Anoche comencé un curso de cata de vinos. Tal vez sea un poco de snobismo por mi parte o tal vez una necesidad imperiosa de culturizarme a marchas forzadas. El sitio se llama AlQatar y está en próximo a la madrileña iglesia de La Paloma. Somos once alunmos los que comenzamos ayer, once narices rebuscando entre los quinientos aromas que puede tener una copa de vino. Todo un reto para este siglo y esta sociedad urbanita en la que vivo donde ya no se huele nada.
He empezado con esto sólo para hablar del frío que hacía al volver a casa a eso de las diez de la noche. El viento helado atravesaba cada uno de los poros de mi cara. Son pocos más de diez minutos los que hay hasta mi casa, pero sufiencientes para desear estar bajo el cobijo de mi dulce hogar y ver la ola de frío desde la ventana. Por cierto, un sentido más, toda la noche estuve escuchando el fuerte soplar del viento.
Una cena tranquila, con música, y un ratito de lectura al terminar. Estoy leyendo La sustancia interior de Lorenzo Silva. No llevo el libro demasiado avanzado, pero sí lo suficiente como para comprender que me quedan muchas lagunas a las interpretaciones que le doy. Silva habla de que este libro es un homaje a Kafka. Para mí se está conviertiendo en una metáfora sobre las jerarquías en el trabajo y el proceso que debe seguir todo nuevo recién incorporado. Aunque también habla de las relaciones humanas, de la incógnita que nos supene lo que esperan los demás de nosotros, de lo que escondemos... Vamos de la vida misma.
La tele sigue fuera, ni siquiera me han llamado para decirme qué tiene y cuánto me va a costar. Empiezo a convencerme de que tendré que vivir sin ella al menos hasta la semana que viene.
martes, 1 de marzo de 2005
Cata de vinos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario