lunes, 25 de enero de 2010

Ágora, cuando los cristianos comienzan a luchar por el poder político

Ágora se queda en la intención de Amenábar de realizar una superproducción


Cartel de la película Ágora
Cartel de la película Ágora
Si algo me produjo Ágora fue desencanto. Me resistí a verla en su momento, a pesar de que buenos amigos me la recomendaban. Desde los primeros trailers y entrevistas me produjo mucha pereza, pero con la lluvia de nominaciones a los Goya cedí y terminé en una pequeña sala de los madrileños cines Princesa. No se equivocaba mi intuición. Si la película es soberbia, sólo lo es en el concepto de pecado capital, como sobrevaloración de una idea realizada con pomposidad que sin embargo es vana e incluso vacía. No hay otras intenciones que las de realizar una larga superproducción a la manera de las que el cine hollywoodiense realizó en los años 40, 50 y 60 del siglo pasado.

Reconozco que la banda sonora es quizá de lo que menos me ha gustado, me ha parecido muy estridente. No se integra bien en la película. Tal vez, con la sobrevalorada intención de crear un clima grandilocuente y épico, llega a subir y desacoplarse de las imágenes para formar dos unidades separadas. En esta ocasión la música ha sido realizada por Dario Marianelli, siendo ésta la primera de las películas de Amenábar en que la música no la ha compuesto él mismo.

Con un plantel tan internacional, a priori, se podía presuponer grandes interpretaciones. Sin embargo los protagonistas se lucen poco, pues el guión apenas si cuenta algo de interés y sus trabajos son más bien planos. Sí, mucha astronomía, mucha filosofía, pero apenas se comunican los unos con los otros encerrados en su propio mundo. Con diálogos aburridos apenas si les queda espacio para actuar con gestos. Uno que repiten a menudo Raquel Weisz y Max Minghella es el de la contención de los sentimientos, ese instante en el que se está a punto de explotar y lo único que se hace es lanzar una mirada asustada (ella) o dura (él). Por su parte Óscar Isaac, Ashraf Barhof y Sammy Samir tienen papeles de fuerza que defienden bien, incluso con holgura.

Una escena de Ágora
Una escena de Ágora
La figuración, más exactamente las aglomeraciones que producen, es usada por Amenábar para dar una medida a la obra, la razón principal de ser de la película es su tamaño. Nada es pequeño sobre la pantalla, las tomas son estratosféricas, no hay calles vacías, siempre nos acompaña barullo y bulto.

Por otro lado el guión se sustenta sobre un triángulo de atracción. Al final, esa historia de amores no cumplidos, resulta poca cosa y sin apenas interés. No hay novedad, nada que inquiete, nada que no se espere, nada por resolver.

Sí que encuentro algunas cosas que me han gustado. La primera es la forma de reflejar la lucha por el poder político cuando el imperio romano empieza a decaer. Una lucha en la que la iglesia cristiana aspira a gobernar, o al menos en influir siendo capaz de imponer sus órdenes por encima de los dirigentes políticos. Dirigentes cristianos sin escrúpulos que se apoyan en las clases más bajas como músculo y en la utilización literal de las escrituras para el sometimiento de las cabezas. Obispos que buscan arrodillar al poder establecido para que obedezca sus «santas órdenes».

Durante la película se observa el retroceso que supone la llegada del cristianismo frente a las religiones paganas que buscaban el saber y la ciencia. Es la lucha entre «la voluntad de Dios» o la duda como herramienta de conocimiento. En el primer caso nada tengo que hacer, ya que es la propia fe la que mostrará el camino correcto. La segunda supone interesarse por el mundo y las reglas que lo rigen ya que parte de una inquietud y necesidad de aprender y saber. Esta es quizá la enseñanza de la película, el punto de vista que nos muestra Amenábar en ella.

Otro acierto son los parabolanos para reflejar la impiedad contra quien se muestra en contra. Una hermandad surgida de forma voluntaria para encargarse del cuidado de los enfermos, para enterrar de forma altruista a los muertos, que, sin embargo, se ha de convertir en la encargada de vigilar el comportamiento público como brazo armado de la curia.

Grabada se me ha quedado también cuando los cristianos tiran al suelo las estatuas paganas. No puedo evitarlo, en esas imágenes veo semejanzas con escenas de Iraq tras la invasión estadounidense, una espina que me señala que hay historias que siempre se repiten, un guiño que el autor realiza hacia el presente.

A modo de pequeño anecdotario: Amenábar se toma varias licencias en la película. Quizá la mayor de ellas es con la famosa Biblioteca de Alejandría, ya que esta desapareció durante el siglo III o como fecha muy tardía a comienzos del IV, pero sin duda antes de que naciera Hipatia. Así que la biblioteca expoliada en el año 391 fue la Biblioteca del Serapeo y no la Biblioteca de Alejandría. También con la filósofa Hipatia, el personaje central de la historia, presenta el director alguna variente como por ejemplo olvidar el hecho de que era bastante anciana cuando murió o situarla en la defensa del Serapeo cuando realmente ella se negó a acudir. Tampoco murió a manos de un sirviente enamorado que quería evitarle el sufrimiento, sino que fue desollada con conchas marinas por una turba de fanáticos cristianos.

Respecto a las enseñanzas de Hipatia también hay diferencias. La realidad dice que las impartía por dos vías distintas. La primera de forma pública, a través de conferencias a las que asistían numerosas personalidades de la sociedad de la época. La segunda más hermética que supone la creación de una escuela filosófica bastante cerrada, a la que sólo se permitía el acceso de discípulos provenientes de familias adineradas. Las clases de esta escuela se impartían en la casa de Hipatia. Muchos han querido ver en esta mujer una luchadora feminista, pero la realidad es que en sus clases no se permitía la presencia de mujeres, ni tampoco la de los alumnos de las clases bajas y populares.

4 comentarios:

Hugo dijo...

¿Estas seguro de que Hipatia no pisó la biblioteca de Alejandría? Curiosamente al día siguiente de ver Ágora me puse a ver de nuevo la serie Cosmos, de Carl Sagan y también mencionaba a Hipatia como usuaria de la biblioteca y contemporánea a su destrucción. Claro, que puede que Amenábar se inspirara en Cosmos, porque la biblioteca recreada por Sagan tiene parecido con la de Amenábar.

Anónimo dijo...

Amenábar ha declarado expresamente haberse inspirado en la serie televisiva de los 80 "Cosmos" (del divulgador americano Carl Sagan) para realizar "Ágora". Así le ha ido, claro: vaya truño. Esto es lo que da de sí el cine español y el nulo talento de sus gentes, a quienes nadie es capaz de sacar partido, ni con los 50 millones de Telecinco/Berlusconi, ni con toda la presión inquisitorial de la SGAE sobre la población, ni con las bienpagadas bendiciones del Consejo de Ministros en pleno.

Javi Álvarez dijo...

No hay una fecha concreta sobre la destrucción de la Gran Biblioteca de Alejandría, pero parece que hay bastante acuerdo entre los historiadores sobre que de haber llegado al siglo IV, su destrucción ocurrió en los primeros años. Se desconoce también la fecha de nacimiento de Hipatia, aunque se barajan dos 355 o 370. La probabilidad de que haya sido usuaria de la Biblioteca de Alejandría es casi nula. Siempre se la ha vinculado con la Biblioteca del Serapeo. Es erróneo confundir ambas bibliotecas, aunque la del Serapeo se consideraba como biblioteca hija de la de Alejandría.

Javi Álvarez dijo...

No comparto la opinión de Anónimo sobre el cine español. En primer lugar esta película de Amenábar se debe considerar más internacional que española, basta leer los títulos de crédito. En segundo lugar porque este año se ha podido ver Celda 211, una película Española que es una auténtica maravilla para cualquier cinematografía.