lunes, 15 de marzo de 2010

La ley de la selva o cómo Elvira Lindo se acerca a Lina Morgan

Una comedia que se agota antes de los quince minutos


Domingo 14 de marzo de 2010. Teatro del Arenal. Madrid


Cartel de la obra de teatro La ley de la selva
Cartel de la obra de teatro La ley de la selva
Perdonen la ironía, pero la gran dama de las letras españolas se atrevió con el teatro. Es curioso, esta mujer consigue escribir libros maravillosos y cometer grandes torpezas con la misma sonrisa. Sabe desnudar el alma de una mujer en una novela y «cosificarla» en la siguiente. Empezar a leer, a ver algo suyo, siempre se convierte en una ruleta rusa. En este caso había bala, la del soberano aburrimiento.

La autora, en la vida diaria, intenta mostrarse como abanderada de una nueva mujer, liberada, consumista y algo de izquierdas, eso sí esa parte roja sólo sale si no se enfrenta con otros valores que le reporten mayor beneficio o interés. Ella es «lo moderno», y sin embargo viendo La ley de la selva no podía sacarme de la cabeza a Lina Morgan. Curioso ver como los extremos se tocan. A lo mejor -a lo peor- va a ser que Elvira Lindo no resulta tan progresista, que tira de tópicos, que se conforma con conservar lo que tiene.

¡Qué le vamos a hacer, soy raro!, no me río con tonterías previsibles, un tanto zafias y repetidas hasta la saciedad, que es lo único que encuentro en este texto. Y lo cierto es que empezó bien y que prometía, pero antes de los quince minutos todo se acabó. Lupe (Mariola Fuentes) baja la basura y se encuentra con la gran aventura de su vida, con Indi, de Indalecio (Tomás Gayo) para más querer ser y no poder, y entonces... a mí me aparece un fuerte presentimiento de que ya nada va a ocurrir, que esta pobre mujer está condenada a aguantar sólo hombres patéticos, sin la menor sensibilidad hacia el amor que ella desearía. Los cambios son más de lo mismo, como si no hubiera nada más que la mujer soñadora y el hombre de partido de fútbol y sofá.

No hay arco en ninguno de los personajes, nadie se mueve un ápice de dónde está al principio, y así, no es posible que exista el teatro. Aunque Lupe adentra su vida en un viaje que la lleva al portal, al piso de arriba y a un tugurio de alterne que hay cien metros más allá, no ha crecido. Simplemente se ha ordenado, todo los modificadores de su vida los asimila, dejan de ser alicientes para transformarse en rutina y en más de lo mismo. Como si la sociedad se le impusiera con su realidad. Se conforma, ese es el único mensaje, y deja los sueños que a fin de cuentas sueños son.

Todo sobre el escenario se convierte en un disparate para armar esta «comedieta». Pocas cosas se salvan, tal vez la versión de la canción de La lista de la compra (La Cabra Mecánica) que canta con gracia Mariola Fuentes. El recurso de hablar del programa Humor amarillo como síntoma enfermizo se agota en sí mismo por aburrido, el tráfico de dientes de animales sólo resulta grosero, las mentiras de los viajes al vertedero absurdas e insulsas las historias inventadas de Indi. El hecho de que la vida de los personajes esté entrecruzada quiere aportar una chispa de sorpresa, pero ésta se intuye rápidamente y se agota, pues al conocerse esta endogamia surge otra rendición incondicional a la pereza, a que nada avance. ¿Paradigmático no?

Mariola Fuentes debuta con este papel en el teatro. Lo hace lo mejor que puede, con desparpajo, pero el texto no da para más. Por su parte el productor Tomás Gayo se reserva el resto de papeles masculinos, por si teníamos dudas de que todos los hombres son el mismo hombre.

A modo de pequeño anecdotario: Elvira Lindo tiene dos textos teatrales: La ley de la selva de 1996 y La sorpresa del roscón de 2004. A esto hay que añadir la adaptación que ha realizado de su novela Algo más inesperado que la muerte y que el 25 de marzo se podrá ver en el teatro Lara de Madrid y que Una palabra tuya se convierta en un monólogo. Parece que la escena española de Madrid se rinde a la autora ya que en ella coincidirán dos de sus obras en estos días.

No hay comentarios: