se sienta en sillas tapizadas que bordean las cuatro paredes del salón. La señora de la casa Silvia Leyva (Maribel Luis) rompe definitivamente la cuarta pared ofreciendo unos sandwiches de jamón y queso a los asistentes. Tras el aperitivo entran nuevos personajes que se ganan al público con un gesto, con una mirada, con el brillo de unos ojos, con la forma de cerrar con ímpetu su abanico. Son Doña Bárbara (Rocío Calvo), Carlos Leyva (Germán Torres) y Sara Leyva (Cristina Alarcón). Con ellos se puede observar la vida insustancial y las cuitas de los más ricos. Este cambio de escenario se volverá a producir otras dos veces entre la habitación de Iván y el salón de los Leyva, siempre con puntualidad y cada media hora.

El reparto completo de la obra Iván-Off
El reparto completo de la obra Iván-Off
El efecto lupa que hace estar tan cerca de quienes actúan permite que los detalles en la interpretación recuperen su valor y brillen por sí mismos. Quizá esa cercanía exige a los actores y actrices un plus, un esfuerzo extra de concentración y naturalidad, a la vez que facilita la empatía del público hacia los personajes a los que ve como seres humanos que, como decía el propio Chejov, aman, lloran, piensan y ríen. Y pasan de una situación a otra constantemente, como ocurre en la vida diaria, donde las penas le dan el relevo a las alegrías y al revés. El texto elegido ayuda a potenciar esta idea.

Es un texto de personajes atormentados que piensan y hablan, mostrando todo una psicología interior que se potencia en los enfrentamientos y en las discusiones con el resto de personajes, como la brillante escena entre Iván y su esposa Ana. José Martret lo ha versionado, adaptándolo estupendamente a nuestra tierra y a un pasado cercano de terratenientes, bodas, dinero, títulos y poder, haciendo una fuerte crítica a cada una de esas instituciones para hablarnos de vivir la vida según nos llega, con nuestros propios principios. La felicidad es el objetivo de los personajes, cada cual la busca en lugares diferentes que van desde atesorar dinero hasta la satisfacción que produce una copa más de vodka. Hay quien la persigue en el amor y quien la ve como un negocio en el que cada parte tiene su valor en la transacción. Cada uno de estos caminos emprendidos se va llenando de reproches y amargura, teñido por la discapacidad de asumir que la infelicidad va surgiendo de las decisiones tomadas cuando anteponemos en nuestra vida muchos otros valores que terminan atenazándonos y convirtiéndonos en frías personas al borde de la insensibilidad.

Cada elemento de la decoración de las habitaciones de la casa es utilizado en la representación, integrándose así, de la misma forma que el público, en el interior de la propia obra y formando un todo que está a la misma altura del propio texto. En el fondo se trata de convertir el teatro en una experiencia, dar novedad a una forma de contemplar. Esa quizá sea la clave de la casa de la portera.

A modo de pequeño anecdotario: La casa de la portera se inauguró el día 8 de marzo de 2012 con la representación de esta misma obra de teatro, Iván-Off. Es una versión actualizada de la obra de Antón Chejov titulada Ivanov, una de sus primeras obras de teatro en cuatro actos que escribió el dramaturgo ruso.

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