jueves, 14 de mayo de 2009

Llegada a Zaragoza

Llegar a Zaragoza desde Madrid resulta rápido y cómodo con el AVE, pues en poco más de una hora y cuarto de viaje se llega. La estación intermodal de Delicias no está en el centro, se necesita tomar un taxi -unos doce minutos de trayecto- o subirse a alguno de los autobuses urbanos que allí paran. Si, antes de abandonar la estación, se mira hacia el otro lado del río se puede ver lo que queda de la Expo del Agua y observar la telecabina que desde las inmediaciones del intercambiador acerca hasta el recinto.

Vamos directamente al hotel Reino de Aragón donde tenemos una reserva. Lo elegimos por su cercanía a todo lo que queremos ver y también por precio ya que, aunque se trata de un cuatro estrellas, a través de Atrápalo y con una de sus ofertas especiales nos salió barato. Echamos un vistazo a la habitación que resulta cómoda y deshacemos la mochila rápidamente para volver pronto a la calle.

Nos dirigimos al centro histórico y mientras atiendo una llamada nos vemos ante el escaparate de La flor de almíbar. Se trata de una pastelería con siglo y medio a sus espaldas donde se respira tradición. Los dulces que muestran enamoran.

Seguimos hasta La Republicana. Nada más entrar reconozco que estoy en un bar entrañable, donde la mirada se me escapa de un objeto a otro si poder detenerse. Tomo un Somontano y aunque no pedimos nada de comer porque la tarde está comenzando vemos anunciados sus «huevos republicanos».

Nuestra siguiente parada es Casa Juanico. Los ojos se van directamente a las tapas que hay dentro de los expositores sobre el mostrador. Mientras suenan las siete de la tarde pedimos «croqueta de cabracho», «manita confitada» y la estrella «jamón con chorreras» que nos resultó todo un descubrimiento al paladar.

El siguiente de la lista se llama Los Zarzillos. A la vez que su barra de tapas destacan también las numerosas botellas de todo tipo de vinos, cada una de ellas marcada con su precio, lo que nos permite el entretenido de buscar la botella más cara y la más barata mientras probamos «bacalao con chocolate» y «migas del pastor». Me sorprende que apenas hay gente en los bares.

Cerramos con El lince una tasca con sabor a veteranía. Acodados en la barra y mirando sorprendidos la organización del trabajo en el bar pedimos un «Montadito de sardinas picantes». De lo más tradicional, sí, pero uno de los mejores sabores del día y, además, pican.

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