La sección oficial recorre los dos extremos: el cine estético y artístico de Low Life, frente al cine socarrón e irónico de Dark Horse
Otro de los valores del Festival Internacional de Cine de Gijón es la propia ciudad en la que se celebra. Gijón es un lugar acogedor, con un tiempo norteño. Hoy llovía y el mar golpeaba contra el muro algo irritado. Acodarse en la barandilla mirando romper las olas mientras el agua de la lluvia resbala por la cara resulta a veces el mejor cine posible
Sección oficial. Dark Horse y la ironía
Dark Horse es una sátira social del estadounidense Todd Solondz, un reflejo distorsionado de sus propias experiencias. Con la risa como bisturí va avanzando sobre las debilidades de la clase media norteamericana.
Dark Horse arranca con la celebración de una boda judía, donde los novios e invitados bailan sin pudor. Dos personas son la excepción, permanecen sentadas en la mesa y se muestran dignos, incapaces de hacer el ridículo, o eso parece. Nada más lejos de la realidad. Abe y Miranda, que no se conocen, viven con sus padres una vida cómoda, sustentada por sus progenitores, sin preocupaciones, con todos sus caprichos cumplidos. Ha llegado el momento de romper el cascarón, de abandonar las neurosis y vivir con responsabilidad. El paternalismo solo crea generaciones de personas comportándose como estúpidos. Ahí es donde escarba Solondz para hacer una película que se ve con facilidad.
Comicidad y un mensaje claro de qué es la vida, porque aunque todos tenemos el recibo, no se permiten cambios ni devoluciones, cada uno ha de tirar con la suya y es su propia responsabilidad hacerlo bien o tirarla por la borda.
Rellumes. Hollywood Talkies abusa de los silencios
Óscar Pérez y Mia de Ribot firman Hollywood Talkies, un documental un tanto experimental con una imagen totalmente separada del audio, es decir un texto leído al que acompañan ciertas imágenes, paisajes y fotografías antiguas.
Hollywood Talkies homenajea a los actores españoles y latinoamericanos que en los años 20 del siglo pasado, con el inicio del cine sonoro, hicieron sus maletas y se fueron a Hoolywood para hacer las versiones en español de las producciones de los estudios californianos. Sin duda sabe contar anécdotas jugosas y entretenidas, un bonito recuerdo a los que se fueron para triunfar sin lograrlo nunca.
Sin embargo la película no funciona, pues juega con un ritmo desigual. Tal vez sea la exacerbada lentitud con la que se van pasando las fotografías. Demasiados segundos de silencio, demasiado tiempo para observar una imagen estática en una pantalla, como si jugáramos a buscar el detalle que no encaja.
Sección oficial. Low Life, el cine de palabras
Nicolas Klotz y Elisabeth Perceval retratan en Low Life la juventud que hereda un mundo turbio, pero que aún así es capaz de tener lucidez y una mirada bonita. El resultado es un trabajo muy filosófico y que abusa de la literatura. Un cine cargado de metáforas donde se muestra una juventud con fuerza, que conoce la teoría, pero que a la que le falta la práctica de vivir. Low Life es básicamente una película de conceptos que pone los sentimientos por encima de todo, donde la grandilocuencia de la palabra es el pilar de esta construcción.
Nuestros jóvenes se sienten controlados, habitan un mundo que no les gusta y se ven relegados a un futuro sin esperanza, que no cuenta con ellos. Low Life no consigue poner voz a estos jóvenes, sino a otros que lo fueron. De la misma forma las armas y el lenguaje de estos jóvenes de hoy vienen del pasado, de aquellas otras generaciones luchadoras a las que los directores han mirado en todo momento. Acude a mitos (Antígona, Carmen, Ofelia…) y se va perdiendo en invocar imágenes –muy plásticas sí– que son poses que terminan diciendo poco si no se llenan de frases.
Lo que sí aplaudo en Low Life es el coraje de esa juventud que ha construido su mensaje, su valentía en enfrentarse a la policía sin acobardarse y defender el amor como fuerza que da sentido a todo.
Sección oficial. Dark Horse y la ironía
Cartel de la película Dark Horse
Dark Horse arranca con la celebración de una boda judía, donde los novios e invitados bailan sin pudor. Dos personas son la excepción, permanecen sentadas en la mesa y se muestran dignos, incapaces de hacer el ridículo, o eso parece. Nada más lejos de la realidad. Abe y Miranda, que no se conocen, viven con sus padres una vida cómoda, sustentada por sus progenitores, sin preocupaciones, con todos sus caprichos cumplidos. Ha llegado el momento de romper el cascarón, de abandonar las neurosis y vivir con responsabilidad. El paternalismo solo crea generaciones de personas comportándose como estúpidos. Ahí es donde escarba Solondz para hacer una película que se ve con facilidad.
Comicidad y un mensaje claro de qué es la vida, porque aunque todos tenemos el recibo, no se permiten cambios ni devoluciones, cada uno ha de tirar con la suya y es su propia responsabilidad hacerlo bien o tirarla por la borda.
Rellumes. Hollywood Talkies abusa de los silencios
Óscar Pérez y Mia de Ribot firman Hollywood Talkies, un documental un tanto experimental con una imagen totalmente separada del audio, es decir un texto leído al que acompañan ciertas imágenes, paisajes y fotografías antiguas.
Hollywood Talkies homenajea a los actores españoles y latinoamericanos que en los años 20 del siglo pasado, con el inicio del cine sonoro, hicieron sus maletas y se fueron a Hoolywood para hacer las versiones en español de las producciones de los estudios californianos. Sin duda sabe contar anécdotas jugosas y entretenidas, un bonito recuerdo a los que se fueron para triunfar sin lograrlo nunca.
Sin embargo la película no funciona, pues juega con un ritmo desigual. Tal vez sea la exacerbada lentitud con la que se van pasando las fotografías. Demasiados segundos de silencio, demasiado tiempo para observar una imagen estática en una pantalla, como si jugáramos a buscar el detalle que no encaja.
Sección oficial. Low Life, el cine de palabras
Una escena de la película Low Life
Nuestros jóvenes se sienten controlados, habitan un mundo que no les gusta y se ven relegados a un futuro sin esperanza, que no cuenta con ellos. Low Life no consigue poner voz a estos jóvenes, sino a otros que lo fueron. De la misma forma las armas y el lenguaje de estos jóvenes de hoy vienen del pasado, de aquellas otras generaciones luchadoras a las que los directores han mirado en todo momento. Acude a mitos (Antígona, Carmen, Ofelia…) y se va perdiendo en invocar imágenes –muy plásticas sí– que son poses que terminan diciendo poco si no se llenan de frases.
Lo que sí aplaudo en Low Life es el coraje de esa juventud que ha construido su mensaje, su valentía en enfrentarse a la policía sin acobardarse y defender el amor como fuerza que da sentido a todo.
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