viernes, 26 de marzo de 2010

Atardecer en la playa de San Lorenzo

Una bonita estampa gijonesa


Atardecer en la playa de San Lorenzo (Gijón)
Atardecer en la playa de San Lorenzo (Gijón)
Cuando estoy en Gijón me gusta pasar unos minutos de la tarde acodado sobre la barandilla blanca de la playa de San Lorenzo. Tal vez no haya otro instante similar en el día. Por detrás la gente paseando o corriendo, por delante el mar infinito. Sobre la arena, lo mismo, personas caminando de aquí para allá. Ayer bajé un poquito más tarde, casi atardeciendo. La luz se apagaba lentamente hasta que de pronto el alumbrado público se encendió como una larga hilera de luciérnagas bordeando la playa. Miré uno de los termómetros urbanos y me contó que había 14 grados de temperatura. La brisa era suave, no molestaba y el mar estaba tranquilo, apenas si sonaban las olas al romper. Abajo una mujer hacía una fotografía directamente al mar. Desde arriba yo la tomaba a ella con mi cámara, como si todo fuera recursivo.

La marea estaba muy baja, la playa parecía haber crecido y se mostraba espléndida. No pude resistirme, descendí por la escalera número 9 y caminé, como los demás, sobre la arena. Unos iban deprisa, quemando calorías o manteniendo una forma impecable. Otros lo andaban despacio, dejando ir sus pensamientos para mezclarse con el runrún del agua. Yo me hice de este segundo grupo. Había muchos estudiantes que acaban de terminar las clases y venían a contarse sus historias. Oía sus risas y pensaba que la felicidad debía ser algo parecido a esto.

Ascendí por la 4, la más ancha, entre peldaños verdecidos por las algas. Algunos intrépidos se cambiaban allí después de un baño rápido, escondiéndose entre sus toallas con la costumbre de quien lo hacía a diario. Arriba me encontré con el bullicio del paseo y me perdí en la ciudad caminando despacio por el placer de gastar el tiempo entre la gente. De pronto comprendí que me había contagiado del ritmo de Gijón, que ya había dejado las prisas madrileñas en la maleta.

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