lunes, 27 de junio de 2011

StradivariaS, tomarse la música con humor

Un espectáculo musical diferente que explora, combina y fusiona


Viernes 24 de junio de 2011. Teatro Alfil. Madrid

Cartel de la obra de teatro StradivariaS
Cartel de la obra de teatro StradivariaS
Triunfar haciendo música es difícil y más aún si la parcela elegida cae dentro del terreno de lo clásico. Formar parte de una gran orquesta sinfónica parece convertirse entonces en la meta que se ve al final de horizonte, el sueño único. También hay pequeñas formaciones tríos, cuartetos, quintetos... donde desarrollan su talento algunos de los más virtuosos y que con mucho tiempo y gran trabajo pueden llegar a lograr un cierto reconocimiento entre un pequeño y selecto público. Colaborar en grabaciones de otros artistas, por supuesto. Y si se puede, dar clases en un conservatorio. Un mundo reducido para quien ama la música, para quien decide explorar más allá de límites y convencionalismos.

StradivariaS tiene algo que ver con esto, pero supone sobre lo dicho una superación, una novedad, un espectáculo musical diferente, algo inesperado. Se trata de un cuarteto de cuerda formado por Irene Rouco (violonchelo), Lila Horovitz (contrabajo), Maite Olmedilla (viola) y Ana Hernández (violín). Todas ellas mujeres y divas capaces de hacer un recital con un repertorio que fusiona la música clásica con la popular. Ellas son cuatro maestras del «cóctel» que mezclan en escena, en la misma copa, lo más clásico con tango, soul, jazz, blues, pop y hasta copla. Pero lo más maravilloso, lo sorprendente, es que la música no la interpretan al uso, sentadas con sus instrumentos y concentradas en la partitura, sino que la combinan con la pantomima en una genial comedia musical. Las cuatro divas virtuosas que hacen música y que a la vez son actrices que conviven y luchan sobre un escenario, llenas de celos, de sensualidad, de deseo y de tan mala leche como buen humor.

Entretener es el secreto del éxito. Parece algo sencillo, pero detrás hay demasiadas horas dedicadas a que cada sketch funcione a la perfección. Interpretar con el gesto preciso otra historia paralela a lo que suena en sus instrumentos y fundir ambas haciendo que converjan, que dibujen una sonrisa dulce en la boca del espectador. Hacer divertida la música con la pequeña magia que supone el teatro con la que se envuelve. Lo musical podría ser una excusa, pero en el fondo es la materia principal con la que se ha construido el espectáculo, la que hace que todo sea maravilloso. Sin duda es el talento de las chicas de StradivariaS lo que hace al público sentirse a gusto y le dan el toque redondo a la representación.

Ana Hernández, Irene Rouco, Maite Olmedilla y Lila Horovitz en una escena de la obra StradivariaS
Ana Hernández, Irene Rouco, Maite Olmedilla y Lila Horovitz en una escena de la obra StradivariaS
Schubert, Beethoven y Mozart suenan milimétricos, pero dentro de ellos se cuela, entre sus silencios, otro tipo de arte. Lo mismo con Piazzolla y su tango. Una nota alargada, un orgasmo al ritmo de la música, el éxtasis alcanzado, las rencillas que explotan porque hay quien insinúa que el público la quiere más a ella que a las otras, envidias de artistas y un montón de imprevistos que nos cambian el contexto alterando cualquier orden establecido. Y fusión, mucha fusión en lo que tocan.

Comparten el escenario las cuatro en muchos de los números, cada una en su sitio, con sus diferencias para que el espectador sienta lo individual encauzado dentro de lo colectivo, el todo hecho de partes. Son buenos números, donde el empuje de cada una de ellas suma porque tienen especialidades distintas que todas ponen en común para que el número crezca. También funciona lo individual, y todas tienen su momento reservado donde brillan en solitario, digamos que haciendo su «solo». Así van añadiendo variedad y una espontaneidad que enriquece aún más la actuación.

Además de tocar, también cantan y soplan y silban para acompañar el repertorio, para sorprender con algo novedoso siempre. Se agradece esa inquietud que han tomado como camino. Tienen buenas voces como demuestra Maite Olmedilla interpretando Bésame mucho, voces casi negras que tiñen de soul algunos de los temas. Una hermosa sorpresa es la que ofrece Irene Rouco en la pieza que interpreta con las manos y su silbido. Igual que el trabajo de Lila Horovitz con El día que me quieras. La copla no se libra, con Campanera se luce Ana Hernández, en uno de los números más divertidos e ingeniosos.

Interpretan la música, e interpretan sus personajes dentro del cuarteto. Profundizan en lo gestual, lo descarado. Juegan con la sensualidad tanto como la torpeza. Son fieras en celo, competitivas y a punto de explotar. Mujeres con determinación, llenas de talento, cargadas de coraje y, sobre todo, con una capacidad infinita para contagiar su bendita locura al patio de butacas al que hacen partícipe y con el que incluso juegan en varias ocasiones. Tal vez el escenario se les queda pequeño. Las risas no cesan durante el recital que, a pesar de que el reloj diga otra cosa, se hace muy corto.

Pero tras los aplausos, cuando uno cree que lo ha visto todo, llega lo mejor: los bises se abren interpretando, con un contrabajo y ocho manos sobre él, un tema de Police, Every breath you take. Algo impresionante que demuestra dos cosas: compenetración y buen gusto. Es un broche precioso para cualquier noche.

De StradivariaS puedo decir que es un espectáculo diferente que me ha encantado.

A modo de pequeño anecdotario: StradivariaS participó en la EXPO SHANGAI 2010 celebrada en China. Allí, dentro del Pabellón España, se las pudo ver, desde el 11 de julio al 9 de agosto, realizando dos actuaciones diarias del espectáculo.

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