martes, 12 de marzo de 2013

Conciencia que atormenta tanto a emprendedores como a progres

A cielo abierto, un texto de David Hare, que traduce, dirige e interpreta José María Pou


Martes 12 de marzo de 2013. Teatro Español. Madrid

Cartel de la obra de teatro A cielo abierto
Cartel de la obra de teatro A cielo abierto
¿Por qué? Por los excelentes trabajos de Nathalie Poza y José María Pou
El teatro estaba lleno de actores, actrices y otras personas relacionadas con la profesión. Una noche así sirve para lucirse ante los compañeros, pero sobre todo para recoger el calor de los amigos y cargar las pilas ante todo lo que vendrá luego. José María Pou y Nathalie Poza se llevaron dos estruendosas ovaciones, de esas que se escuchan pocas veces, al terminar la representación de A cielo abierto. Sus trabajos interpretativos en la obra son fabulosos, una afirmación que resulta incuestionable. Nathalie Poza marca el tono y no se deja arrebatar el protagonismo, ni siquiera cuando el peso del diálogo recae en Pou. Nos gana con su forma activa de escuchar, su réplica natural, los pequeños gestos llenos de luz, la delicadeza, el saber estar sobre el escenario, su pasión interpretativa… José María Pou, un monstruo de nuestra escena, también está soberbio, contenido cuando explica y con un excelente trabajo de voz para evitar ese vozarrón clásico que tiene. La verdad que es una delicia contemplar el duelo que la pareja se trae entre manos y eso se nota en la función.

La obra la escribió en 1995 el británico David Hare, un dramaturgo brillante y comprometido con la sociedad en la que vive. El texto, aunque es una historia amorosa entre los dos protagonistas, va forjando un segundo nivel con una mirada profunda hacia el estado convulso en el que nos encontramos como sociedad. En esa segunda capa está presente ese compromiso del que hablábamos y que subyace en los diálogos, la que transciende a un ser humano individual y concreto para preguntarse por el bien colectivo y su utilidad o no. Cada personaje está en un extremo. Tom (José María Pou) es un maduro empresario, dueño de una cadena de restaurantes. Representa al capitalismo, a la ideología dominante de la derecha y a los nuevos ricos hechos a sí mismos que miran a la ciudadanía por encima del hombro y que se atreven a echar sermones porque solo ellos saben como son las cosas «de verdad», las que «realmente importan». Tom se queja de los banqueros porque son pasivos y demasiado conservadores para asumir el menor riesgo. Es el emprendedor el que pone la acción, el que mueve la sociedad, y por tanto se le debe permitir todo. El camino del enriquecimiento sostiene el país y a los demás, a los otros, solo les queda la gratificación de que se les valore por su trabajo. Kyra (Nathalie Poza) es una mujer aún joven que cree en la acción social. Ella escucha a la gente. Malvive en un frío apartamento de la periferia y lo hace con ilusión, porque ha encontrado en la enseñanza su lugar. Da clase de infantil en un colegio público, en la otra punta de la ciudad. Es la antítesis de Tom, progresista, con fe en el género humano, altruista y dispuesta a entregarse por las ideas en las que cree porque espera que el mundo cambie hacia mejor y no le importa que el sacrificio personal sea el precio por satisfacer su vocación.

Confrontar las tesis de uno y otro personaje permite cuestionar los valores sociales. Cada uno defiende con temperamento su posición. Me gusta que Tom sea un tipo de esos que cuando hablan no te pueden caer bien y que tenga que comportarse de una manera sibilina, medida y enmascarando sus intenciones porque busca algo que sus palabras no muestran. Ahora que su mujer ha muerto quiere recuperar a la que fue su amante. En realidad lo que busca es el perdón, que su conciencia no siga atosigándole y poder pasar página a sus errores. Kyra es una mujer dividida, con las ideas claras en todo menos en el lado romántico y en cierta manera su rebeldía pierde fuelle; lo teórico, lo correcto, se diluye cuando vuelve Tom porque necesita más fuerza para sobreponerse a los estragos en el individuo producidos por el capitalismo.

A cielo abierto representa un teatro en lucha permanente entre la razón y los sentimientos. Para ello aprovecha todos los elementos y se convierte incluso en sensorial. Kyra prepara la cena y hasta las últimas butacas del patio llega el aroma de la cebolla al freírse. Es un teatro de la vida, de esos en el que el espectador se cuela por una rendija de una pared y asiste a una especie de instante privado en la vida de otros, para, sin querer, ir aprendiendo de ellos, creando elementos consistentes de juicio que le sirvan para la vida real.

José María Pou en una escena de la obra de teatro A cielo abierto
José María Pou en una escena de la obra de teatro A cielo abierto (Foto por cortesía del Teatro Español)
Me gustaría hablar de la estructura de la obra, pues me parece que en ella se encierra también parte de su acierto. Consta de cuatro elementos: un prólogo, una primera parte, una segunda parte y un epílogo. Prólogo y epílogo son cortos y en ellos participan Kyra y Edward (Sergi Torrecilla). El prólogo nos sirve para situarnos rápidamente, pues Edward va contando al espectador lo que necesita saber. El epílogo nos cambia el sabor de boca. Simboliza un paso de página en Kyra porque la obra no podía acabar con el final de la segunda parte. Nos dice que los sueños, si son sencillos, se cumplen, porque sigue habiendo quien nos quiere y cree que nos movemos por el buen camino. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde.

El peso de la obra se queda para Tom y Kyra en las otras dos partes de la función. En cierta manera hay una división, tanto en el peso narrativo como en la distribución del espacio en cada una de ellas. El apartamento presenta tres lugares diferenciados: el de los invitados donde está la mesa, la cocina como lugar de encuentro donde se dan las coincidencias y también las diferencias y finalmente el sitio privado que representa un viejo sillón. La primera parte, el reencuentro, se da básicamente en la cocina y alrededor de la mesa. Habla él y ella escucha. La segunda parte, como si la historia fuera una balanza, se desplaza, aunque también ocupe los otros dos espacios, hacia el sillón. Ahora es Kyra quien nos cuenta de ella. Con sus confesiones nos va llevando hacia la parte íntima de la casa, donde se siente cómoda y puede empezar a abrir su corazón. Tom, sin embargo, también quiere apropiarse de ese espacio y ocupar el sillón.

Pero A cielo abierto no es perfecta. Encuentro en ella dos defectillos. El primero es que me resulta demasiado larga la función para su contenido. Tal vez sea culpa de que hay en ella muchos preámbulos, como si hubiera un exceso de construcción que va preparando algo para que explote con milimetrada precisión después y que en cierta forma rompe la agilidad del texto. El segundo de esos defectos tiene que ver con que no conseguí interesarme por la historia de amor de los protagonistas y en cierta forma es que no puedo entender que una mujer como Kyra pueda sentir algo por un hombre como Tom, me resulta imposible ver cómo consiguió deslumbrarla.

Interpretación y texto son excelentes, pero también se nota que la obra está muy trabajada. No es extraño, aunque estemos hablando de sus primeras funciones en Madrid con dos piezas nuevas en el reparto. Pou la estrenó a principios del 2003 en el Teatro Romea de Barcelona con gran éxito. Repitió al año siguiente y después de sobrepasar las 100 funciones en el Romea inició una extensa gira alrededor de Cataluña. Ganó varios premios con ella. El año pasado, quizá acuciado por la actualidad de la obra en estos tiempos de crisis, la recuperó para re-estrenarla de nuevo en Barcelona. Se le agradece que haya propiciado el regreso de A cielo abierto a los escenarios.

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