martes, 19 de enero de 2010

Glengarry Glen Ross, vender por encima de todo

El trabajo en equipo de un gran elenco saca brillo a esta obra


Domingo 17 de enero de 2010. Teatro Español. Madrid


Cartel de la obra Glengarry Glen Ross
Cartel de la obra Glengarry Glen Ross
Pocas veces había escuchado en un teatro un aplauso tan largo y caluroso como el que sucedió al terminar la representación de Glengarry Glen Ross. El público premia con ganas la excelente interpretación de un elenco en el que todos brillan para conseguir con sus trabajos un equipo perfecto. Actores excepcionales que sin duda resultan lo mejor de la función, ellos van hilando y tejiendo una historia mediana de vendedores inmobiliarios que en sus manos crece.

David Mamet escribe un texto de denuncia social sobre los límites de la explotación en el mundo del trabajo. Lo hace con una historia de poco interés, de vidas anodinas, sin peripecias amparado en que el espectador encontrará puntos que le recuerden su propia situación laboral. Así que el autor no se esfuerza demasiado por ese lado, prepara la trama y cuenta que las ventas han bajado por lo que una empresa inmobiliaria fija nuevas reglas: un concurso de ventas en el que deben participar todos sus empleados. El mejor vendedor, el que consiga más dinero, será recompensado con un Cadillac, el segundo se llevará a casa un juego de cuchillos y el que peores números obtenga será despedido. Dura competencia, injusticias desde la dirección en el reparto de los contactos y falta de memoria de un pasado que se zanja y cuya experiencia no se considera, todo ello para conseguir empleados que han perdido cualquier escrúpulo, acostumbrados a mentir, convertidos en animales salvajes que se despedacen unos a otros porque el mal de uno es el bien y la oportunidad del otro. Todo vale para conseguir un éxito que será efímero. En este cosmos se vislumbra en lo que se está convirtiendo nuestro mundo empresarial dentro del sistema económico capitalista.

Jorge Bosch, Gonzalo de Castro, Alberto Iglesias, Ginés García Millán, Carlos Hipólito, Andrés Herrera y Alberto Jiménez en una escena de Glengarry Glen Ross
Jorge Bosch, Gonzalo de Castro, Alberto Iglesias, Ginés García Millán, Carlos Hipólito, Andrés Herrera y Alberto Jiménez en una escena de Glengarry Glen Ross
Por su parte Daniel Veronese, se encarga de esta versión al castellano y de dirigir la obra. En lo primero favorece las partes filosóficas de los personajes, los motivos que los mueven. En lo segundo realiza un estupendo trabajo con los actores distribuyendo la intensidad de cada uno de sus personajes para el bien del conjunto.

La escenografía está ideada para separar los dos actos con claridad. La primera es nocturna, de tugurio al que acuden los vendedores para llorar y tramar. La segunda es la oficina, donde los personajes su muestran despiadados en sus enfrentamientos mutuos. Cada uno de los decorados es un triángulo espacioso, el primero más oscuro y el segundo más diáfano. Resulta ingeniosa y aporta dinamismo al movimiento de los actores.

No hay presencia femenina en la obra dando a entender que todos estas «cualidades» vistas de competitividad desmesurada sólo son innatas en los hombres. Tal vez las mujeres sean capaces de tener dos vidas -familiar y laboral-, mientras el hombre sólo es su trabajo, creyendo éste que su éxito y su sentido en la vida no depende de otras satisfacciones.

Del elenco hablé al principio. No resultaría difícil extenderse, pues todos están maravillosos. Carlos Hipólito tiene mayor arco de interpretación, pues su personaje vive un mayor número de cambios, que el actor resuelve con una maestría absoluta. Gonzalo de Castro desborda con rapidez su papel de vendedor de éxito, sabiendo ser un mentiroso embaucador que ha perdido todo escrúpulo. Ginés García Millán es el más comedido, realizando un personaje contención soberbio, parando golpes constantemente e incrementando la tensión de sus compañeros sin despeinarse. En el lado contrario, a Alberto Jiménez le ha tocado el más explosivo e incendiario, por lo que carga las tintas en lo pasional. Jorge Bosch torea con un ser apocado incapaz de casi nada al que añade ternura. Andrés Herrera y Alberto Iglesias interpretan dos papeles de fuerza necesarios para conducir la acción.

Esta representación cierra el paso por Madrid de esta obra y da comienzo a la gira que les llevará en los próximos meses por las capitales nuestra geografía.

A modo de pequeño anecdotario: David Mamet escribió el texto en 1982, dos años después consiguió el Premio Pulitzer con esta obra. En 1992 sería llevada al cine por el director James Foley y con un elenco encabezado por Jack Lemmon, Al Pacino, Kevin Spacey, Alec Baldwin, Jonathan Pryce y Ed Harris.

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