miércoles, 24 de noviembre de 2010

El Festival proyecta el documental que Berlusconi prohibió en Italia

Der Räuber y Videocracy levantan los aplausos del público

Anoche estuvo Erice, en uno de los encuentros con el público, hoy es el tema de conversación en todos los corrillos

Entre los lugares de proyección del Festival Internacional de Cine de Gijón hay uno un poco más especial, se trata del Antiguo Instituto. En un lateral del patio de techo acristalado sobre el que, cuando llueve, repiquetea con su ritmo de monotonía el agua, en diagonal con la escalera de caracol, se encuentra la sala de proyección. Es la más pequeña de todas las que ofrecen programación y en ella se celebran por las mañanas las ruedas de prensa.

Me entretuve después por la estación de Feve, pues Asturias es de los pocos sitios en los que siguen vivos los Ferrocarriles de Vía Estrecha. Hay una ruta que une Gijón con Oviedo, el camino es una vía que serpentea entre la naturaleza a través de frondosos árboles, pequeños regatos y las verdes laderas. Son los colores del otoño los que se fijan en mi retina, y un sol que tímidamente va apartando las nubes. A la vuelta sigo entretenido en la contemplación del paisaje y en lo alto dos potros negros corren, el mayor cocea al más joven, como diciéndole que no le siga, levanta los casos traseros doblando las patas y los lanza con fuerza hacia atrás pateando el aire. La estampa duro poco, pues el tren no se detiene por nada.

Sección oficial: Todos vós sodes capitáns

El director Oliver Laxe y el actor Shakib Ben Omar en la rueda de prensa de Todos vós sodes capitáns
El director Oliver Laxe y el actor Shakib Ben Omar en la rueda de prensa de Todos vós sodes capitáns
En las ruedas de prensa los autores suelen explicar la idea de su película, algunos detalles… pero en general, a la prensa nos sirve para encontrar el punto de vista, la mirada del director que lo tiñe todo, algo tan profundo que transciende a la película. Todos vós sodes capitáns no me gustó, pero su director sí. Oliver Laxe es un hombre de hablar pausado, reflexivo, experimentado, a pesar de su juventud, y con mensaje. A veces se va perdiendo por los caminos del arte, tal vez por tanto magnificarlo.

No me gusta porque se olvida del público desde el primer fotograma, quizá no le importe el fin de su proceso creativo. Es más una postura estética que otra cosa. Su ritmo es lento, de agua goteando en una fuente, tal vez para dar tiempo a reflexionar, tal vez porque en Tanger las horas pasan así de despacio.

Cuenta el director que ha grabado en 16 milímetros porque significa no tener plan B, si se te escapa una imagen la has perdido y tienes que aceptarlo. Esa aceptación es un perfecto símil de la vida de los muchachos que participan en el taller de cine que es el objeto de la película. En este contexto, Laxe apunta que una imagen bonita no es una bonita. Del guión señala que es un tratamiento de 30 escenas para evitar riesgos en el rodaje, él mismo tenía que aparecer en plano en cada una de ellas, pero mediante trucos va consiguiendo que hacia la mitad le expulsen del proyecto y así sólo estar al otro lado de la cámara ya liberado para que las imágenes sean más desnudas. Se trata de la escena 15 y a partir de ella rompen el guión. Al poco de empezar el rodaje percibió que el taller se le escapaba de las manos, pero su filosofía es que cuando tienes una herida lo que has de hacer es profundizar en ella y apretarla; así que toma la decisión de no informar a los alumnos, de utilizarles como marionetas. Siempre hay un juego, un baile con la realidad. Sabe que la vida es injusta, así que parte de esa base y a lo que Todos vós sodes capitáns va a dedicar tiempo es a buscar la respuesta del equipo: jugar.

Laxe explicó que el cine roba la vida, así que los cineastas están obligados a devolver algo más interesante. El arte debe estar por encima del bien y del mal para que sea eficaz. La película es en blanco y negro, salvo el final en el que se introducen imágenes en color grabadas por los chicos del taller, el director explica que lo hace para provocar un choque cromático y no por democratizar el cine porque «afortunadamente el arte no es democrático» dice. Aprendió que cuando a un niño le das una cámara lo primero que hace es darle la vuelta y filmarse a sí mismo. El cine tiene que ser una respuesta más que un síntoma, pues la sensibilidad sola no basta para construir una película. El autor crea porque se siente inadaptado y a través de la obra va participando en el mundo. No se atreve a clasificar la película, cuenta que respeta al cine en su falta de respeto. Señala luego que es irregular, ya que en esos desajustes es donde el cine respira.

Sección oficial: Der Räuber

Cartel de la película Der Räuber
Cartel de la película Der Räuber
Después de unos días muy irregulares, volví a escuchar aplausos generalizados en una proyección. Se trataba de Der Räuber, la película de Benjamin Heisenberg. El público, que es generoso, agradece que le sepan contar una historia. En esta ocasión, los hechos están basados en una suceso real, el de un hombre que se prepara para correr maratones y que el dinero para vivir lo saca de robos a bancos.

Heisenberg dedica el largometraje a observar el comportamiento humano, sin explicaciones, siguiendo como se desliza conducido por un destino voraz que espera paciente hasta el último minuto en que ha de llegarle su turno. Tenemos la acción de los robos y de la persecución, y por otro lado una interesante dicotomía que se mueve entre la superación en el deporte y la impotencia ante unos instintos vencedores. ¿Por qué hacemos lo que hacemos, incluso por encima de lo que la razón nos aconseja?, ¿una tendencia a la autodestrucción, algo asimilado y convertido en hábito, la adrenalina que suelta el riesgo, el mal carácter, la tensión…? ¿Quién lo sabe?

A este cóctel hay que añadir la excelente fotografía y muy buenas interpretaciones del elenco artístico.

Sección Esbilla: Last train home

Lixin Fan nos trae con Last train home un documental social rodado en China que logra conmover. Se adapta a su ritmo, en la parte de la ciudad nos muestra su agobio y en la de campo nos deja ver crecer la hierba. Es una historia generacional, donde los hijos son cuidados por los abuelos, lejos de los padres que han emigrado a otras poblaciones mayores con cierta industria que les permita ganarse la vida. El problema es que esos hijos han crecido con una angustiosa sensación de abandono. Ahora, cuando la rebeldía de la adolescencia se dispara no pueden convertirse de la noche en la mañana en una figura de autoridad que nunca ejercieron. Unos padres que han delegado la educación de sus hijos, confiados en que su presencia o ausencia no ha de influirles, ni generar, o dejar de hacerlo, carencias afectivas.

Padres alejados físicamente de los hijos, que para reunirse vuelven a casa por el año nuevo chino. Se suben a un tren y emprenden un largo viaje. Sin embargo no es un proceso fácil, porque toda China quiere hacer lo mismo esos días. Surgen las aglomeraciones, los tumultos, la lucha por colocar todos los bultos en el portaequipajes. Impacta las escenas en que hay retrasos de varios días en la salida y las multitudes que esperan su tren se rebelan. Impacta aún más la discusión entre la hija y el padre que termina con una violencia doblegadora que nace de la impotencia pues el hombre sabe que ya no es una figura respetada para esa joven.

Se observa también la importancia que tienen los antepasados en esta cultura. Se ve el abandono del campo ya que solo lo trabajan abuelos y nietos, pues la generación de los padres, quienes son la fuerza de trabajo, ha emigrado a la ciudad, absorbidos por la necesidad de mano de obra de las fábricas textiles. Un trabajo de 14 horas que les deja cansados, sin tiempo y que les convierte en conformistas al asumir su situación de sobreexplotación como único camino de supervivencia. Y a la vez en la pantalla de la televisión esas mismas gentes van viendo de fondo el esplendor de los juegos olímpicos en Pekín.

Ciclo ¿Europa? ¿Qué europa?: Videocracy

Cartel de la película Videocracy
Cartel de la película Videocracy
Si algo consigue Videocracy es cabrear, pues es inexplicable ver hasta donde ha llegado el modelo de televisión de Berlusconi sin enfadarse. Erik Gandini examina a fondo este fenómeno que cambió el modo de hacer televisión, pero también el sistema político italiano y los valores de la población. La sociedad italiana se ha dejado cegar por la superficialidad y se ha convertido en un mercado del cuerpo humano, especialmente femenino. Berlusconi ha impuesto su modelo primero desde sus tres cadenas privadas y, tras entrar a gobernar la nación, también en las públicas, usando la televisión como instrumento de apoyo a su forma de hacer política, donde se le ha dado todo el poder de la democracia para convertirla en degradante espectáculo. Comenzó una revolución terrorífica que se escondía bajo la piel de un cordero.

El documental habla de Berlusconi, de su banalización de todo y sobre todo, de una juventud que ya solo aspira a salir en la tele, aunque sea haciendo el ridículo. Vemos a Ricky Canevali que lleva un montón de años preparándose para ser famoso al mezclar en su persona a Ricky Martín con Jean-Claude Van Damme. Conocemos a Lele Mora, un productor y agente que se encarga de descubrir nuevos talentos y de formarlos en la inutilidad. Mora es muy amigo de Berlusconi, y no muestra ningún pudor en decir que añora a Mussolini, incluso de mostrar los himnos de aquella época acompañados en un vídeo con imágenes fascistas que incluyen la esvástica. Nos presenta a Fabrizio Corona, un despreciable producto televisivo que se declara un Robin Hood que roba a los ricos para quedarse el dinero él.

El documental ha sido vetado por la RAI y las cadenas de Mediaset de las que es propietario Berlusconi.

Da tristeza ver en qué nos hemos convertido y hacia dónde van las nuevas generaciones educadas en las rodillas de la televisión y que sólo aspirarán a triunfar teniendo un minuto de gloria al aparecer en un programa. Él éxito es ese, salir en la tele para que un futbolista de éxito las vea un instante y, seducido por una sonrisa silenciosa, la elija para casarse con ella. Ese es el retrato final de una sociedad del espectáculo en toda su magnitud, sin sentir la menor vergüenza, la más esperpéntica y orgullosa de su ignorancia, la más mortífera, la más manipuladora, la que duerme las conciencias.

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