lunes, 15 de febrero de 2010

Nacidas para sufrir y el miedo a la soledad en la vejez

La nueva película de Miguel Albaladejo, un obrero del cine


Cartel de la película Nacidas para sufrir
Cartel de la película Nacidas para sufrir
Nadie se escandaliza cuando un hombre mayor se casa con la chica joven que le había cuidado en su última enfermedad. Se ha convertido en una situación habitual en que las únicas tiranteces se establecen con los familiares directos que prevén una merma en su futura herencia. En Nacidas para sufrir, Albadalejo cambia uno de los sexos en esta situación y consigue una película nueva, un asunto diferente desde el que adentrarse con más profundidad sobre el problema. Aborda el miedo a envejecer, a no poder valerse por sí mismo y necesitar depender de otros. Lo que pide es elegir de quién depender y lo hace primando el interés, o el egoísmo si se quiere, un valor que se sobrepone sin tapujos a las convenciones sociales.

El argumento del largometraje es sencillo, no pasan grandes acontecimientos, así que se mueve dentro de lo cotidiano de un pueblo, con cierto atraso rural como ocurre en tantos sitios. Una sociedad de marcadas convenciones en la que vive Flora (Petra Martínez), una mujer ruda que ya no confía en que ninguna de sus tres sobrinas (Mariola Fuentes, Malena Alterio y Mari Franç Torres) vayan a cuidar de ella en un futuro que le va pareciendo cada día más cercano. Son jóvenes, con una vida encaminada que llena sus días y que les sirve de excusa para descuidar a su tía. Ella misma encuentra la solución en Purita (Adriana Ozores), son las leyes las que consiguen que una decisión fácil tenga un cumplimento rocambolesco. ¿No es acaso buscar con quién compartir el futuro uno de nuestros mayores anhelos?, ¿no es lícito anteponerlo al resto de quehaceres?

No son estas las únicas críticas de la película, por debajo subyace la cuestión de las residencias de ancianos como lugar de «aparcamiento». El director lo muestra con unas pocas escenas que permiten percibir el claro abandono de la famila que produce, como único resultado en los mayores, una desilusión acentuada con el paso de los días.

Cuando podría empezar a convertirse en previsible, el guión ofrece una vuelca de tuerca estupenda al aparecer la madre de Purita (Alfonsa Rosso) y establecerse una convivencia a tres que se carga de la tensión que surge a la hora de priorizar entre el cuidado debido a la madre o a la esposa.

Petra Martínez, Alfonsa Rosso y Adriana Ozores en una escena de Nacidas para sufrir
Petra Martínez, Alfonsa Rosso y Adriana Ozores en una escena de Nacidas para sufrir
Sin duda Albaladejo indaga sobre el esfuerzo de las mujeres, haciendo hincapié sobre el sacrificio y la esclavitud desinteresada de su trabajo, especialmente cuidando a los demás. Lo trata desde el punto de vista de la comedia, pero a pocos que se rasque se observan las intenciones que abren el camino hacia lo más trágico. No abandona ese toque de humor, pero éste se va haciendo más descarnado, más pensado y buscando mover hacia una reflexión al espectador. Comedia son los traspiés y accidentes que va sufriendo Purita, si ahondamos vemos debajo las otras cicatrices, las de una vida durísima e injusta que le han dejado marca.

Los hombres sirven para poco en esta película, para consultar alguna duda legal, para ser la orquesta de verbena o para bailar en fiestas. Es impensable que uno de ellos pueda cuidar de sí mismo y menos aún de sus mayores. Salen poco en pantalla y ni esperar una autobús con paciencia son capaces. En el pueblo pintan poco, son ellas, las señoras, las fuerzas vivas, las que se reúnen, discuten y deciden. Mujeres representadas por Josefa (María Elena Flores) y Salvadora (Marta Fernández-Muro) que a fin de cuentas son las que deben aprobar la conducta de Flora, mujeres todas que saben si algo está o no bien hecho. Es un pueblo de señoras, pues ellas soportan el peso de la vida y nadie se puede atrever a discutírselo.

El tiempo transcurre despacio, sin cambios, sabemos que ha pasado un años porque de nuevo son las fiestas patronales y la misma orquesta repite las mismas canciones. Es aquí dónde Albaladejo nos muestra una buena banda sonora y también el punto donde todo se puede decir sin palabras, con miradas cruzadas, con sonrisas y con mohínes que son fruto de los los celos.

Retrata la vida de campo con acierto y se apoya en ella para hacer una reflexión sobre los intereses individuales, eliminando artificios, prisas y desvíos. Sin embargo, el guión no mantiene el ritmo durante todo el metraje, lo que supone el mayor problema de la película.

Por contra, y a favor, nos ofrece unas magníficas actuaciones de todas sus actrices. Petra Martínez y Adriana Ozores sostienen el argumento con sus gestos, rudos en Petra, desvalidos en Adriana. Sus papeles los interpretan desde el corazón, lo que les permite pegárselos a la piel y mimetizarlos. Ellas destacan, pero el resto de actrices poco les tienen que envidiar a las dos, como es el caso de Alfonsa Rosso que borda el papel de madre malvada. Sin duda ha conseguido un elenco que realiza un trabajo difícil de olvidar, como mucha de las estampas que la cuidada fotografía logra durante la película.

A modo de pequeño anecdotario: Petra Martínez es una actriz que lleva toda la vida sobre los escenarios. Sin embargo es ahora cuando el boca a boca de la obra teatral Ados@dos le ha llevado a realizar pequeños papeles en televisión (Amar en tiempos revueltos, La señora y Herederos). Trabajos que, a su vez, le han permitido realizar una protagonista en la gran pantalla. Parece que debuta en el cine, pero no es así, ya la vimos en películas como La mala educación, La soledad, Noviembre, La noche de los girasoles, Escuela de seducción, Nadie conoce a nadie, Entre rojas...

Pero sin duda la mayor curiosidad de la película es la participación de la actriz, bailarina, coreógrafa y cantante de Bollywood Sneha Mistri que interpreta a la monja María del Pilar.

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