Tras el fin de semana, el Festival programa las películas más minoritarias
Al entrar al Jovellanos se escucha la música alta, no es que sea una estrategia para transmitir energía, sino que el Festival Internacional de Cine de Gijón cuenta con un DJ que anima con una sesión la espera antes de las películas. Va creando ambiente, con música instrumental en su mayoría y jugando con los platos, aunque obliga a que las conversaciones entre el público se hagan a voces. No es mala idea.
Sección oficial. Iceberg, historias del otro lado del río Tormes
Gabriel Velázquez, antes de la proyección, define su película con tres adjetivos: arriesgada, contemplativa y minimalista. Iceberg nos cuenta tres historias de adolescentes de pocas palabras, que ocurren en Salamanca, pero al otro lado del río Tormes, el que ya no forma parte de la ciudad, el que está escondido detrás. Ese otro lado del río parece más bien un cementerio donde van a vagabundear entre sus chopos las ánimas. Por esas mismas veredas y los espacios deshabitados, van paseando su soledad los protagonistas, cargando con el peso de lo que aún no saben resolver. Cada uno trata de hacer lo que cree que se espera de él, pero los límites los marcan sus propios caracteres, aún no saben lo que son. Apocados unos, valientes otros, desconcertados todos y conformistas en general.
No hay personas mayores que les tutelen y apenas si hay diálogos en Iceberg. Así que el uno frente a los demás se siente más que se cuenta. La violencia como forma de expresión sí que está presente con ese aire rebelde que lleva a destrozar por instinto.
Dos detalles destacables. El primero, la apuesta por la música popular y tradicional, por los sonidos de la flauta (dulzaina) y los golpes de tambor, que tan bien mezclan y contrastan en pantalla con la juventud y las dudas de los adolescentes. La segunda el ambiente creado para contarnos una historia, la que vemos, y sin embargo hacernos sentir otra más, la que va sumergida sin presentarse nunca. Es una película de mirada diferente, en la que una parte del público se marchó antes de finalizar la película y otra la aplaudió con fuerza durante los títulos de crédito.
Esbilla. Trumpet, regresos y perdidas
Trumpet es un cortometraje de Anna Petrus con muy pocas palabras, las que se necesitan tan solo para llamar al perro cuando se escapa. Habla de regresos y de pérdidas, de un pasado que se fue, de objetos amontonados, de abandonar una trompeta y de vagabundear. Buscar entre lo que otros tiran algo que necesitamos es el camino perfecto para perder lo poco que nos queda. Y al final, lo que queda, es no saber si ha servido de algo o simplemente es tiempo perdido.
Esbilla. Amanecidos describe a una generación por sus reacciones en situaciones anodinas
Tal vez la felicidad sea cantar todos juntos una canción de adolescentes en una roulotte camino de una playa infinita. No se sabe como se llega a la felicidad, lo que se comprueba desde el principio es que el camino que lleva hacia ella resulta siempre doloroso. Muchas veces es un sendero estrecho lleno de situaciones insustanciales. Así es Amanecidos, un ejercicio de describir la forma de ser de una generación por sus reacciones en momentos anodinos.
Yonay Boix y Pol Aregall plantean una película para hablar de soledades y también de la incomunicación, pues en el fondo, aunque estemos acompañados, nos comportamos como islas. Por Amanecidos van desfilando los estados de ánimo, que van cambiando en los protagonistas sin que ellos hayan encontrado las palabras para describirlos, pues son sensaciones para las que tienen dificultad a la hora de expresarlas, de contar lo que sienten a los demás.
Se les agradece a los directores que hayan sido breves y que no hayan sentido la necesidad de alargar la película cuando ya lo habían contado todo.
Rellumes. Osmdesát dopisů / Eighty Letters, cine checo
Osmdesát dopisů / Eighty Letters es una historia del checo Václav Kadrnka, inspirada en su propia infancia y ambientada en la Checoslovaquia comunista de 1987. Se trata de una película muy lenta, narrada desde el punto de vista de un niño que mira y observa. Lo que ocurren son esperas, una tras otra, y subir muchas escaleras para encontrarse siempre de frente con la burocracia, al final de cada largo e interminable pasillo. Nos habla de un padre emigrado en Gran Bretaña y una madre que quiere reunirse con su marido. El propio Václav es el hijo que contempla el papeleo que supone arreglar la situación para que les permitan iniciar el viaje.
Václav Kadrnka realizó un trabajo introspectivo para recuperar sus sentimientos y emociones que se grabaron en su infancia como una huella que perdura. Apagó los colores con gamas oscuras, buscó la luz de invierno y utilizó los primerísimos planos para evocar ese tiempo a ritmo lento del pasado, como si hubiera querido congelar la memoria. Jugó con sonidos repetitivos y añadió muchos silencios.
Al final una película en la que no pasa nada, llena de detalles, de pasado.
Sección oficial. Iceberg, historias del otro lado del río Tormes
Cartel de la película Iceberg
No hay personas mayores que les tutelen y apenas si hay diálogos en Iceberg. Así que el uno frente a los demás se siente más que se cuenta. La violencia como forma de expresión sí que está presente con ese aire rebelde que lleva a destrozar por instinto.
Dos detalles destacables. El primero, la apuesta por la música popular y tradicional, por los sonidos de la flauta (dulzaina) y los golpes de tambor, que tan bien mezclan y contrastan en pantalla con la juventud y las dudas de los adolescentes. La segunda el ambiente creado para contarnos una historia, la que vemos, y sin embargo hacernos sentir otra más, la que va sumergida sin presentarse nunca. Es una película de mirada diferente, en la que una parte del público se marchó antes de finalizar la película y otra la aplaudió con fuerza durante los títulos de crédito.
Esbilla. Trumpet, regresos y perdidas
Trumpet es un cortometraje de Anna Petrus con muy pocas palabras, las que se necesitan tan solo para llamar al perro cuando se escapa. Habla de regresos y de pérdidas, de un pasado que se fue, de objetos amontonados, de abandonar una trompeta y de vagabundear. Buscar entre lo que otros tiran algo que necesitamos es el camino perfecto para perder lo poco que nos queda. Y al final, lo que queda, es no saber si ha servido de algo o simplemente es tiempo perdido.
Esbilla. Amanecidos describe a una generación por sus reacciones en situaciones anodinas
Tal vez la felicidad sea cantar todos juntos una canción de adolescentes en una roulotte camino de una playa infinita. No se sabe como se llega a la felicidad, lo que se comprueba desde el principio es que el camino que lleva hacia ella resulta siempre doloroso. Muchas veces es un sendero estrecho lleno de situaciones insustanciales. Así es Amanecidos, un ejercicio de describir la forma de ser de una generación por sus reacciones en momentos anodinos.
Yonay Boix y Pol Aregall plantean una película para hablar de soledades y también de la incomunicación, pues en el fondo, aunque estemos acompañados, nos comportamos como islas. Por Amanecidos van desfilando los estados de ánimo, que van cambiando en los protagonistas sin que ellos hayan encontrado las palabras para describirlos, pues son sensaciones para las que tienen dificultad a la hora de expresarlas, de contar lo que sienten a los demás.
Se les agradece a los directores que hayan sido breves y que no hayan sentido la necesidad de alargar la película cuando ya lo habían contado todo.
Rellumes. Osmdesát dopisů / Eighty Letters, cine checo
Cartel de la película Osmdesát dopisů / Eighty Letters
Václav Kadrnka realizó un trabajo introspectivo para recuperar sus sentimientos y emociones que se grabaron en su infancia como una huella que perdura. Apagó los colores con gamas oscuras, buscó la luz de invierno y utilizó los primerísimos planos para evocar ese tiempo a ritmo lento del pasado, como si hubiera querido congelar la memoria. Jugó con sonidos repetitivos y añadió muchos silencios.
Al final una película en la que no pasa nada, llena de detalles, de pasado.
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