domingo, 20 de abril de 2014

Huyendo siempre hacia el mismo desastre

En construcción nos cuenta cómo se deshizo el sueño europeo


Sábado 19 de abril de 2014. Centro de Nuevos Creadores. Sala Mirador. Madrid

Cartel de la obra de teatro En construcción
Cartel de la obra de teatro En construcción
¿Por qué? Por el viaje hacia el interior que emprende.
Si intentase describir lo que he visto en la función de En construcción con unos pocos adjetivos diría que se trata de una obra con conciencia, social y humana. Si además me preguntasen por cómo me sentí respondería que profundamente emocionado. Y es que sus autores e intérpretes, Carolina Román y Nelson Dante, construyen su teatro con la misma materia de que están hechas las sensaciones. No se puede escapar de En construcción sin sentir que algo se ha roto por dentro porque nos obliga a mirar hacia esa sociedad que hemos construido y en la que los dos personajes tratan de subsistir. Nos rompe sobre todo porque ni como espectadores nos permite ser indiferentes al drama de la inmigración. No nos señala, pero somos culpables de que existan ciudadanos de primera y de segunda en nuestros países.

El «corralito» de Argentina empezó en 2001. Las cosas se pusieron feas allá. Huir de aquello significaba emigrar, venirse hacia una Europa ilusionante donde todo parecía posible, o al menos más esperanzador. No era, sin embargo, una decisión fácil de tomar. Se dejaba demasiado atrás, entre otras cosas un pasado que se hacía imposible de recuperar. Ese cambio de continente que se emprende con la idea de mejorar para tener un futuro es también un viaje hacia el interior, para descubrir de que estamos hechos y lo que aguantamos. Nos permite tomar conciencia de nuestra realidad, como por ejemplo que vamos perdiendo una parte de nuestras raíces, que nos hemos quedado solos o que estamos en construcción permanente como personas.

Sole y Pablo, los dos protagonistas, lo dejaron todo atrás y se vinieron para acá con su bebé. Esperaban prosperar, tener una vida más fácil. Pero nada se cumplió. En 2008, a España llegó la misma estafa solo que aquí se llamó la «crisis». Las cosas se pusieron igual de feas. Ya no hay trabajo, ni estabilidad. Es el mismo desastre. Así resulta imposible avanzar y si miran solo ven lo que han perdido. La realidad es que aquí tampoco se sostienen los sueños, que se deshacen a la misma velocidad y con el mismo dolor que allí. De pronto todo se hace provisional y se crea una telaraña que les envuelve.

En construcción encierra una emoción contenida, enrabietada y cargada de la más inútil impotencia a la que sin embargo hay que enfrentarse. Ese es su secreto, una lucha sin cuartel por la vida en los arrabales de nuestra ciudad. Es esa pelea, su resolución tácita de no rendirse ante una guerra perdida, lo que me mantuvo durante toda la representación embelesado, fascinado, sin poder escapar a un texto envolvente, lúcido y certero.


Teaser promocional de la obra de teatro En construcción
Es imposible no ponerse del lado de Sole y Pablo. Siento lo mismo que ellos en mis carnes y pierdo las mismas batallas, una tras otra. Esa empatía se ha construido con complicidades a lo largo de la función. Para ello han servido los monólogos a través de los que se me han venido acercando los dos protagonistas y con los que van dibujando sus vidas, sus relaciones y sus sentimientos. Allí están sus familias y sus pensamientos que quedaron atrás, en otro país diferente a éste. En las palabras con las que se expresan vive lo que fueron y que ahora se mantiene como un sustrato sobre el que seguir construyéndose en otro lugar distinto y hostil. La soledad se hace gigante. Cada problema se agranda hasta convertirse en un abismo difícil de sortear. Y la esencia se diluye si nos descuidamos. Los monólogos son también una metáfora de la incomunicación, de esa enorme soledad de la que hablaba y que en cierta manera se hace insoportable.

En construcción presenta otros muchos elementos enriquecedores como la mano de Tristán Ulloa en la dirección; los preámbulos audiovisuales que nos hacen caminar por las calles y nos llevan de un lugar a otro de la ciudad; las dos canciones en directo que sintetizan los estados de ánimo y la derrota; y el tango final que dice que ahí siguen los dos personajes.

No podía ser de otra forma, tras la función lo que suena es una ovación cerrada, unánime y sentida de un público agradecido.

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