Luis Felipe Capellín nos habla de los niños que aprendieron a vivir más allá de sus limitaciones
Jueves 25 de marzo de 2010. Salón de Actos del Centro de Cultura Antiguo Instituto. Gijón
Cartel del documental Después del Marítimo
Capellín presenta al equipo con el que ha trabajado para elaborar y rodar esta película documental de 29 minutos. Antes de la proyección, el director pide al público que lo miren con el mismo cariño con el que está hecho. Es cierto, la película habla con cercanía y ternura del Sanatorio del Marítimo. Lo hace mediante diferentes testimonios y teniendo como hilo conductor a Gerardo Alonso Matías, un vallisoletano que llegó a la ciudad para trabajar en el Sanatorio. Se quedó y sin duda es una de las personas que ayudó a que el Marítimo mejorase su calidad.
El Sanatorio del Marítimo se encargó de tratar a niños que presentaban deficiencias. Allí se atendía a disminuidos tanto psíquicos como físicos. Hay que remontarse a la España de postguerra, tiempos de hambre y de enfermedades porque escaseaban la penicilina y las vacunas. La polio se extendía y aquí se les curaba, pero a la vez se les ofrecía a esos niños una formación, talleres para que aprendieran un oficio y se convertía en un trampolín que les permitía encontrar un trabajo. Fueron las del Marítimo una de las primeras aulas hospitalarias que existieron en aquella gris España.
Los que fueron alumnos y pacientes relatan su experiencia. José Manuel Regueiro lo hace con gracia y con fuerza, la de quien se construyó como persona allí dentro. Juan Ramón Zapico y Secundino Lage son más reflexivos en su mirada. Manuel Antonio Machado se muestra más pragmático. Pero todos coinciden al volver la vista atrás, aparece la nostalgia y el agradecimiento.
Gerardo Alonso Matías, Juan Ramón Zapico, Jesús Montes, Luis Felipe Capellín y José Manuel Regueiro durante la presentación del documental Después del Marítimo
Los tiempos de los que habla el documental, el Marítimo estaba gobernado y atendido por los hermanos de San Juan de Dios, ellos se encargaban de pedir limosnas con las que mantener el centro, por lo que es frecuente oír hablar de ellos con el término de «limosneros». En aquella época las clases pudientes sufragaban la curación de los niños. Era una especie de apadrinamiento, y los niños sobre su cama tenían una placa con el nombre de su benefactor. Capellín ha tratado con mucho respeto a la orden religiosa que sin duda tuvo sus luces y sus sombras.
Siempre se ha relacionado al Sanatorio con el deporte gijonés, por eso uno de los testimonios es el de futbolista Antonio Maceda, que también ofrece una visión hacia el Marítimo que podría ser la misma que tiene un ciudadano cualquiera.
El documental termina con una bonita puesta de sol sobre la playa de San Lorenzo. Se enciende la luz de la sala y sobre la mesa los protagonistas se encargan de abrir un debate. Cuenta Gerardo Alonso que el documental refleja el espíritu de lo que fue el Marítimo de entonces. Ahora es otro su objetivo, centrado en la discapacidad intelectual, incluyendo también a los adultos. Cuenta que el término «deficiente» surge a nivel oficial en los años 60. Antes no se aceptaba a las personas con deficiencias, eran tratadas por las propias familias, en cierto sentido porque sentían vergüenza. Costó muchos años de lucha una integración como la que hoy en día contamos.
El equipo del documental: Noelia, Iván, Luis Felipe Capellín y Carmen Colunga
Jesús Montes representa al Ayuntamiento de Gijón y explica el interés por recuperar la memoria social de la ciudad. Un trabajo que habrá que seguir realizando. Le sigue José Manuel Regueiro que cuenta su división del mundo en tres tipos de disminuidos, los psíquicos, los físicos y los demás. También se queja de los cambios de la ley, ya que se exige un 65% de minusvalía para poder cobrar una pensión, y todo porque al gobierno no le cuadran los números. Finalmente Luis Felipe Capellín recuerda que el Sanatorio del Marítimo es muy desconocido por la ciudad de Gijón y que es necesario que los gijoneses tengan un conocimiento mayor de su propia historia.
El público expresó su satisfacción con respecto al documental y varios fueron los comentarios agradeciendo el esfuerzo por recuperar la dignidad de estos temas tan sensibles de la ciudad.
A modo de pequeño anecdotario: José Manuel Loza trabajaba de fisioterapeuta del Sanatorio, labor que también realizaba para el Sporting. Por aquellos años el Marítimo tenía mejores medios que el equipo de fútbol, por lo que cuando algún jugador se lesionaba iba allí a rehabilitación. Jamás se les cobró nada. A cambio el club entregaba un pase para que los niños del Sanatorio pudieran asistir a los partidos.
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