«A la sombra del Granado», del escritor paquistaní Tariq Alí, refleja la España inquisitorial de los prejuicios y la sangre derramada
Portada de la novela
Arranca con la trágica imagen de la quema de libros andalusís en la plaza Bib-Rambla de Granada. Con esta acción ocurrida en la fecha del 23 de febrero de 1502, el Cardenal Cisneros, apoyado por los Reyes Católicos, ejerce la fuerza de la sinrazón para que todos los habitantes del reino se conviertan al catolicismo o abandonen las tierras que habían habitado sus antepasados durante ocho siglos. Es el fin de toda convivencia.
«A la sombra del Granado» es una novela que coloca a sus protagonistas sobre un precipicio y, desde él, les exige tomar una decisión vital. Situados en un momento crucial en el que se lo jueguen todo, donde valoren el pasado, el presente y el futuro, donde midan las tradiciones y las sopesen con sus creencias. Donde repasen, contabilicen, rindan cuentas, pidan explicaciones, luchen o desistan. La Iglesia, con afán inquisitorial, con ansia de acumulación de poder, con su equivocada certeza de mantener la razón a ultranza, es quien ha tendido el precipicio. Una Iglesia despreciable y vil, que ve en la «limpieza de sangre» una forma de expoliar bienes y cultura, de borrar esa parte de la historia construida a pulso entre todos, sin distinciones por creencias. Una Iglesia borracha y, aún sedienta, que precisa la humillación del otro, que las piernas tiemblen y se tambaleen, para su propia fortaleza, para que «su verdad» sea la única. La verdad marcada con la fuerza de la espada, el oscurantismo, el miedo siempre presente levantado por el fundamentalismo católico a su alrededor.
Tariq Alí en la Semana Negra de Gijón 2009
(foto: Toni Gutiérrez)
(foto: Toni Gutiérrez)
Los musulmanes se ven ante la disyuntiva de tomar su decisión entre tres posibles, someterse y aceptar el catolicismo como religión única abandonando sus preceptos musulmanes, irse de su casa hacia el Norte de África para empezar de nuevo o plantar cara en una batalla ya perdida. Da lo mismo la decisión que tomen, ninguna será la buena. Los primeros perderán el alma que viene atada a sus costumbres, los segundos se quedarán sin raíces y los terceros morirán. Cada uno tomará individualmente su camino, usando en unos casos la experiencia o el ímpetu de la juventud en otros, a veces escuchando a los demás, con espíritu colectivo, o explorando en sus antepasados, en filósofos de la tradición y de lo contrario, indagando. Muchos no son especialmente creyentes, pero saben que no sólo es un asunto de religión.
Lo más triste de la novela, independientemente de las propias tragedias o la falta de esperanza, me resultó al cerrar el libro y realizar entonces una mirada a nuestra propia actualidad para darme cuenta de que en cinco siglos apenas hemos cambiado nada, las discusiones y los métodos de resolver la propia vida, siguen siendo muy parecidos. Hay odio en las plazas que se tiñen a menudo de la misma xenofobia de entonces, de pánico al diferente lanzado desde tribunas por políticos y eclesiásticos. Mirando al hoy, no me siento muy contento de los caminos que hemos tomado, ni del punto que hemos alcanzado. Mirando al libro descubro que Tariq Alí me presenta aquí las causas de esta barbarie, el momento en el que se rompió la esperanza de una convivencia entre iguales, gentes libres, que se abrazan fraternalmente para construir un futuro de paz. Me da que sin nuestros pasado no seremos capaces de fabricar nuestro presente.
A modo de pequeño anecdotario: Sobre Tariq Alí decir que se convirtió en el año 1965 en el primer paquistaní elegido presidente del Sindicato de Estudiantes de Oxford (Oxford Union). Sobre la propia novela, decir que se ha documentado el número de libros que el propio Cisneros eximió de la quema en 4.000.
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