jueves, 9 de junio de 2011

Esquizofrenia, teatro de emociones

La Simpañía presenta un arriesgado montaje para meternos dentro del cerebro de un esquizofrénico


Domingo 5 de junio de 2011. La escalera de Jacob. Madrid


Cartel de la obra Esquizofrenia
Cartel de la obra Esquizofrenia
Dicen que una cuarta parte de la población mundial se enfrentará en algún momento de su vida a esta enfermedad. Una enfermedad que produce rechazo y que estigmatiza a quien la padece. Eva Redondo, actriz, autora y co-directora de Esquizofrenia, se ha documentado trabajando con enfermos que padecen esta enfermedad para contarnos con valentía la historia de dos esquizofrénicos. Además ha tenido la capacidad de mostrárnoslo desde el propio punto de vista de los enfermos, logrando explicarnos cómo entienden el mundo y cómo cambian sus relaciones con los familiares y con la sociedad una vez que se les diagnostica la enfermedad.

Esquizofrenia no es una obra inocua, de esas que disfrazan los problemas para pintar una sociedad feliz. No va en busca de lo positivo pues trata de construirnos una instantánea fiel y dolorosa. Se adentra certera hacia los sentimientos. El miedo que sienten los personajes, su angustia sobrehumana y la soledad que su enfermedad les producen, se trasladan al espectador que los va digiriendo y haciendo suyos, creando lentamente un proceso de empatía con el que sufre, castigado por su enfermedad. Vemos sobre el escenario levantarse la culpa que les pesa, una rabia profunda incontrolable que les deshace, una impotencia que les atosiga y una marginación como seres sociales que les convierte en excluidos, tal como si no existieran.

Es un montaje arriesgado por lo directo, porque llama con fuerza al espectador al querer pintar un mundo para el que muchas veces las palabras no logran construirlo en su conjunto. Esquizofrenia transita por caminos diferentes, buscando lo sensorial, pero que no se pierde porque tiene claro su objetivo. El espectador encuentra historias lineales de los personajes que la obra va tejiendo y contando sobre una narrativa convencional.

El elenco: Begoña S. Somolinos, Estela Aguilar, Silvia Maya, Eva Redondo, Jorge Fuentes y Jonathan Rod
El elenco de la obra Esquizofrenia: Begoña S. Somolinos, Estela Aguilar, Silvia Maya, Eva Redondo, Jorge Fuentes y Jonathan Rod
La historia se abre con dos personajes jugando a un juego extraño. Según pasan los minutos va apareciendo la angustia, el aviso a quien observa de que algo raro les pasa a esos personajes. No son los suyos comportamientos que solamos llamar normales. La obra, a partir de aquí va mostrando puntas de hilo desde las que desenvolver la maraña. Lo hace con los textos y su lenguaje, pero aún con más fuerza, si cabe, con el uso de las luces que aparecen y desparecen, como flashes que ralentizan y detienen el movimiento de los actores, para alargar una sensación pesarosa de desazón. Igual ocurre con los sonidos llenos de fuertes golpes un tanto caóticos que nos aceleran, de estridencias y chirridos que van creando el ambiente de la escena, que nos acercan a la locura. Y finalmente la acertada simbología de los colores que simplifica un mundo en el que solo existen el blanco, el amarillo que va salpicando en detalles las ropas y el negro de las capuchas que visten las sombras sin rostro que van acompañando la esquizofrenia. Es difícil hacer sentir la esquizofrenia a quien no la padece, explicar síntomas que no soportamos y que quien los sufre es incapaz de verbalizarlos. De ahí la importancia de crear una atmósfera que nos acerque a lo que se va a narrar. Durante la representación, Esquizofrenia logró sumergirme en un duro desasosiego que permitió compartir los sentimientos que hay bajo toda persona, sana o enferma. Salí de la función sorprendido y encantado, a pesar de la dureza que percibí, de la tensión de tener la enfermedad ante mis ojos, pues como decía antes, la obra no escatima ni ahorra la cruda realidad.

Me gusta la sencillez de un escenario en el que los objetos se vuelven polifacéticos, donde la propia enfermedad se hace presente, en el que vemos a los enfermos torturándose por dentro y queriendo escapar de una vida que se les va cargando de estigmas; a los cuidadores atentos o descuidados por una rutina que sirve de distancia; a los familiares incapaces de asumir los cambios; y a la propia sociedad, a la que curiosamente se ha representado en el texto con dos abogados rectos y serios.

De las enfermedades se huye. Así lo hace la sociedad, distante, temiendo por un contagio, mirando desde lejos, sin acercarse, sin involucrarse. Las que tienen que ver con la locura nos asustan más, que duda cabe, porque nos deshumanizan, nos llevan por pendientes que nos atemorizan. La muerte ronda toda enfermedad, como una solución para quien se deja vencer persuadido de haber perdido el enfrentamiento, sólo y sin apoyo. Pero la lucha en estos casos es más atroz, por incomprendida, porque incluso puede haber quien deje escapar un suspiro de alivio.

No es fácil interpretar personajes que han perdido el control, que viven en una frontera con una realidad intangible. Me sorprendieron los excelentes trabajos de todo el elenco, que hicieron presentes tanto a la propia locura y sus enfermos, como a los cuerdos. Del primer grupo me quedo con la sonrisa perversa de Begoña S. Somolinos, esquizofrenia pura o con el personaje atormentado que encarna Jonathan Rod por su capacidad de acercarnos la enfermedad o con la dulce bailarina que intepreta Estela Aguilar, capaz de transmitirnos un mundo interior complejo y aislado con unos pocos gestos, con sus impulsos. De los cuerdos me encanta la soltura, profundidad y distancia con las que Eva Redondo teje sus personajes, la frialdad numérica y el temor a la enfermedad que tan bien plasma Jorge Fuentes o la cotidianidad y el embelesamiento con los que construye los suyos Silvia Maya.

Es una obra que se disfruta, a pesar de que se sufre viéndola, pues ha logrado meternos dentro del cerebro de un esquizofrénico. Con Esquizofrenia, el espectador recupera la necesidad de ir al teatro a sentir emociones, a pasar por estados de ánimo semejantes a los de un esquizofrénico. Teatro de emociones que nos ayuda a comprender el mundo.

A modo de pequeño anecdotario: El grupo de teatro La Simpañía nació en 2006. Sus componentes se conocieron en la Fundación Shakespeare y poco después decidieron seguir el aprendizaje uniéndolo a la práctica. Debutaron con Menú del día y más tarde estrenaron la también comedia Misterio en Crimetown y otras dos gracias, premiada en el Festival de Pequeño Teatro de la Ciudad de Valencia. Predatoria, su tercer montaje, es un drama, con abundante humor negro. Hace año y medio se incorporó a La Simpañía la actriz Eva Redondo, quien se ha encargado de escribir el texto, dirigir y actuar en su cuarta obra Esquizofrenia. De la formación original permanecen Íñigo Cavia y Jorge Fuentes.

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