domingo, 21 de febrero de 2010

Madre Coraje y sus hijos, un alegato contra la guerra

El Centro Dramático Nacional trae al escenario un ejemplo del teatro épico de Bertolt Brecht


Sábado 20 de febrero de 2010. Teatro Valle Inclán. Madrid


Cartel de la obra Madre Coraje y sus hijos
Cartel de la obra Madre Coraje y sus hijos
Llevo bastante rato dándole vueltas a cómo contar mis impresiones tras ver Madre Coraje y sus hijos. No es fácil pues sobre el escenario esta obra lanza todas las inquietantes contradicciones de sus personajes. Dicen y hacen cosas distintas, cambian de bando, roban, matan y, a ratos, son también honestos.

Sin duda un texto profundo que escuece, pero que tal vez resulte más comprensible leyéndose en soledad que puesto sobre las tablas de un teatro donde todo transcurre con rapidez, en el que una frase, aún caliente, va dejando paso a la siguiente sin perder nunca la misma densidad.

Como telón de fondo la guerra europea de los Treinta Años, una guerra de religión, militar, política y sobre todo económica, que supuso una devastación de territorios enteros con los ejércitos de uno otro bando esquilmando los suministros. Una guerra que produjo hambrunas y epidemias que diezmaron a la población civil. Otro factor de esta contienda fue que abundaron los mercenarios, es decir, donde hubo personas que hicieron de las guerra su lucro. No resultaron ser lo únicos. Toda guerra es perversa, devastadora, feroz y sobre todo sucia. Sin embargo hay quien obtiene beneficio económico con ella: militares que medran, soldados que toman por la fuerza y comerciantes que trafican con los víveres. La guerra saca lo peor de nosotros, pero es su valor mercantilista el que inquieta, el que desprestigia a la raza humana. Ahí es donde Brecht coloca su obra, para hacernos pensar en quién se beneficia con la guerra y qué precio pagamos los demás por ello. Sin duda la obra habla de los males que las contiendas producen, de su violencia, pero también se trata de una metáfora del capitalismo salvaje que hoy en día sigue propugnando tanto liberal.

Los personajes de la obra están dentro de una guerra, sobreviviendo o muriendo, y con ellos Brecht crea el teatro. Lanzada la bomba, el autor toma distancia para que los sentimientos no nos nublen la razón. El escenario se llena con voces impostadas de puro teatro, cargadas de sonoridad para decir sus parlamentos, personajes que son argumentos opuestos, arquetipos que entienden la guerra, que la necesitan y estereotipos para despreciarla porque saben que con el paso de las batallas van perdiendo su esencia, su dignidad, que su humanidad no sobrevivirá y será destruida sin esperanza. Teatro que transmite ideas, que pide respuestas, que exige compromiso.

Mercè Aranega y Malena Alterio en una escena de Madre Coraje y sus hijos
Mercè Aranega y Malena Alterio en una escena de Madre Coraje y sus hijos
Los pobres tienen el instinto de supervivencia como única lámpara que les guía. No entienden muchas cosas, pero buscan, en tiempo de guerra, seguir vivos y un mínimo provecho para cada día al que sobreviven. Cierran los ojos a su alrededor y trapichean para ganarse la vida, o se encierran en sus granjas para rezar. Pero, en el fondo, ninguno de ellos hace nada contra la guerra, como si simplemente fueran espectadores.

La contradicción es otro de los puntales de la obra: saber cual es el camino correcto y tomar el contrario, incluso intuyendo un destino marcado con sus cruces negras. Anna Fierling, Madre Coraje, conoce el sino que la guerra producirá en sus hijos, el precio que tendrá que pagar como consecuencia. Según Brecht, Madre Coraje es un símbolo de la alianza entre la guerra y el comercio en donde la codicia sólo puede conducir hacia pérdidas irreparables. Sostiene Brecht que el espectador debe reaccionar con indignación ante la inutilidad de la guerra y que no debe compadecerse emocionalmente de Anna Fierling. Así es el teatro épico que él propugna, sin catarsis para el público, lleno de compromisos e ideas, para que al salir a la calle ningún espectador pueda seguir siendo quien era.

Antonio Buero Vallejo realizó una versión del texto de Brecht y sobre ella Gerardo Vera ha dirigido este montaje, en el que también ha involucrado al músico Luis Delgado. Aunque sobre el escenario abunda la escasez: el carro ambulante, algún taburete y poco más, la escenografía se apoya en un gran panel móvil sobre el que desarrollar los efectos. Sin embargo, para mi gusto, se abusa de multimedia y las imágenes proyectadas.

En lo interpretativo, excelente Carmen Conesa en un papel difícil, lleno de simbolismos, que le lleva a mostrar varios registros de una mujer tambaleante que no encuentra descanso. Canta en directo dos canciones -Lili Marleen es la primera-, baila y representa sobre su cuerpo los estragos de la guerra en un monólogo directamente lanzado al espectador. De igual forma destaca Malena Alterio interpretando a Catalina, otro personaje muy complejo, pues está en escena casi toda la obra y es muda. Sin poder recurrir a las palabras debe expresarse a través de sus gestos y con algunos sonidos guturales. Resulta Catalina un personaje angustioso que en verdad resulta ser la única heroína de la historia. Mercè Aranega sostiene a la protagonista (Anna Fierling) con una buena interpretación, cargándose de arrojo para buscar el provecho por encima de los afectos y su propio instinto.

A modo de pequeño anecdotario: El teatro épico surgió a principios del siglo XX. Su principal exponente es el director alemán Bertolt Brecht. Se trata de un teatro de tipo social muy comprometido con los problemas de la época, con clara intención de promulgar el compromiso político. Es un teatro que busca la argumentación de las ideas y su discusión, un debate que el espectador debe cerrar con los propios juicios que elabore. Brecht abogaba por mantener una distancia emocional con respecto a la obra (efecto Verfremdungseffekt) que por un lado privará al público de una catarsis y por otro le obligara a la reflexión. Para lograr esta distancia emocional el espectador debe entender siempre que está en un teatro y que los personajes no imitan la realidad, sino que son simples arquetipos que reflejan los extremos opuestos del argumento. Para lograr este distanciamiento los actores y actrices deben utilizar técnicas que les separen de la emoción. Una de estas técnicas se basa en el teatro chino y Brecht la denominó Gestus, de tal forma que el actor con una actitud física o un gesto represente una condición -o estado de ánimo- del personaje sin tener que expresarla explícitamente o representarla y que no tiene porqué coincidir con el texto. De esta forma el intérprete logra distanciarse de la obra y evitar una emocionalidad excesiva. Otras técnicas que este teatro utiliza son que cada actor interprete múltiples papeles, que se incluyan números musicales, aparezcan escenarios irreales, se presenten carteles con resúmenes o avances y cualquier otro elemento que interrumpa la trama.

Para cerrar la reseña otra curiosidad, entre las mujeres que han interpretado a Madre Coraje destaca la actriz Helene Weigel, esposa de Bertolt Brecht.

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