jueves, 24 de abril de 2014

El autoengaño como antídoto a la derrota

Llega a Madrid la esperada obra Sé de un lugar, de Iván Morales


Miércoles 23 de abril de 2014. Sala Cuarta Pared. Madrid

Cartel de la obra de teatro Sé de un lugar
Cartel de la obra de teatro Sé de un lugar
¿Por qué? Porque rompe todas las fronteras
Ha funcionado el boca-oreja creando expectativas y, pese a que juegan el Madrid con el Bayern, hay un lleno en la Cuarta Pared para el estreno madrileño de Sé de un lugar. Se respira en el ambiente la sensación de que asistimos a un espectáculo diferente, otra concepción desde la que celebrar el teatro. Es más directo, con esa idea de mezclar al público en el escenario, de que los actores utilicen la platea también como espacio de representación y se muevan con libertad por toda la sala, incluso fuera de ella si es necesario. El espectador los percibe cerca porque le toca convivir con ellos como un elemento más, está obligado a girarse en el asiento, a responderles, a asentir, a cruzar su mirada con otras personas ajenas a la obra, a elegir a quien seguir. Estamos avisados, es un teatro desde dentro, que trabaja con los tres elementos básicos: el actor, el texto y el público. Su intención es participar de los vínculos -los enlaces- que se establezcan entre la terna, en estado puro, convirtiéndose en una experiencia vital. En cierta manera lo consigue, la función es rompedora y resultará imposible olvidarla. La conversación al salir volverá una y otra vez a las interpretaciones que se hagan de lo visto, a sus matices.

El arranque resulta revolucionario, desde una afirmación políticamente incorrecta, todo un reconocimiento implícito que supone un punto de partida que nos obliga a mirar moralmente con reticencia a Simó, el protagonista. Y sin embargo es solo una estrategia, una forma de dar credibilidad a un acto teatral, de decirnos que el texto va a hablar con sinceridad y en un ambiente de cierta intimidad que hemos traspasado al llegar. Esa afirmación inicial ni avanza ni molesta más, pues es un mero pretexto para contar una anécdota desde la que captar la atención y no vertebra al personaje. Simó no es un provocador, simplemente está roto, inventándose una forma de vivir desconocida, ahora que ha perdido el amor que tuvo.

Sí, Sé de un lugar es una historia de amor, o de desamor, o de ambos asuntos a una misma vez. Pero sobre todo es un retrato generacional, de hombres y mujeres de treinta y muchos de clase media. Forman parte de esa pequeña burguesía de la que su propio discurso reniega. El mundo es una mierda, pero saben que son privilegiados y modernos y en el fondo no quieren perder esa comodidad en la que viven instalados. A su autor, Iván Morales, no le interesa quedarse en lo formal, tiene cierta prisa en saltarse lo convencional porque busca escarbar bajo la piel para pulsar los sentimientos hasta que se desborden, haciendo tangibles las sensaciones. Ese ir más allá de lo simbólico siempre es un bumerán, pues a la larga de lo que aquí se discute es de ideas, de posturas, de caminos, de filosofía, de iconos culturales… La cultura moderna no nos cuenta la realidad sino una representación. Los autores referencia también nos llevan a esa visión inútil y simbólica de la realidad. Esa es una parte de la crítica que lanza la obra, que la vida difiere de los libros, que los retratos sociales son estereotipos a enfrentar, que vivir es un esfuerzo constante.

La historia de amor se traza con un camino de derrotas, de ausencias y necesidades. Los deseos son más fuertes que las ideas, las vencen, y la razón nada puede oponer. Los personajes se hacen daño, pero no pueden estar lejos, ir contra el vínculo creado. En Simó produce soledad, abandono e incluso deja de cubrir las necesidades más primarias. Prefiere encerrarse en el mundo interior porque es incapaz de controlar lo que pasa en el exterior. Sin amor sueña con anularse, con desaparecer. En Béré toda la esperanza está en que la solución venga de fuera, en probar lo que sea, en seguir, en alejarse para poner distancia, en viajar. Eligen distintas formas de estar solos: dentro y lejos; posturas antagónicas que sin embargo son las dos caras de una misma moneda.


Trailer promocional de la obra de teatro Sé de un lugar
He estado dando vueltas sin enfrentar lo que para mí es el tema principal de Sé de un lugar, la historia de los autoengaños que usamos para seguir viviendo cuando la realidad se empeña en ir contra nosotros. A veces esas mentiras con las que miramos nuestra vida se convierten en antídotos, otras en tormentos, en largas enfermedades que debemos cruzar como si se tratase de desiertos agotadores que nos harán más fuertes si logramos llegar al otro lado, a un oasis que ahora desconocemos y no podemos imaginar y por tanto no deseamos ahora. Sé de un lugar habla de la derrota y también de la forma de levantarse tras ella y volver a estructurar nuestra prioridades para quedarnos con lo esencial. Ese camino hacia lo básico rige el texto, lo convierte en su economía.

La obra se sostiene con soltura en el texto, en lo innovador de la forma y también en la estupenda labor de interpretación de los dos actores: Anna Alarcón y Xavier Sàez que realizan un trabajo incansable, de brega y de pelea rotunda. Y lo hacen tanto en los diálogos como en los monólogos que utilizan para explicar sus personajes, contando por qué son así, los caminos que fueron eligiendo. Logran llevar al espectador a su terreno y atraparlo en un puño.

No conté toda la verdad, la anécdota inicial de la que hablé hace unos párrafos minimizándola tiene otra lectura que se va completando durante la obra y que en cierta manera se convierte en uno de los símbolos principales. Esa pequeña historia nos dice que la música une mejor que el cemento más fuerte, que nos salva de la soledad porque nos aproxima a los otros, los de fuera, que se convierte en ese punto en común donde se crean las relaciones verdaderas, las que no mueren nunca por mucho que cambien. Para contarnos esta idea de que lo mayor unión que se puede dar entre dos personas se produce por una canción, Iván Morales elige un tema de Triana, el que da título a la obra. Si hay que elegir Triana, decir que hubiese preferido Tu frialdad. Quizá por ahí va mi primera desavenencia. El texto también tiene algún punto débil. El principal es que, aunque huye de los lugares comunes, hay un pensamiento asumido y convencional que late y va creciendo. El tratamiento de la relación es extremo, pero el sentimiento que lo sostiene asume con naturalidad lo tópico, lo normal. Es decir, la obra se recubre de un envoltorio muy grandioso para terminar desentrañando un elemento trivial, lo que en cierto sentido puede defraudar.

Un pequeño spoiler para terminar que no lo es tanto, al final llegan a ese lugar que saben, pero es un sitio tan abierto, que será el espectador el que tenga que decidir cuál es y dónde están.

domingo, 20 de abril de 2014

Huyendo siempre hacia el mismo desastre

En construcción nos cuenta cómo se deshizo el sueño europeo


Sábado 19 de abril de 2014. Centro de Nuevos Creadores. Sala Mirador. Madrid

Cartel de la obra de teatro En construcción
Cartel de la obra de teatro En construcción
¿Por qué? Por el viaje hacia el interior que emprende.
Si intentase describir lo que he visto en la función de En construcción con unos pocos adjetivos diría que se trata de una obra con conciencia, social y humana. Si además me preguntasen por cómo me sentí respondería que profundamente emocionado. Y es que sus autores e intérpretes, Carolina Román y Nelson Dante, construyen su teatro con la misma materia de que están hechas las sensaciones. No se puede escapar de En construcción sin sentir que algo se ha roto por dentro porque nos obliga a mirar hacia esa sociedad que hemos construido y en la que los dos personajes tratan de subsistir. Nos rompe sobre todo porque ni como espectadores nos permite ser indiferentes al drama de la inmigración. No nos señala, pero somos culpables de que existan ciudadanos de primera y de segunda en nuestros países.

El «corralito» de Argentina empezó en 2001. Las cosas se pusieron feas allá. Huir de aquello significaba emigrar, venirse hacia una Europa ilusionante donde todo parecía posible, o al menos más esperanzador. No era, sin embargo, una decisión fácil de tomar. Se dejaba demasiado atrás, entre otras cosas un pasado que se hacía imposible de recuperar. Ese cambio de continente que se emprende con la idea de mejorar para tener un futuro es también un viaje hacia el interior, para descubrir de que estamos hechos y lo que aguantamos. Nos permite tomar conciencia de nuestra realidad, como por ejemplo que vamos perdiendo una parte de nuestras raíces, que nos hemos quedado solos o que estamos en construcción permanente como personas.

Sole y Pablo, los dos protagonistas, lo dejaron todo atrás y se vinieron para acá con su bebé. Esperaban prosperar, tener una vida más fácil. Pero nada se cumplió. En 2008, a España llegó la misma estafa solo que aquí se llamó la «crisis». Las cosas se pusieron igual de feas. Ya no hay trabajo, ni estabilidad. Es el mismo desastre. Así resulta imposible avanzar y si miran solo ven lo que han perdido. La realidad es que aquí tampoco se sostienen los sueños, que se deshacen a la misma velocidad y con el mismo dolor que allí. De pronto todo se hace provisional y se crea una telaraña que les envuelve.

En construcción encierra una emoción contenida, enrabietada y cargada de la más inútil impotencia a la que sin embargo hay que enfrentarse. Ese es su secreto, una lucha sin cuartel por la vida en los arrabales de nuestra ciudad. Es esa pelea, su resolución tácita de no rendirse ante una guerra perdida, lo que me mantuvo durante toda la representación embelesado, fascinado, sin poder escapar a un texto envolvente, lúcido y certero.


Teaser promocional de la obra de teatro En construcción
Es imposible no ponerse del lado de Sole y Pablo. Siento lo mismo que ellos en mis carnes y pierdo las mismas batallas, una tras otra. Esa empatía se ha construido con complicidades a lo largo de la función. Para ello han servido los monólogos a través de los que se me han venido acercando los dos protagonistas y con los que van dibujando sus vidas, sus relaciones y sus sentimientos. Allí están sus familias y sus pensamientos que quedaron atrás, en otro país diferente a éste. En las palabras con las que se expresan vive lo que fueron y que ahora se mantiene como un sustrato sobre el que seguir construyéndose en otro lugar distinto y hostil. La soledad se hace gigante. Cada problema se agranda hasta convertirse en un abismo difícil de sortear. Y la esencia se diluye si nos descuidamos. Los monólogos son también una metáfora de la incomunicación, de esa enorme soledad de la que hablaba y que en cierta manera se hace insoportable.

En construcción presenta otros muchos elementos enriquecedores como la mano de Tristán Ulloa en la dirección; los preámbulos audiovisuales que nos hacen caminar por las calles y nos llevan de un lugar a otro de la ciudad; las dos canciones en directo que sintetizan los estados de ánimo y la derrota; y el tango final que dice que ahí siguen los dos personajes.

No podía ser de otra forma, tras la función lo que suena es una ovación cerrada, unánime y sentida de un público agradecido.

sábado, 19 de abril de 2014

El disparate dentro de lo cotidiano

Continuidad de los parques es una divertida obra de Jaime Pujol que dirige Sergio Peris-Mencheta


Martes 8 de abril de 2014. Naves del español. Matadero. Madrid

Cartel de la obra de teatro Continuidad de los parques
Cartel de la obra de teatro Continuidad de los parques
¿Por qué? Porque lo corriente se mezcla con lo extraordinario.
Quizá lo que más me gusta de Continuidad de los parques es ese deseo por desentrañar lo extraordinario que tiene cada acción cotidiana, como si éstas llevaran escondido un código que nos abre otro mundo, el de la imaginación. La participación del espectador que mira no construye la realidad, ni siquiera la constata; sino que son factores como una nueva perspectiva, el corazón de un personaje o su punto de vista los que transforman nuestra mirada, nuestra forma de asimilar lo que vemos. En los parques uno abandona la ciudad, la deja atrás con todas sus normas y maneras de medir. Son esos lugares a los que vamos a pasar desapercibidos cuando nos sentimos solos o simplemente a pensar un rato para encontrar la solución a tantos problemas que nos acucian a diario. Esos parques terminan convirtiéndose en una tierra de nadie gobernada por lo real y lo absurdo a la vez, en un tablero de juego donde desarrollar nuestras hipótesis para probarlas y ver si se sostienen solas, en ese espacio donde lo imposible mantiene aún un poco de esperanza. Solo allí una historia que empieza en lo cotidiano puede encontrar una variante en su desenlace para que gane lo inesperado, lo imprevisto. La sorpresa que se esconde y que nos está esperando es el caramelo que nos va abriendo la coraza de los días de diario en que toca ser serios. En esos parques, si nos vamos dejando llevar, empezaremos a disfrutar y celebrar la vida como se merece.

Continuidad de los parques son ocho historias, con más de veinte personajes, que pasan en uno de esos parques, frente a un banco, en lo que podría ser un día cualquiera que sin embargo atravesase las cuatro estaciones de un año. Lo dicho, lo excepcional convertido en cotidiano. Se juega con las palabras y con las situaciones, rozando el engaño, los malos entendidos a los que dan pie pequeños equívocos y alguna que otra trampa inocente. Descubrimos que nos equivocamos al mirar porque lo hacemos desde un punto de vista determinado, conducidos por nuestra educación, porque esperamos que ocurra lo habitual y nos conformamos con una mirada parcial, la que obtenemos de un vistazo. Y esa es la dulce sorpresa de la obra, que aquí caben muchos más elementos. Sí, son historias distorsionadas, contadas desde la mirada de los personajes, con su punto de vista que a veces roza la locura o lo insensato. Las cosas no son iguales contempladas desde el exterior que viviéndolas desde el interior de su protagonista. Cuando enfocamos las dos miradas tenemos una visión de la realidad extraña, a otra velocidad.

Continuidad de los parques está llena de humanidad y de aciertos. Tal vez el mayor de todos sea que no le falta sentido del humor. Se trata de reírse, de ser feliz por un rato contemplando lo que podría ser nuestra vida o no, en lo que nos parecemos a los demás y en aquello que nos diferenciamos, buscando complicidades y antagonismos, viendo como lo individual solo tiene sentido si se utiliza para construir lo colectivo, comprendiendo que necesitamos del otro para ser nosotros mismos. La obra sirve para encontrar la proximidad entre las personas por muy distantes que nos encontremos. Su secreto es que nos enseña a mirar con otros ojos porque siempre hay otro camino que también es posible y que nos hace más abiertos, más creativos y más libres.

Fele Martínez y Gorka Otxoa en una escena de la obra Continuidad de los parques
Fele Martínez y Gorka Otxoa en una escena de la obra
Continuidad de los parques
El texto de Jaime Pujol tiene un pequeño trasfondo metafísico en el sentido que nos anima a que nos preguntemos cuál es la verdad, la de quién prevalecerá cuando nos encontramos con versiones contrapuestas. Por eso se juega con la apariencia y el engaño, con el desconcierto y la extravagancia, con la casualidad y el destino… Un texto que bordea la realidad, que podría ser un sueño, o un espejismo. La vida está entre lo vano y lo fútil y es al ser humano a quien le toca arañarle su valor.

Si el texto es excelente, la dirección de Sergio Peris-Mencheta lo mejora aún más. Suyo es el ritmo endiablado, el aire que se respira, la melancolía y esos momentos en que el tiempo se detiene en el parque para que tomemos una instantánea. Lo ha medido todo, solo así puede existir la frescura y la agilidad con la que se desarrolla.

La tercera de las patas de este banco son las notables actuaciones del cuarteto principal compuesto por los actores Roberto Álvarez, Fele Martínez, Luis Zahera y Gorka Otxoa. Les toca dejarse la piel, cambiar y descambiar de registro para tocarnos con sus dedos dentro. Lo hacen a la perfección subiendo y bajando escalas, intensificando y aflojando, dramatizando, ridiculizando o simplemente dejándose llevar por el personaje travieso con el que se cruzan para mostrarnos hasta el alma que lleva. Les ayudan Xabier Murúa y Marta Solaz. Esta última nos recibió al llegar con una sonrisa dulce. Haciendo el trabajo de acomodadora nos va sentando, estableciendo las primeras complicidades entre el público. No es su única labor en la función, es la maestra de ceremonias, corre, canta y se encarga del «loop electrónico» que acompaña y separa cada una de las piezas.

El cuento más breve de Julio Cortázar se titula también «Continuidad de los parques», pero nada tiene que ver con esta obra de teatro. Ese es quizá el juego; prejuzgamos, nos dejamos llevar por un titular y nos abandonamos a lo habitual. Nos negamos a leer el contenido porque creemos que nos basta con el extracto de una frase. Nos equivocamos de nuevo. La sorpresa es fruto del ingenio, del pensamiento construido con trabajo, que mantiene el disparate dentro de la línea que marca lo que aún resulta verosímil. No debemos bajar la guardia, debemos estar siempre atentos.

sábado, 12 de abril de 2014

El mercenario de la violencia

Félix Estaire quiere entender como funciona un agente de las unidades de intervención policial con El antidistubios


Domingo 6 de abril de 2014. Teatro del barrio. Madrid

Cartel de la obra de teatro El antidistubios
Cartel de la obra de teatro El antidistubios
¿Por qué? Por la intención de crear debate.
Si escribo hoy de El antidistubios es por obligación. En la última escena de la representación a la que acudí, me lo pidió mirándome directamente a los ojos su protagonista, Eugenio Gómez. Me pasó el testigo para que la historia siguiera y que el debate tuviera una continuidad más allá de la sala de teatro. La interacción se produjo por casualidad, sin que ninguno conociera al otro, por pura exigencia del texto dramático, porque elegí esa butaca y no otra.

Hay en la sociedad instalado un debate sobre la violencia con el que andamos a vueltas. Callan los medios que el Estado ejerce violencia cuando va contra el pueblo que lo sustenta, cuando recorta, cuando desahucia, cuando despide, cuando empobrece, cuando deja de educar, cuando deniega una atención médica que termina en una muerte… Dicen los medios, sin embargo, que el problema de la violencia es otro, que está en las manifestaciones en las que los grupos radicales atacan a las fuerzas del orden. Señalan que el descontento de la ciudadanía pacífica que se expresa en la calle está cargado de ira, que no tienen nunca la razón porque el único álgebra que vale es la cuenta de sumar votos tras unas elecciones, que está todo atado y bien atado. Y por si tuviéramos la menor duda el Estado se va blindado cada día con medidas más represivas y que aplica sin la menor contemplación. Cuentan que es una cuestión de ley y orden. La represión se ha instalado en nuestras vidas, solo hace falta mirar la estampa de los poderosos antidisturbios disfrazados de crueles represores con sus cascos, sus botas, sus porras, sus chalecos, sus escudos, sus escopetas laza pelotas de goma o de botes de humo… Les vemos a diario. Son el brazo ejecutor de una violencia física que el estado emplea contra el pueblo con intención de amedrentarlo y hacerle callar, para que cesen las protestas, para que seamos dóciles súbditos. Nos intimidan para que nos quedemos en casa porque si se nos ocurre salir nos están esperando con la «multita y porrita». A los agentes de las unidades de intervención policial les toca hacer de muro sobre el que sostener por la fuerza una razón de estado que no es otra cosa que el estatus superior de unas clases dominantes que no quieren mancharse sus manos, pero sí seguir manteniendo su privilegio. ¿Saben ellos en realidad qué o a quién defienden?, ¿por qué lo hacen?, ¿les pudo llevar a vestir ese uniforme algún sentimiento noble?, ¿no tienen dudas?, ¿son capaces de sentir?, ¿les queda humanidad debajo de sus uniformes? Eso es lo que se pregunta Félix Estaire y quiere hacerlo desde un punto intermedio, sin tomar partido.

Para ello nos coloca frente a su personaje, un hombre que se gana la vida como policía de antidisturbios. Es grandote, algo desgarbado -como si no fuese capaz de controlar toda su fuerza-, rudo y mal encarado. Pero tiene otro lado, con una cierta ternura incluso, cuando ejerce de padre. Ahora está grabando un vídeo, su testimonio, donde repasa el sentido de su vida, lo que ha hecho y lo que no ha dejado de hacer. Lo hace porque hay algo que ya no le gusta, porque de pronto tiene motivos para sentirse excluido del sistema que ha defendido y que le pagaba para hacerlo. Su código, interiorizado como dogma de fe y sobre el que había asentado la honestidad de su vida, muestra fisuras.

El antidistubios habla de violencia, de impunidad, de democracia, de poder, de obediencia, de justicia y de trazar una línea con la que separar, si hablamos de colores, a un lado lo blanco y al otro lo negro. ¡Todo sería más sencillo! Hay una obsesión en el personaje en justificarse, en explicar que lo que hace se ajusta a lo que es correcto, que su función es necesaria, que son las leyes de su trabajo. Si se atiene a la definición que da el diccionario, es un mercenario, pero él añade que no más que los demás. Argumenta que a todos nos compran en el trabajo y siempre nos toca hacer algo que no nos gusta, que está en el límite de lo ético. Es mejor no cuestionárselo, así ha hecho siempre. A él le bastaba considerar que lo que hacía era justo, sin preguntarse si el poder le utilizaba como una herramienta. Se consolaba pensando que el fin justifica los medios y él dignificaba ese fin idealizado porque daba sentido a todo lo que su trabajo le obligaba. La bondad del fin minimizaba el uso de los golpes, diluía toda responsabilidad personal en el ejecutor. También expresa que la misma sociedad tiene una necesidad de esa función de orden.


Trailer promocional de la obra de teatro El antidistubios
Principalmente de la obra me gusta la fuerza dramática que tiene. Eugenio Gómez y Lucía Barrado, sus actores, logran transmitir el mundo de sus personajes, creando conciencia y debate. La lucha que ambos establecen desde trincheras diferentes y su coraje enriquecen el texto. Lo simbólico juega sus cartas, pero son ellos los que logran llevar la obra al terreno de una cierta realidad, o al menos la acercan a nuestra propia cotidianidad. También me parece un acierto el uso de elementos audiovisuales integrados a la perfección con la propia historia y ese esquema que nos obliga a asistir a la representación como si se tratase de la grabación de un último testimonio. Es un método que permite repasar el pasado de una vida, colocar al espectador en un lugar privilegiado y enriquecer su mirada hacia el texto.

Pero hay un punto que no puedo compartir. Para que un acto, una decisión o una reflexión sean justos es necesario que partan de una situación universal. La justicia no puede venir de acontecimientos personales que nos influencian. Lo explican muy bien las películas del oeste en las que se retrata un pueblo sometido por el mal. Quien resuelve la situación porque toma la decisión justa es siempre el forastero. Solo él tiene la independencia necesaria para juzgar de la forma correcta. Sino que se lo pregunten a Lucía Figar, consejera de educación de la Comunidad de Madrid, que propone unas ayudas autonómicas de guardería y que luego cobra una de ellas para su propia hija, a pesar de que los ingresos de su unidad familiar superen los 125.000 euros anuales. Así ocurre en el El antidistubios, su conciencia se despierta por una situación personal, algo que en realidad invalida el razonamiento como universal y justo. Y sin ese carácter toda la obra se queda en una mera anécdota.

Tampoco me gusta la respuesta final del personaje porque no se corresponde a esos principios de justicia de los que hablaba en el párrafo anterior. Es cierto que no puede ser otra, que su solución siempre va a estar llena de violencia y de ira porque eso es lo que ha mamando en toda una vida dedicada a ejercer como antidisturbios, reprimiendo a los demás.

domingo, 6 de abril de 2014

El Real Decreto-Ley 16/2012 esconde un cambio de modelo sanitario

Abordando el eje de Sanidad Universal en la Red de Solidaridad Popular de Centro y Arganzuela

Cartel del Taller de grupos de acompañamiento
Cartel del Taller de grupos de acompañamiento
El Real Decreto-Ley 16/2012 nos afecta a todos y todas porque viene a romper el modelo de Sanidad que teníamos. De pronto, la sanidad deja de ser universal por lo que ya no está garantizada para toda la población. Surgen las excepciones, las personas que dejan de tener derechos sanitarios y son, por tanto, excluidas de la sanidad. El Real Decreto-Ley 16/2012 convierte la sanidad en un beneficio para unas ciertas personas que tendrán garantizado el acceso a algunas prestaciones básicas. Es un modelo de aseguramiento, es decir, que obtenemos derechos bajo nuestra condición de asegurados, derechos que perdemos cuando dejamos de estar en esa situación. En realidad es como si hubiéramos suscrito un seguro con la Seguridad Social que se encuentre ligado a nuestra cotización, asociado de esta manera a un asunto económico.

¿Por qué teníamos un modelo sanitario universal en España? Porque la atención médica está recogida como un derecho humano básico. A la sanidad, que pagamos a través de los impuestos (directos e indirectos), contribuye toda la ciudadanía, incluidos los inmigrantes sin papeles a los que se ha convertido en el chivo expiatorio de «un gasto sanitario que no se sostiene». Bajo esa premisa infundada de que tenemos una sanidad por encima de nuestras posibilidades se sustenta el cambio de modelo que esconde el Real Decreto-Ley 16/2012. A través de él se han aprobado recortes en la cartera de servicios sanitarios del Estado y se ha asentado una idea que justifica la exclusión sanitaria. Ha dejado fuera a inmigrantes sin papeles, personas que no cotizan (desempleadas que no cobran ninguna prestación o subsidio) y que salen del país más de 90 días y a quienes tienen ingresos mensuales superiores a los 100.000€, un límite lejano para que no nos preocupemos ahora por él pero que abre la vía a futuras exclusiones por razones económicas si comienza a ir variando. Ahora es la Administración la que tiene que reconocer el derecho y eso supone exclusiones e incertidumbre.

Desde la Red de Solidaridad Popular (RSP) defendemos un modelo de sanidad universal y ese principio forma parte de nuestros ejes de actuación para desarrollar proyectos con los vecinos y vecinas de nuestros barrios. En la RSP de Centro y Arganzuela hemos pedido a Yo Sí Sanidad Universal que viniera a contarnos sus experiencias. Son un grupo de personas que están por la sanidad universal y que quieren batallar para acabar con el decreto. Tienen una asamblea general con distintas comisiones: comunicación, desobediencia, jurídica (con intención de promover un caso ejemplar) y de registros de casos de incumplimiento o de exclusión. Además, como elemento central de su campaña, han formado grupos de acompañamiento a personas excluidas para conseguir que sean atendidas en centros de salud como nos atenderían a cualquiera y dentro de las mismas normas. No es una campaña asistencial, es de apoyo mutuo. No se basa en la desobediencia, sino que sigue las directrices marcadas en el Real Decreto, porque no se trata de generar un sistema sanitario paralelo sino de que solo exista un modelo de asistencia sanitaria y sea universal. Estamos hablando de asegurar este derecho básico con la misma calidad para toda la población y sin exclusiones.

Participantes en el Taller de grupos de acompañamiento. (Foto: Toni Gutiérrez)
Participantes en el Taller de grupos de acompañamiento. (Foto: Toni Gutiérrez)
En la charla se desmontaron mitos, como el del turismo sanitario de otras personas europeas que venían a hacer uso de nuestra sanidad. Siempre han existido mecanismos para garantizar esos pagos por los servicios sanitarios del país de origen de esas personas, sino se cobraban era por un déficit burocrático de nuestra Administración que no realizaba el trámite. O ese otro mito que dice que son los inmigrantes sin papeles los que colapsaban nuestra sanidad, cuando las estadísticas dicen justo lo contrario, pues en general son personas jóvenes y sanas quienes se aventuran a llegar de forma ilegal a nuestro país para poder ganarse una vida que en los suyos no es posible. En realidad, en el decreto subyace un sesgo racista a la hora de ejecutar la exclusión de una parte de nuestra población. El decreto ha generado una opinión pública que tenemos que enfrentar. Lo cierto es que muchas personas excluidas y otras muchas que creen estarlo han dejado de ir al médico. Ese es el verdadero efecto del decreto, su carga de profundidad.

Para ello es importante la información. Lo primero es saber que el decreto no se aplica para una serie de casos: diagnósticos anteriores al 31 de agosto de 2012, mujeres embarazadas, menores de edad, solicitantes de asilo, víctimas de trata de blancas, enfermedades mentales, enfermedades de declaración obligatoria (Relación de todas las enfermedades que son de declaración obligatoria en la Comunidad de Madrid) y urgencias hasta el alta. La Organización Mundial de la Salud señala que una urgencia se da cuando a juicio del interesado no puede esperar, es decir no es algo que pueda juzgar ni un administrativo ni un sanitario.

Lo segundo es conocer que para ser atendido es necesario que se produzca un alta en el servicio sanitario. La tarjeta sanitaria nos permite el acceso, pero hay dos figuras más para aquellas personas a las que se ha excluido de nuestra sanidad. La primera es el Transeúnte General y que genera un alta para la atención de un único día (momentánea). Pero este tipo de alta no garantiza la continuidad asistencial, es decir la normalidad sanitaria. Por eso lo que se busca en el acompañamiento es que estas personas excluidas sean dadas de alta como Transeúntes Sin Permiso de Residencia (TIR). El alta como TIR es por un año y da derecho a esa continuidad asistencial necesaria (historial clínico, solicitud de citas médicas, derivaciones a especialistas y asignación de médico de atención primaria). El TIR no te da una tarjeta sanitaria, ni acceso a los medicamentos, pero solventa obstáculos para atenciones posteriores y acerca a la normalidad sanitaria.

Estos grupos de acompañamiento realizan un gran trabajo. Se enfrentan a mucha desinformación, porque el decreto a supuesto caos y una realidad que plantea muchas dudas sobre quién tiene derecho a una asistencia médica y quién no. Conseguir el objetivo de que las personas a las que acompañan sean atendidas por nuestro sistema sanitario es a veces una lucha que supone muchos planteamientos estratégicos, una gran labor previa por vías informales, a aprender constantemente y a poner alguna que otra reclamación cuando un centro se niega a cumplir lo que marca la ley. Nos hablan de su nivel de éxito: un 100%. No siempre lo han conseguido en la primera visita, pero al final siempre han logrado resolverlo.