Narraciones fragmentadas que buscan la participación del espectador a la hora de construir la historia
Farola decorada con el cartel del Festival
Después paseé por la ciudadela de Celestino Solar, una mezcla entre parque y museo etnográfico para quien quiere conocer como eran las viviendas de la clase obrera que promovían los empresarios y comenzadas a construirse a finales del siglo XIX. La de la calle Capúa se inició en 1877 por deseo de Celestino González Solar, un indiano que a su vuelta de Cuba invirtió en la construcción de veinticuatro casas para ser alquiladas a trabajadores, en las que se estima que podían vivir una centena de personas. Cada vivienda ocupaba 36 metros cuadrados, disponiendo de cocina, dos habitaciones y una sala. Los retretes eran comunales y se encontraban en una construcción aparte para todos los vecinos. Otros servicios comunes eran el lavadero y un pozo. En la Ciudadela de Celestino Solar vivían entre ochenta y cien personas. Me gusta pasear por su patio, sobre todo los días lluviosos y mirar hacia aquellos muros y pensar en lo dura que era la vida de quienes aquí vivían entonces. Si me paro puedo oír las voces de alguna madre que llama al hijo a voces porque es la hora de llevarle el bocadillo al padre hasta la fábrica, la tortilla ya está hecha y si tarda mucho se va a enfriar. Puedo escuchar una conversación entre dos vecinas, hablan de las jornadas tan largas y de lo cara que está la vida. Giro la cabeza y puedo ver entrando por la puerta a dos hombres con sus monos azules, traen la cara sucia y arrastran un cansancio infinito, se despiden con un seco gesto de las manos y cada uno camina hacia una casa diferente. Así imaginando, ha dejado de llover.
Sección oficial: La mitad de Óscar
El director Manuel Martín Cuenca y la actriz Verónica Echegui durante la rueda de prensa de La mitad de Óscar
En La mitad de Óscar, todos los personajes van arrastrando por la vida una soledad angustiosa. Transitan por un paisaje árido que pasa de ser un escenario teatral a convertirse en un personaje más. El director busca la atención del espectador pues necesita que no pierda detalle. A veces los personajes están de espaldas, otras en que las cosas se escuchan pero sólo se ven fragmentariamente. Es una estrategia, una forma más interesante de ver la realidad y que aporta mayor información. La apariencia de los telediarios de contarlo todo, suele esconder el hecho de enseñar la nada, por eso la cámara prefiere fijarse en los detalles porque ocultar es una forma más sutil de enseñar.
Otra potente arma usada por el director es el sonido, que intencionadamente se convierte en la única banda sonora de la película. A través de él se trata de vislumbrar las emociones personales, para conectar a los propios personajes con el espectador. En el fondo ese runrún que suena es la mente de Óscar. Importante también es el paisaje de Almería, que simboliza un espacio de frontera, describe el punto en el que se encuentran los protagonistas, pero además es un lugar que han ido buscando cada uno de ellos, el espejo de sus sentimientos.
Dice Manuel Martín Cuenca, su director, que la película es una puesta en escena narrativa y mitológica sobre los amores imposibles, pues todo gran amor resulta imposible de encajar. Un amor que fue pasado, pues se cuenta desde ese punto en el que la relación ya está herida, cuando vuelve de pronto. Juega todo el tiempo con lo que no se puede contar y también con lo que no se quiere contar y son las fotografías las que van dando información subliminal. Martín Cuenca señala que a veces nos cuesta mirar, pero que si lo hacemos vemos que está ahí toda la historia de la película. El pasado está siempre presente en el largometraje.
Señala que la contención ha sido importante, pues es un factor habitual de la vida ya que a nadie le gusta ir exhibiendo sus emociones. Todo tiene que estar abierto al espectador, para que sea éste quien decida lo que ocurre a partir de lo que les pasa a los personajes. Sobre el final señala el director que tiene un punto de final feliz pues se demuestra que no es una relación inventada en su cabeza. Óscar ha perdido, pero sabe que aún el amor sigue en ella.
Denis Eyriey interpreta a un francés que no habla español, alguien que se mueve como un espectador en la película, pero que a la vez está dentro de ella.
Sección oficial: Aurora
A veces se prescinde del guionista porque hay autores cuyo ego y concepción del arte les hace minimizar el digno trabajo de escribir la historia por parte de un profesional. Cuando se mata al guionista, se acaba con el cine, surgen los bostezos y hasta alguna cabezadita. No digo que sea el caso de Aurora, pero lo parece sospechosamente.
Cristi Puiu ha realizado una película anodina, en la que ha necesitado tres horas para describir un personaje que parece actuar sin sentido. En esto no me equivoco, pues después de ir de un lugar a otro y de pasar tanto tiempo con nosotros en la pantalla, el director piensa que el espectador aún debe andar perdido y entonces el personaje, al final de la película y ante incrédulos testigos, confiesa, desnudando con sus palabras todo lo que llevaba dentro y que las imágenes no han sabido completar. Es el gran contrasentido de una película tediosa que se ha querido explicar a través de imágenes y que se da cuenta de que no lo ha logrado. Tal vez la culpa sea de la elección de las escenas, donde a menudo escamotea la parte más sustanciosa con el fin de aumentar la intriga. Qué intriga, me pregunto, si lo que vemos es el deambular de un personaje sin explicar, que además vemos que se muestra incapaz de poner en pie su vida.
Sección Esbilla: Bihotz umet bat
Bihotz umet bat es un corto de animación muy poético, en los textos que se recitan. Sus imágenes se mueven entre dos polos, las bucólicas y las duras. Estaba grabado originalmente en euskera, pero en el Festival se ha proyectado una versión en castellano.
Sección Esbilla: The freebie
Cartel de la película The freebie
La película resulta interesante y se deja ver con gusto. No tiene estridencias y además es corta. Su protagonistas caen bien: son jóvenes, atractivos y tan sinceros que uno podría adoptarlos encantados. Pero ese embrujo se rompe, pues sabemos que la pareja, al tomar la decisión que da pie a la película, se está equivocando y lo pagarán. Pero no podemos ayudarles, debemos esperar a ver como solucionan ellos mismos sus problemas y en ese camino vemos que no todo era tan perfecto, que en realidad no habían profundizado lo suficiente. Conocer, ahondar, es algo que duele. No es lo único que hace daño, las dudas, lo que se callan, lo que se imaginan, también les va a causar sufrimiento.
En la trama también se desliza algo de humor, lo que se agradece.
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