viernes, 11 de mayo de 2012

La X Muestra de Cine y Trabajo hecha la vista hacia otras culturas

En la segunda jornada se proyectan los cortometrajes de David Muñoz Tres tristes tigres y La broma infinita, el documental Mercado de Futuros de Mercedes Álvarez y la película del japonés Yojiro Takita Despedidas

Fotograma del cortometraje Tres tristes tigres
Fotograma del cortometraje Tres tristes tigres
Este año, la X Muestra de Cine y Trabajo que organiza la Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO. ha querido potenciar los trabajos de varios cortometrajistas, así que las dos sesiones del día han estado precedidas por un corto de David Muñoz. En la de las siete de la tarde se proyectó Tres tristes tigres, un trabajo que su director confesó que había surgido por casualidad, mientras grababa otro corto en Bangladesh. Se cruzaba todo el tiempo con tres hombres que iban de un lado para otro. Le contaron su historia y decidió grabarles narrándola. Como quedaba poca luz solo pudo tomarles tres minutos a cada uno.

Suficiente para entender el drama humano que les acosa, pues su desgracia les ha hecho ser muy sintéticos. Tres tristes tigres es la historia de tres jóvenes que para salir de su miseria decidieron ir a ganarse la vida a Dubai, de cómo las promesas que les hicieron los contratistas locales no se cumplieron cuando llegaron allí y lo que les quedó es un deuda imposible de pagar. La mirada de los tres hombres desde la pantalla nos escuece por su verdad; sus palabras bastan para contar una historia que se repite con frecuencia. En Bangladesh, seis millones de personas son seducidas para ganar dinero en otros países, pero van sin contrato alguno porque su gobierno no se encarga de canalizar esta riada de gente. Es la tragedia del engaño, las promesas de una vida mejor y la realidad que va dejando seres rotos a su paso. Un trabajo cinematográfico impresionante que conmueve.

En la segunda sesión, la de las nueve de noche, se proyectó el corto documental La broma infinita, un recorrido por el mundo -el desarrollado y el subdesarrollado- para intentar entender de qué depende la economía y esta crisis. Distintos hombres nos cuentan su situación tras la crisis: sus deudas que les agobian, el medir cada una de las compras que realizan, el hacer más horas y la dificultad de poder seguir ahorrando. Todos son trabajadores en un mundo desigual, todos escucharon alguna vez el cuento de poder convertirse en ricos, oyeron hablar del estilo de vida y de que el dinero es lo que más importa. Entre esas voces, guía al espectador la de un narrador que va haciéndose preguntas, ahondando en las contradiciones que escucha, los puntos débiles de esas reflexiones, y cuestionándoselo todo. ¿De quién es la culpa?, ¿somo víctimas o culpables?

La broma infinita nos dice duras verdades que no nos gustará nada oír. Nos pone frente a la realidad, nos obliga a mirarla sin levantar la vista. y nos descubre que el pensamiento único hace tiempo que nos durmió la conciencia. No nos deja ser condescendientes.

Mercado de Futuros, solo mirar el mundo a nuestro alrededor

Cartel del largometraje Mercado de Futuros
Cartel del largometraje Mercado de Futuros
Dice Manuela Temporelli, directora de la Muestra, que Mercado de Futuros es un viaje seco, gris y humano, como nuestra propia realidad. No sé equivoca. La realidad es que Mercedes Álvarez, su directora, nos propone un documental difícil, contemplativo en exceso y sin apenas apoyos para el espectador. Mirar el mundo tal vez sea así. Luego viene lo de sacar conclusiones, algo tan personal que parece como que la directora no haya querido entrometerse. Hay un presente y un pasado, y cada uno de ellos tiene su ritmo. El presente está hecho de futuro, el pasado de memoria, de recuerdos que parecen que ya no valen nada, que se quedan perdidos sobre una manta en el puesto de un chamarilero cualquiera.

Lo moderno nos ha robado el tiempo y el lenguaje. A cambio se ha inventado ferias internacionales, una serie de términos vagos que apenas significan nada y la vida exprés reglada por la velocidad y el poco tiempo para uno mismo. En Mercado de Futuros vemos a vendedores inmobiliarios torpes, que apenas dominan el lenguaje pero que saben como hacer crecer tu dinero, a gurús del management que hacen que todo suene a secta cuando explican de qué forma un directivo debe tomar las mejores decisiones -las que más le llenan el bolsillo-, a brokers acelerados que se enfadan cuando no sale adelante una operación por la indecisión del comprador. Lo moderno es oferta, sueño, quimera. En contraposición asistimos al trabajo de antes, al que se hace con las manos y sobre objetos reales -nada de números, posibilidades, inversiones…-. Vemos desmontar todos los enseres de una casa, los recuerdos de una vida que se van embalando para introducirse en un único camión en el caben todos ellos. Observamos con detalle un puesto en un rastro. Miramos cultivar una huerta, con sus descansos a la sombra, mientras pasan los trenes.

Quizá lo más interesante sea la contradicción entre una sociedad mercantilizada que comercia con todo y un hombre mayor, cargado de pereza, que ya no quiere vender nada en su puesto del rastro, porque, dice, si vendes algo deja de ser tuyo, y porque además sólo le preocupa lo que será de él cuando se muera.

Despedidas, creer en nuestro trabajo y hacerlo bien

Cartel del largometraje Despedidas
Cartel del largometraje Despedidas
Despedidas, del director japonés Yojiro Takita, es una de las películas más interesantes del cine que nos llega de aquel país. Con un tono amable y con ciertas pinceladas de humor, nos va describiendo el cambio laboral que debe afrontar su protagonista. La orquesta en la que toca el violonchelo Daigo Kobayashi se disuelve por falta de dinero y debe emprender otro camino, buscar otra profesión. La encuentra, y en cierta manera la esconde, pues no se trata de un trabajo del que la gente quiera oír hablar: despedir a los seres queridos que se van antes que nosotros. No es un trabajo agradable desenvolverse entre cadáveres y quizá no sea fácil entender a quienes lo desempeñan.

Despedidas nos muestra al maestro que enseña al discípulo para que éste llegue a estar preparado. Lo hace con pocas palabras, con confianza y dejándole su espacio y su tiempo. Vemos el camino de aprendizaje que emprende el protagonista y cómo va asumiendo su carga con la experiencia. Ese proceso es el mismo que enseña a querer una profesión que no se ha elegido por vocación pero para la que quizá estábamos predestinados. La película busca transmitir el entendimiento de la dignidad que todo trabajo encierra y sobre todo a interiorizar la necesidad de llevarlo a cabo. Ese cambio de enfoque nos descubrirá la profesionalidad, es decir, el gusto por hacer bien el trabajo, que nos lleva a las pequeñas satisfacciones personales y a que un día nos sintamos orgullosos con lo que hacemos. De esta forma, Despedidas nos conduce de la casualidad al cumplimiento de un destino, aceptándolo con toda la dignidad que se merece. Aparecen en la película profesiones que no se valoran, pero que son un invisible sostén de la comunidad. Es cierto que habla de los lazos que unen la vida con la muerte, de sus ritos, pero más aún de los vínculos que unen a las personas, de lo que encontramos en cada una, de lo que dejamos en ellas, de quienes nos ayudan y nos hacen la vida un poco más sencilla en los peores momentos.

El sentido de la familia, la propia y la laboral, está presente en todo momento, incluso cuando falta. Es una película costumbrista, que cuida los detalles de la cotidianidad en zonas rurales del Japón. Nos cuenta la vida que ocurre en ellas, a su ritmo, con la distancia que marca el protocolo, sus comidas, las estufas que utilizan, las nevadas… Y de esa aparente frialdad, Yojiro Takita va realizando una película llena de fuertes emociones. Lo hace a pinceladas, con tiempo, recurriendo a una fotografía hermosísima y asentándose en la construcción psicológica de una sociedad con valores ancestrales. El resultado es una película maravillosa.

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