Pepe Colubi y Blanca Romero presentan la gala de clausura del 49 Festival Internacional de Cine de Gijón
Detalle del cartel del 49 FICXixón en la mesa de prensa del Antiguo Instituto
Sección oficial. The Forgiveness of Blood, las culpas de los padres heredadas por los hijos
El director estadounidense Joshua Marston, que hace unos años sorprendió con la excelente María llena eres de gracia compite en la Sección Oficial con su segunda película: The Forgiveness of Blood, una coproducción entre cuatro países: Estados Unidos, Albania, Dinamarca e Italia.
En una aldea albanesa, padre e hijo, viajan en un carro tirado por un caballo. Cruzan las tierras de los vecinos, apartando las piedras que han colocado, para evitarse el rodeo que supone usar el camino, es algo que vienen haciendo de siempre. En el bar discuten las dos familias por estos asuntos, se llaman ladrones unos a otros, pero no llegan a las manos, alguna mirada de las que hielan hasta el alma, alguna palabra más alta que otra. Nik, el hijo, es un adolescente con una vida normal. Su futuro, lo que hará en unos años cuando sea adulto, y la chica detrás de la que va, ocupan su tiempo. En clase tienen ordenadores, él usa Facebook, se comunica con móviles… La tecnología no es algo extraño en la aldea, conviven el atraso y el progreso en el mismo pueblo. Pero no va de eso la película, va de lo otro, de esas disputas entre familias que un día acaban con un muerto. Nos cuenta la historia de una deuda de sangre entre familias, en realidad las consecuencias que trae. Hay toda una ley ancestral que rige de qué forma se ajustan las cuentas en estos casos, una ley que todos respetan: un duelo, el encierro de la familia deudora en su casa, el uso de mediadores…
Todo cambia, de la noche a la mañana han perdido su libertad. Nik se encuentra encerrado en casa, sin posibilidad de salir, su hermana Rudina, un poco más pequeña que él debe dejar la escuela para encargarse del reparto del pan con el que subsiste la familia. De pronto esa losa aumenta su responsabilidad, el dinero del pan es poco y comienza a vender tabaco. ¿Es justo que los hijos asuman la culpa de los delitos de los padres? Ese el dilema que se plantea The Forgiveness of Blood y para ello nos presenta esa atmósfera opresiva, con una estructura jerárquica familiar inquebrantable y esa obligación de hacerse mayor de golpe, porque toca crecer antes de tiempo.
Montxo Armenáriz posando en el Festival tras la rueda de prensa
Nacho Martínez fue un actor asturiano, de Mieres, que tuvo una presencia destacada en el cine que se hacía en nuestro país en los años ochenta. Comenzó en el teatro universitario independiente, cuando aún era muy joven y en los tiempos finales del franquismo. Se fue a Madrid y empezó a ganarse la vida como doblador poniendo voz a artistas como Richard Chamberlain en El pájaro espino, Richard Gere, Sylvester Stallone... Consigue un papel en Tasio y ya no pararía hasta el final de su carrera. 17 películas y una cuantas series como Los pazos de Ulloa, Los jinetes del alba o protagonizar El olivar de Atocha. Trabajó a las órdenes de directores como Manuel Gutiérrez Aragón, Gonzalo Suárez, José Luis Cuerda, Fernando Fernán Gómez, Vicente Aranda, Inmanol Uribe, Eduardo Campoy, Miguel Picazo o Montxo Armendáriz, pero sin duda siempre será recordado por sus papeles en las películas de Pedro Almodóvar, especialmente por su interpretación del torero de Matador.
Murió joven, en 1996, con 44 años de edad, de un cáncer de pulmón. En su recuerdo, el Festival Internacional de Cine de Gijón otorga el Premio Nacional de Cinematografía Nacho Martínez y que esta edición recae en el director Montxo Armendáriz, en reconocimiento a su carrera.
En el encuentro con la prensa, el director navarro cuenta que, cuando le llamaron, lo primero que pensó es que venía a dar el premio, no ha recibirlo. De Nacho Martínez tiene muchos recuerdos y anécdotas. Coincidieron en Tasio, la primera película de ambos. Cuenta que entonces Nacho Martínez era un doblador, con una voz muy bonita, así que el director tenía cierta preocupación por si podría adaptarla, romperla un poco, embrutecerla. Le hacía hablar mal y el actor le decía que le iba a hundir la carrera, que sus paisanos de Asturias cuando le oyeran hablar así se iban a pensar que era un mal actor. Dice que todo el mundo quería a Nacho Martínez, que era divertido y que se encargaba de poner motes a todo el mundo. Rodar su papel eran unos días, pero el equipo se iba inventando otras cosas para que se quedara y así, un día por otro, estuvo hasta el último día.
Le preguntan por la situación de los festivales de cine en España en estos tiempos de crisis y recortes. Responde que sería perjudicial que festivales como el de Gijón desapareciesen o viesen mermada su financiación. Son frágiles, cuesta colocar un festival en el mapa y sin embargo es fácil derrumbarlo. Quien no tiene una imagen desaparece. Gracias a ellos se da a conocer nuestro cine, quien habla de cine habla de cultura porque explica el pueblo que somos y cómo nos manifestamos. Es labor de los organismos oficiales desarrollar y potenciar nuestro cine, así como facilitar el intercambio cultural con otros países. El FICXixón cumple con estos objetivos, muestra nuestro cine y el de otras culturas, lo que nos permite enriquecernos. Sería injusto que desapareciese por una crisis creada desde fuera y que sin embargo tenemos que pagar todos nosotros, por culpa de unos mercados que se imponen a los gobiernos cuando debería ser al revés.
Respecto a los rumores de que el Ministerio de Cultura desparezca en la próxima legislatura con el gobierno de la derecha, dice que Ministerio de Cultura habrá siempre, lo que hay que ver es dónde está y en qué forma. Explica que le da igual que se llame como se llame, que sea un ministerio o que dependa de otro, porque lo importante no es el nombre, sino lo que tiene que hacer y lo que debe cumplir. Considera que es un error industrializar la cultura, algo a lo que desgraciadamente estamos asistiendo desde hace varios años. La cultura se quiere medir por los beneficios que genere, aunque con fortuna, aún se está escapando de esto en una gran parte. Más que el mercado, la unidad de medida debería ser la aceptación. Cree que cada uno debe decidir que películas quiere ver, pero siempre que exista la igualdad de oportunidades, si no es muy difícil hablar de libertad de elección.
Cada vez se abre más el abismo entre los dos tipos que tenemos para hacer cine, el de las grandes producciones que suelen financiar las televisiones y las pequeñas producciones más orientadas a los festivales. Las primeras buscan el máximo beneficio, sea como sea, mientras que a las segundas apenas les importa la rentabilidad. Ese marco intermedio, entre un cine y el otro, se ha quedado sin espacio, desapareciendo prácticamente. El éxito se mide por la taquilla y, o lo tienes pronto y tremendo, o casi no existes. Las películas que van por el circuito de festivales y cosechan éxitos, luego pasan desapercibidas en las salas comerciales. Ese el dilema que hay que resolver.
Comenta que en torno a un festival y una vez al año, es fácil agrupar a gente joven que quiere ver películas «raras». Pero cuando desde los medios hay un bombardeo masivo de las películas de las grandes distribuidoras, es difícil mantener la pugna y encontrar público para esas películas de autor durante todo el año.
Dice no querer hablar de las subvenciones, pero sí de una protección mínima a nuestra cultura. Pone a EE.UU. como ejemplo. Explica que allí, si alguien va a rodar a un estado, el gobierno local reintegra el 40% de lo que se invierte en la producción, lo llevan haciendo desde hace años y eso hace que se pueda decir que el cine estadounidense es el más subvencionado. No todo es correcto en las subvenciones de nuestro país, así que no justifica que toda valga. Hay de todo, mucho listillo incluido que se aprovecha, pero eso no debe invalidar a todos por igual. Habría que ver caso por caso para evitar los abusos, algo que a toda la profesión le interesa. No le gusta que a veces se critiquen ciertas subvenciones, como diciendo que no deberían existir. Y sin embargo de otras no se dice nada. Nadie ha pedido justificación del dinero público que el gobierno ha inyectado a la banca.
Los premiados en la 49 edición del Festival Internacional de Cine de Gijón
Arrancó con sorpresa, con una performance audiovisual, una especie de explicación del futuro y la deriva del cine, que combinaba una proyección con fragmentos de varias películas en una única historia sobre un guion perdido, encontrado, necesario e innecesario. Mientras las imágenes se mostraban en pantalla, los cuatro artistas interactuaban en directo, a través de un piano, un dispositivo y varios ordenadores. Le añadían música electrónica, efectos sonoros especiales, e incluso un tratamiento a las imágenes mostradas en directo. Algo diferente, que se graba en la retina y que predispone la actitud receptiva hacia lo positivo.
Después aparecieron los dos presentadores, Blanca Romero y Pepe Colubi, que siguiendo un guion ágil y con mucho humor consiguieron divertir al público. Colubi recordó que en la inauguración de esta edición habló del gobierno y que el domingo el gobierno cambió. También hizo bromas con la monarquía, y el lunes tuvimos lo del ojo del rey y la puerta. No por eso dejó de bromear con ambos temas en la clausura.
Se fueron entregando cada uno de los premios del palmarés con pocos discursos. Destacaron tres de ellos. El de Armendáriz para describir con ternura los momentos que compartió con Nacho Martínez en los rodajes. Cuando Santiago Mitre director de El Estudiante habló del bajo presupuesto de su película mientras bromeaba indicando que ya con estos premios recibía más dinero del que habían invertido; después en serio habló de su postura como cineasta ante la crisis y los recortes: «seguir filmando, sea como sea». Finalmente el máximo responsable de Golem, que distribuirá en España la otra película ganadora La guerre est déclarée, tuvo un discurso emotivo en estos momentos de crisis para apoyar al Festival ahora que los recortes aprietan a la cultura. Felicitó a su director José Luis Cienfuegos y a todo su equipo, pues sin su trabajo los estrenos americanos se comerían al cine independiente.
Tras la foto de familia con los premiados, la gala tuvo un guiño hacia su futuro, ya que al girar la mesa de los presentadores, tras el 49 apareció un 50, el número que hará la edición del próximo año que ya se ha puesto en marcha.
Pawel Pawlikowski, director de la película The Woman in the Fifth, durante la rueda de prensa de presentación
Pawel Pawlikowski cierra el Festival con la proyección en la gala de clausura de su película The Woman in the Fifth. Un trabajo confuso, que juega con la paciencia del espectador y que se ha construido sobre los tópicos de todo escritor maldito: hombre atormentado al que rondan sus fantasmas, autor de una única novela, que necesita a las musas cerca, que se siente perseguido y que debe tocar fondo para poder escribir, como si las palabras solo pudieran nacer del dolor. No hay una línea clara entre la realidad y el universo onírico del propio autor que interpreta Ethan Hawke. El resultado es una entelequia borrosa, demasiado literaria y con un exceso de simbolismo, donde todo parece querer decir otra cosa diferente.
La muerte está presente siempre, pero sin que sea demasiado distinguible de la vida. Los fantasmas se comportan como seres vivos, solo se diferencian en que los que ya están muertos suelen ser mucho más sabios. Otro punto en el que abunda la película es en el fuerte deseo que el protagonista despierta en las mujeres, una especie de magnetismo que las atrae supongo que por ese aire de escritor maldito.
Hay dos aspectos que resultan acertados. El primero, encontrarnos con un París sórdido para pintar en paralelo el derrumbe de su vida y el paisaje entre el que se desenvuelve. El protagonista está lejos de casa, en realidad siente que no hay ningún lugar al que pertenezca, salvo el territorio de lo inventado. El otro es la fuerza de la curiosidad frente a lo prohibido, esa imposición de no permitir hacer preguntas mientras se exige un trabajo que no se explica.
En la rueda de prensa, Pawel Pawlikowski explicó que le mandaron la novela para ver si podía hacer un thriller con ella, pero ese no era su estilo, así que decidió darle un tono más poético que encajase con lo que el director tenía en su mente. Quería contar la historia de una persona dividida por sus contradicciones mentales. The Woman in the Fifth es algo un tanto perverso, una mezcla de géneros que responde a un desafío personal propio. Hay una invención por parte de Pawlikowski de las normas que rigen el film para conseguir crear un universo paralelo que evoque sensaciones. Es su intención crear una atmósfera hipnótica para que el público no mida la película con la realidad. Confiesa que lo único que espera es que el espectador experimente algo. En realidad es un anti-thriller, una especie de juego más que una película de suspense. Hay una intención deliberada en que el nos piense en la trama.
Eligió a Ethan Hawke para el papel protagonista porque necesitaba un hombre que fuese atractivo para el espectador, pues según avanza la película el personaje va perdiendo la confianza que se ha depositado en él y se va haciendo más sospechoso. Hay una intención de que el público sufra con él.