sábado, 5 de marzo de 2011

Penumbra, ¿cómo se le explica a un niño el mundo sin mentirle?

Animalario nos enfrenta a la angustia de nuestros miedos


Sábado 26 de febrero de 2011. Matadero - Naves del Español. Madrid


Cartel de la obra Penumbra
Cartel de la obra Penumbra
Detrás del texto de Penumbra están Juan Mayorga y Juan Cavestany, alma de Animalario. Y sin embargo había oído decir que en esta obra la compañía había dejado a un lado la política para hablar de lo personal. No me pareció así, el pensamiento crítico, la postura ideológica, el carácter social y el compromiso están ahí, no se han ido a ningún sitio, ni se han mitigado. Me alegro por ello. Penumbra habla de nosotros como individuos formando una sociedad; los miedos de cada uno son los de todos.

Es cierto que nos cuenta una historia, o muchas según se mire, de puertas adentro, pero lo hace con paredes transparentes. Nos enseña que hicimos las casas para protegernos y así tener un espacio privado desde el que no nos vean. Ese mismo principio se aplica a una Europa construida sobre un muro que pretende alejar la inmigración. No queremos que del otro lado vean como vivimos. Tampoco queremos participar en lo colectivo.

La narración transcurre en la casa de una familia, a la orilla de un mar traicionero que puede traer mensajes en una botella igual que muerte o naufragios. Es verano y los deseos de todos deberían ser bajar a la playa para vivir un día placentero. Pero no se puede, y eso, lentamente, se va convirtiendo en un lastre que no les deja vivir. El «no se puede» lo marca un pasado, una angustia, una mala experiencia, algo que les paraliza hasta el punto de no razonar y dejarse ir a la deriva, hacia un abandono existencial. Lo único que puede surgir entonces, bajo ese estado, es el dolor, la violencia y la desintegración moral de los personajes y la sociedad.

Dice el director de Penumbra, Andrés Lima, que «el objetivo de la obra es hablar de nosotros mismos y de cómo nos sentimos. Preguntarnos cómo y de dónde surgen nuestros miedos para saber más de ellos y poder disfrutar de la vida. Y la mejor forma de contarlo era a través de los sueños».

Muchos son los temas que trata. El maltrato, no llegar nunca a ser felices, el aislamiento, la soledad, no entender a los demás, el abandono... Cada cual carga con sus miedos y la penumbra entonces se convierte en un personaje más que se adentra en los sueños, que tira de ellos hacia fuera para enseñarnos los monstruos que nos atormentan, acrecentándolos a ellos y empequeñeciendo nuestra parte más humana.

El elenco de la obra posando
El elenco de la obra posando
¿Los miedos se heredan?, ¿pasan de padres a hijos? Sería una justificación perfecta para no hacer nada, para que el mundo permanezca inalterable aboliendo todo movimiento. Sin embargo, hay siempre una edad en la infancia en que surge el atrevimiento a vivir. Ese instante en el que el niño mira a su alrededor, percibe el entorno, ve a unos progenitores a los que no entiende, a un mundo lleno de normas que pretenden cuidarle y garantizar una seguridad opresora, donde los deseos no se alcanzan por puro miedo. Se asusta. Hay en él un deseo inquieto de avanzar y enfrente una sociedad que tiende a mostrarse conservadora. Lo que le salva, lo que nos salvó a todos, es que también se aprende de aquellas personas con las que se tropieza, de esas lecciones que se reciben y se dan sin querer y que un día inesperado vuelven a la cabeza. Nos enseña mucho más un instante con ese extranjero que llega al pueblo sin prejuicios y con capacidad de ver las cosas desde un prisma justo, visión que los que están dentro ya han perdido contaminados, que todas las clases del colegio y las enseñanzas familiares.

El niño, ante tanto tormento, se pregunta si la felicidad es posible. Los mayores dicen que no, pero él mira al fondo, a la playa cercana y tangible de todos los veranos, a la que solo llegó una vez, antes de la tragedia, y que añora. A una felicidad prisionera de los miedos de sus padres. ¿Cómo se le explica a un niño el mundo sin mentirle?

Me ha gustado la idea de que el papel del niño lo represente una marioneta movida por el actor Luis Bermejo, que también da vida a los gestos del niño con su rostro y le pone su voz. Esa capacidad de integrar la marioneta me parece un gran acierto. Me parece sobresaliente que la penumbra la represente un ágil Guillermo Toledo que se cuela por todos los rincones de la obra. La dulzura de Nathalie Poza transmite las mayores amarguras con una naturalidad que sobrecoge y además es capaz de moverse como una bailarina de una caja de música, como una muñeca articulada, de una manera hipnótica. Alberto San Juan es el rostro de la angustia, del hombre vencido por sus miedos y sin esperanza.

Me duele aún esa escena de mar embravecido y catástrofe en la que vemos que nos miran de lejos y no hacen nada por salvarnos. Los miedos son la historia de nuestra impotencia personal y de nuestra sociedad. Penumbra es una gran historia que nos hace pensar por nosotros mismos.

A modo de pequeño anecdotario: Penumbra nació en uno de los talleres en los que participa todo el grupo de Animalario. Andrés Lima les preguntó a qué tenían miedo. De aquellos miedos hablados Juan Cavestany y Juan Mayorga han construido esta obra.

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