viernes, 20 de marzo de 2009

Los abrazos rotos

Cartel de la películaEn «Los abrazos rotos» se parte del gran duelo que afronta su protagonista masculino Lluís Homar, dividido entre el guionista que es y el director que fue. En Almodóvar, sin embargo, no existe la misma lucha, ya que él logra en esta película una buena simbiosis de ambas labores.

Del Almodóvar director nos encontramos con sus planos cortos y repletos de afiches, cuadros, colores, detalles… Queda su sello tanto en el ritmo, como en el estilismo lleno de decorados coloristas, o en la sexualidad cotidiana, pero sobre todo en el gusto por la perfección y en conseguir de sus actores cada uno de los matices que él tiene dentro de la cabeza cuando va a rodar. Maravillosa la dirección de actores y espléndido el uso del lenguaje de los espacios con el paso de lugares cerrados y oscuros, para transmitir dependencia, enfermedad y opresión, hacia el Lanzarote abierto, de mar y viento, con el que representa la libertad de vivir o querer.

Vemos al Almodóvar guionista, escritor que necesita contar una historia completa y cerrada, en la estructura con la que construye la historia y también en la necesidad de que el personaje de Lluís Homar tome la palabra para narrarnos la mayor parte del pasado. Lo hace a través de una confesión mediante la cual va tomando el rumbo que le permitirá ser consciente de todo aquello que venía tratando de olvidar. El personaje que interpreta Blanca Portillo apuntala la historia en otra confesión servida como regalo de cumpleaños para completar las lagunas con aquello que el protagonista no sabía. Logra credibilidad con ambas estrategias y permite al espectador identificarse en la película con el papel del oyente. Trucos de escritor, o al menos el deseo de no tirar otras buenas ideas, son los guiones que se cuentan de viva voz en la película como es la historia de Arthur Miller y su hijo, o la de los vampiros.

Escena de la películaLa búsqueda del abrazo perfecto, ese que nos une eternamente a la persona querida en nuestra muerte, es el pretexto de esta historia. Lena, la protagonista femenina interpretada por Penélope Cruz, necesita encontrar el amor completo, de tal forma que la muerte la sorprenda abrazada a él. Un accidente trunca el deseo y de nada le sirve a Mateo (Lluís Homar) haber sido previsor tomando la fotografía de su abrazo. Al contrario, en un deseo de no volver a ser, la rasga con el resto de imágenes compartidas, haciendo de su pasado un puzzle. Al final, contada la historia o resuelto el puzzle regresará la prisa, la necesidad de Mateo por volver a vivir al crearse un objetivo, más allá de la revancha, para terminar todo aquello que está pendiente.

El pentágono lo completan Martell (José Luis Gómez) el anterior amante de Lena, Judit (Blanca Portillo) como incansable guardiana y protectora de Mateo y Diego (Tamar Novas) el oyente al que van confesando toda la historia.

Si miramos hacia los temas que trata la película vemos de forma recurrente la venganza como reivindicación, aunque nos avisa de que no es gratis, necesita de dinero para financiarse. En clave social muestra que sin dinero no hay nada. Nos habla entonces de los poderosos, que dominan y marcan lo que es suyo, lo que han comprado. Martell, un importante financiero al que se nos presenta así, pero con una característica añadida que le hace aún más repulsivo y que resultará el detonante de la acción: la obsesión. Encaprichado de Lena, sobre la que quiere ejercer un control absoluto apropiándose de su vida en todos los detalles, encarga a su hijo (Rubén Ochandiano) que grabe cada uno sus pasos y contrata a una lectora de labios (Lola Dueñas) para enterarse de todo lo que dicen… Paga, decide, manda. Pero Lena huye con Mateo.

Esta es una película de personajes, por lo que necesita grandes interpretaciones que la sostengan. Así ocurre, todos están espléndidos. Intensidad, naturalidad, equilibrio y credibilidad son adjetivos que se pueden aplicar en todas las actuaciones.

Escena de la películaEn este drama, la comedia tiene un peso importante y Almodóvar la explota para manejar el ritmo. Aprovecha también para rendir tributo a «Mujeres al borde de un ataque de nervios», a sus actrices de siempre que vuelven en pequeños papeles y a su hermano Agustín que aparece en uno de los planos.



Nota: Con los títulos de crédito finales llega la última sorpresa, se trata de la copla «A ciegas» que canta Miguel Poveda.

Medio puntoPuntoPuntoPuntoPunto

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