jueves, 7 de marzo de 2013

Chismes y poder

Natalie Pinot da vida a la Louella Persons de Secun de la Rosa


Jueves 7 de marzo de 2013. La casa de la portera. Madrid

Cartel de la obra de teatro Louella Persons
Cartel de la obra de teatro Louella Persons
¿Por qué? Porque se pierde en nombres y eso le hace bajar la intensidad.
Louella Persons cuenta la historia de Louella Parsons, la primera columnista de espectáculos que hubo en Estados Unidos. Dicen que con ella nació el cotilleo oficial de la crónica social. Se convirtió en una mujer poderosa, pues con sus columnas periodísticas en Los Angeles Examiner que se difundían en toda la prensa mundial y con su programa de radio podía hundir cualquier carrera en el mundo cinematográfico, algo que la hizo ser temida y a la vez odiada. Fue tan grande su influencia en el cine de Hollywood de los años 30, 40 y 50 que cuenta con dos estrellas en el Paseo de la Fama.

Pero dejemos a Louella Parsons para hablar de Louella Persons, la construcción del personaje que ha escrito Secun de la Rosa, interpretado Natalie Pinot y dirigido Benja de la Rosa. Lo primero que encontramos, y quizá lo que más fuerza le da, es la realidad latente de una persona de carne y hueso tras la actriz que la interpreta, hablando de su vida y contándola en pequeñas anécdotas, a sorbos cortos. Esa sustentación en lo real da para mucho, especialmente para resaltar aquellas luces y sombras que más nos puedan interesar. Secun no se anda por las ramas, va directo a lo que quiere que veamos: algún chisme y el conflicto de una mujer con la vida que lleva, holgada en lo económico pero con un cierto poso de infelicidad.

Louella se gana muy bien la vida, tiene fama, reconocimiento y es temida. Ese cierto prestigio lo ha alcanzado contando los secretos de los demás. Esa es la gran contradicción que nos ofrece la obra, que su protagonista acepta que el hecho de guardar silencio a menudo vale mucho más que las palabras. Aprende, quien siempre ha tenido la lengua suelta, a mordérsela por una vez. Así construye Secun de la Rosa el conflicto principal y el devenir del monólogo. Los secretos que se callan marcan la complicidad, las alianzas, y también las pesadillas. Una noche, en una fiesta de lujo y barco, presencia una escena que de saberse al día siguiente sería portada en toda la prensa. Y sin embargo calla y elige el poder aceptando la «falsa verdad» de Hearst y convertir la muerte que produce el disparo de un amante celoso en un infarto «oficial». Esa lealtad sin fisuras crea el personaje y hunde a la persona.

Con pocas pinceladas y alguna palabra velada que se escapa en una conversación de teléfono se va sembrando la curiosidad en el espectador. Es cierto que el primer poder de Louella viene por su capacidad para conocer los secretos y los chismes del mundo del espectáculo, pero el segundo, el que la hace invencible, el que surge escarbando debajo de su figura pública, el que explica el miedo verdadero que provoca, le llega sobre todo por estar protegida y amparada por el magnate de los medios de comunicación Randolph Hearst, algo que sucedió tras aquel incidente en el yate. ¿Qué poder tenía Hearts? Hay quien dice que fue el hombre más poderoso de Estados Unidos en aquel momento. Baste recordar que señaló a España como culpable del sabotaje que produjo la explosión del acorazado estadounidense Maine en el puerto de la Habana e instó al presidente estadounidense William McKinley a iniciar una guerra contra los españoles, algo que al gobierno ni se le había pasado por la cabeza. Así, con la fuerza del cuarto poder y empujada por Hearst, tuvimos la guerra de Cuba de 1898, y dicen que todo fue porque el empresario tenía ciertos intereses que le permitirían controlar el canal de Panamá y que esa guerra le facilitó. Él mismo decía que se dedicaba a hacer, en el sentido de construir, noticias. Este multimillonario compró el monasterio cisterciense de Santa María en Segovia, e hizo que se lo desmontaran piedra a piedra y se lo enviaran después a los Estados Unidos donde se lo volvieron a armar. La vida de Hearts inspira Ciudadano Kane y por eso se empeñó en prohibirla.

La vida de Louella se empequeñece según va creciendo su imagen y no se entiende sin la presencia de Hearst, algo que refleja a la perfección el monólogo. Comparten una misma ideología, son xenófobos y anticomunistas, lo que les convierte a ambos en dos de los más fervientes propulsores de la caza de brujas. En Louella se da también una cierta necesidad de sentirse la protectora de la moral y de las buenas costumbres, es decir, ella encarna la defensa a ultranza del modelo conservador, así que siente como una obligación atacar sin piedad a quienes impulsan ideas progresistas, a los liberales y a cualquiera que atente contra su ideal de decoro. Homosexuales, lesbianas y comunistas están siempre en su punto de mira y carga con saña contra todos estos elementos. Es venenosa inquina lo que transmite cuando señala con el dedo a cada una de sus víctimas. Y estas caen, una detrás de otra.

En el monólogo, los detalles se van mostrando con sutileza, como esa botella de Jack Daniels de la que Louella se sirve y que nos sugiere un cierto grado de alcoholismo con el que superar los problemas, o la soledad siempre presente que se presupone a quien logra el éxito profesional a costa de su vida personal, o la distancia con una hija ausente que también evidencia ese estar sola en la cima. Así, con esa suavidad, sugiere también de qué forma obtenía la información y cómo compraba a sus peones. Y en todo ello vamos viendo como crece su maldad a la vez que su poder.

Me gusta la interpretación de Natalie Pinot, cargada de matices y con gran capacidad para transmitir la montaña de sentimientos con los que va recorriendo la vida de Louella. Su mirada directa, a los ojos del espectador, comunica y contagia la realidad de un personaje que adquiere su condición -entre humana y divina- durante la hora de la función. Louella Persons es la historia de la ascensión y de la caída de esta mujer, incapaz al final de su vida de asumir su pasado y soñando con ser todas las actrices que nunca fue. Cualquier cosa le resultaba menos amarga que la mujer en la que se había convertido.

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