Si algo voy a echar de menos del
Festival Internacional de Cine de Gijón, son los coloquios espontáneos; esos que hacen las personas que esperan en los cines, sentados en sus butacas, cuando se ponen a hablar de películas. Cuentan lo que han visto, lo que les gustó y se recomiendan unos a otros lo que no deben perderse. Parecen amigos de toda la vida y la mayoría de las veces no se conocen previamente. Según van comentando unos se abren otros corrillos. Yo me quedo en mi butaca absorto e hipnotizado escuchando hablar de cine.
Veo rostros cansados, con muchas ojeras, entre los que llegan los primeros a las salas. Han salido de una sesión y corriendo vuelven a entrar a la siguiente. Solitarios algunos y en pareja otros, les ves desenvolviendo su bocadillo y empezar con hambre a comérselo. Los grupos más grandes, los que no han venido con él de casa lo compran en los bares cercanos y se lo comen en la plaza, con un ojo atento a la cola para que no les crezca demasiado.
Ha lucido un poco el sol, lo que ha permitido que la playa esté más bonita si cabe con un cielo azul emborronado a trozos con alguna nube. La marea estaba baja, lo que permitía caminar y correr por la arena. Algún valiente se había acercado con su tabla confiando que las olas fueran creciendo. A la noche, si cabe, el mar embelleció más, sobre todo por el sonido bravo del agua llegando al muro y rompiendo contra él. Me acodo en la barandilla. Escucho.
Rueda de prensa: Eugène Green
El director homenajeado Eugène Green
Me pareció muy interesante Eugène Green en su rueda de prensa. A pesar de ser uno de los directores homenajeados con un ciclo, no había elegido ninguna de sus películas para ver, pero escuchándole me di cuenta de que me había perdido algo importante.
Green empezó tarde en esto del cine, había pasado muchos años dentro del teatro barroco, incluso había creado la compañía «Teatro de la Sapiencia». Dice que son dos artes diferentes, que incluso se oponen. El verdadero teatro se basa en aceptar la falsedad del propio teatro y el cine utiliza como materia bruta la realidad del mundo material. Añade que su intención es la de expresar una espiritualidad. En el teatro se hace a través de una máscara, mientras que en el cine se consigue lo mismo mediante la energía espiritual que se esconde en el interior de ese mundo material. El teatro es más sencillo, necesita menos material técnico. Hacen falta muchos fondos para rodar. Comenta que paradójicamente sólo consiguió un poco de reconocimiento al final, en los últimos años, y sin embargo en el cine lo consiguió desde la primera película que rodó. Habló también de las dos categorías de cine. Una comercial con películas de entretenimiento que está planteado como una industria que fabrica un producto buscando obtener beneficios con él. En ese cine también podemos encontrar algunas películas con valor artístico, pero Green reconoce que no puede hablar de ellas porque no las ve. El otro tipo es el denominado cine de autor, que se considera un arte y que lo que busca es el reconocimiento. Un reconocimiento que le llega al director por las críticas y por los festivales, que son el sitio donde se pasa el cine de más calidad y las apuestas más arriesgadas. Destacó en esto el papel del Festival de Gijón como el mayor representante de los Festivales de cine de autor.
Después habló de la palabra, que en el teatro es algo central por ser la base del espectáculo teatral. Un texto dramático puede leerse directamente como literatura, algo que con los guiones de cine no ocurre, pues la calidad de un texto no determina la calidad de la película. En su cine, las palabras le sirven para emitir la fuerza, recoger los sentimientos más potentes por los que fluye la energía, y eso lo hace usando una cantidad muy pequeña de palabras, las suficientes para despertar los sentimientos de los actores que es lo que realmente busca. Volviendo a la palabra indica que desempeñó un papel fundamental en la cultura occidental que se extiende desde la antigua Grecia hasta el Barroco. Explica que en aquellas épocas, la palabra tenía tres estratos. El primero, el de designar un elemento material o un concepto abstracto, es decir, el que nombra la realidad material. El segundo, de carácter polisémico, para denominar a las ideas que sólo al ser pronunciadas toman cuerpo y alma, aquellas que dan el sentido del ser humano. El último corresponde con el verbo, el lugar donde se encuentra a la vez el hombre y lo sagrado. A partir del Barroco se pierden los estratos segundo y tercero. La llegada del cinematógrafo supone la sustitución de la palabra por la imagen y una recuperación de nuevo de los tres niveles: capta la realidad, presenta un aspecto espiritual y también le concede una polivalencia, pues un mismo plano, según como se monte puede adquirir un significado u otro.
Green se mostró optimista cuando ve la situación de la cultura occidental, pero señala como necesario que los europeos se den cuenta de la ocupación invisible que está sufriendo. En España y en Portugal se sufrieron dictaduras donde la fuerza militar se ocupaba del país. Hoy también existe una ocupación, aunque no tiene militares en las calles, nuestros jóvenes beben refrescos de cola y consume los productos que vienen de Barbaria, el término que utiliza para referirse a Norteamérica. Antes había un público al que le gustaba el cine, pero a partir de los ochenta surge la ocupación del arte. Sin embargo, en Gijón ha visto razones para no perder la esperanza, salas llenas en sus proyecciones, mayoría de gente muy joven. Tiene que haber una resistencia organizada que permita volver a liberar el cine.
Preguntado por qué en sus películas hay tantos planos de pies, responde que la fragmentación de los cuerpos es una figura de estilo que él utiliza. Añade que trata de representar la parte por el todo. Cuando graba pies y manos sólo se filma una parte del cuerpo, pero vemos lo que está ocurriendo mejor que si se grabara toda la persona. El detalle, la mano, el pie, expresan las acciones y se transmiten con más fuerza.
Sección Rellumes: Cold Weather
La vida nos lleva por fríos caminos que a menudo nos hielan las esperanzas. Sentimos que nos traga de lo insignificantes que somos. El protagonista de
Cold Weather abandonó, dejó sus estudios de criminología -quizá por un desengaño amoroso- y se conformó con una vida gris trabajando en el turno de noche de una fábrica de hielo y regresando a casa de su hermana. En las novelas que leyó se quedaron anclados sus anhelos, ahora sólo se siente defraudado consigo mismo.
La vida pasa sin sobresaltos, hace amistad con un compañero de trabajo, su hermana consigue una cita con alguien al que ha conocido a través de Internet, su exnovia vuelve a la ciudad… Y de pronto un suceso extraño que cambia el género de la película, que de intimista pasa a convertirse en policiaca. A partir de aquí vivimos una investigación amateur que va pasando con humor por todos los tópicos que aparecen en televisión. Lo hace como crítica, intentando banalizar la grandilocuencia del poderoso cine detectivesco desde una pequeña producción Indie.
Entretiene y su director, Aaron Katz, ha sabido mantener el ritmo cinematográfico en ambas partes, haciéndolas coexistir, fluyendo ambas con naturalidad. El final resulta un tanto abrupto, como si aún le restase una escena, el típico recurso para que trabaje el espectador.
Sección oficial: Blue Valentine
Cartel de la película Blue Valentine
Blue Valentine supone un cambio de color en el festival, pues nos trae tonos alegres en cierta manera dibujan algo de felicidad. Muy interesante el tratamiento temporal que va intercalando el pasado cuando el espectador necesita conocer esa información y a la vez permite a su director, Derek Cianfrance, construir el ritmo de la ficción guardando secretos para ir dosificándolos y desvelándonos gradualmente el enigma.
Su temática principal responde a la pregunta de cuánto se puede aguantar antes de explotar, antes de empezar a hacerse daño. Para todo final existió su comienzo y las relaciones, cuando están descompensadas, cuando tienen sus deudas que pagar, se descomponen y se hunden sin remedio. ¿Cuándo descubre el espectador el declive?, ¿dónde percibe que empieza el fingimiento? No sabrá decirlo porque ha llegado sin darse cuenta. Sin duda es una desgarradora historia de amor de las que no deja indiferente a nadie.
Destaca el trabajo de interpretación que realiza la pareja de protagonistas en la reconstrucción de ese descenso, su versatilidad para mezclarlo con la ilusión y la felicidad del comienzo.
Sección Esbilla: La recolectora
Se trata de un corto de Sara Mazkiarán que el año pasado recibió el premio Proyecto Corto de Canal Plus en el FICXixon 2009, lo que le ha permitido rodarlo. De excelente factura, gran interpretación, cuidada fotografía hasta el mínimo detalle y enorme sensibilidad. Sin duda Sara es una promesa de nuestro cine que ya despunta.
Sección Esbilla: Dispongo de barcos
Las películas de Juan Cavestany suelen resultar tan difíciles de catalogar como de contar. Ésta no es una excepción. Se trata de humor absurdo, disparatado, muy simbólico, irónico, con bastante crítica y construido para que el espectador tenga que reflexionar sobre los mensajes que ha recibido y se haga sus propias preguntas. Son cuatro personajes que se persiguen por la ciudad, puede ser que tengan un pasado común o no. Al final el destino les une. Habla de soledades individuales en nuestras ciudades, del punto de locura que nos crean, y del intento de romper esa soledad, aunque sea a través de formas ridículas.
Cuenta la necesidad de planificar y de colaborar los unos con los otros para alcanzar un fin. Se puede ver una metáfora del mundo laboral, con el jefe que propone el objetivo, con el típico trabajador que lo que quiere saber es cómo tiene que hacer lo que le han pedido porque no sabe, con el que duda de si llegarán a tiempo, con el que pone pegas. Muy divertidas, de carcajada, las escenas con el cura, o sellando papeles o reunidos para planificar el golpe. Muchos son los temas que trata
Dispongo de barcos, pero sobre todo habla de las dudas que genera una mala comunicación.
Cuenta su director que está rodada en los huecos que les dejaban otros proyectos y en condiciones muy precarias: sin iluminación, grabado con primeras tomas, con presupuesto cero, así que el resultado no ha sido uniforme. Nada tiene que ver con la producción habitual del cine, ni el título tiene que ver con la película, ni los personajes dicen lo que piensan, ni lo que dicen tiene que ver con sus sentimientos. Confiesa el director que tuvieron poco ensayo, así que hay varias escenas en la que los actores tenían el guión en la mano y lo iban leyendo.
La idea surge al principio de «Animalario» y la escena en la que se reúnen los cuatro personajes para planificar el atraco en realidad es una escena teatral para ir representando en los bares por los actores de la compañía. Después siguieron arrastrando la historia y la rodó como un corto:
El último golpe. Ahora se han empeñado en hacer un largo con el mismo material.
Sección Esbilla: Carne de neón
Vicente Romero en una escena de Carne de Neón
José Luis Cifuentes, el director del Festival, se encargó de presentar la película bromeando con que es «una de esas píldoras que nos permiten desengrasar de tanto cine rumano».
Carne de Neón es una película muy divertida, que levantó bastantes aplausos entre el público. De ritmo muy ágil, que se mueve entre la comedia y la acción desbordada. En ciertos momentos, se nutre de la estética del mundo del cómic. Acude al enredo para tramar y destramar lo más insospechado. Tira de violencia gratuita y de dureza, pero también contrapone ciertos momentos de ternura. Su único afán es entretener.
Si hay que destacar algo sobre todo son las interpretaciones, y es que entre su elenco están Dario Grandinetti, Ángela Molina, Antonio de la Torre, Vicente Romero y Macarena Gómez.
Vicente Romero explica que se ha hecho con mucha carne, con mucho cariño y con mucha implicación de todo el equipo. Su director Paco Cabezas añade que se ha hecho con poco dinero, pero con bastantes ganas. Pide al público que no se rinda, que uno no sabe que le puede pasar mañana, así que hay que aprovechar cada momento y luchar por las cosas que cada uno quiere hacer.