viernes, 18 de febrero de 2011

Albert Pla es diferente

Albert Pla, un trovador a la vieja usanza que vive en nuestros tiempos, ha creado un espectáculo genial


Jueves 17 de febrero de 2011. Teatro de Madrid. Madrid


Portada de La diferencia, el último disco de Albert Pla
Portada de La diferencia, el último disco de Albert Pla
Es mi primer concierto de Albert Pla y vengo preparado para todo. No soy un gran seguidor suyo, pero mis amigos me han contado que un espectáculo de Pla es algo especial, diferente. Me han dejado claro que no puedo esperar un recital al uso, porque lo tiñe todo con su personalidad. Así ocurre desde el primer minuto. Aparece de entre el público y guitarra en mano se sube a un escenario donde hay unos pocos elementos y en el que nadie le espera. Viste una especie de hábito descolorido, como un camisón por encima de las rodillas, algo raído, no sé si por el tiempo o el mal uso. Las piernas las cubre con unos calcetines, mitad rojos y mitad azules que pueden recordar al Barça. Los pies por unos zapatones de cuero planos.

Un golpecito por aquí, algo de ilusionismo con las luces y el humo, y él solo empieza con su voz aniñada a contar sus cuentos. El primero que nos narró fue El sereno, una historia, o un poema, de barrio con personajes a lo Pedro Navaja. A la voz la acompañó con unos pocos desgarros de guitarra. Es un tema que aún no ha editado en ninguno de sus discos, un regalo para sus conciertos. Roto el hielo, toca el turno de El corazón. Luego viene Añoro. Al terminar se le une el guitarrista gitano y flamenco Diego Cortés que le acompañará el resto del concierto. Juntos hacen La diferencia, tema que da título al álbum que presenta y a esta gira. La verdad es que voz, guitarra eléctrica, guitarra española y la chapa sobre la que golpea Cortés con el pie para acompañar suman a la perfección.

Albert Pla hace gala de una fina ironía. Interpreta Soy rebelde, su versión del clásico de Manuel Alejandro que cantara Jeanette allá por los principios de los años setenta. Mientras uno le escucha, no hay resquicios por los que se vaya el pensamiento, se presta atención a cada palabra que dice, a los matices subterráneos de cada una de sus canciones. Es como si un trovador nos estuviera trayendo relatos de lejanas tierras, historias que no vemos aunque las tenemos a unos metros de nosotros cada día.

Albert Pla en una foto de archivo
Albert Pla en una foto de archivo durante uno de los conciertos de esta gira
No se olvida de llevar a escena canciones comprometidas como Carta al rey Melchor, un diálogo con su majestad sobre lo injustas que son las desigualdades por motivos de sangre, Veintegenarios (Insolación), una crítica a una juventud apática que no se implica y pasa de todo lo que no sea tomar el sol, y La colilla. Para cantar esta última fuma por primera vez y un reconocible olor sube por la platea. No lo hace por vicio, ni por necesidad, es una propia exigencia del guión, se siente obligado a ambientar y explicar cómo se podrían quemar todos los Estados Unidos de América. Para eso recurre al humo y a una colilla, lo que sin duda hace mucho más fácil al espectador entender la intensidad del tema, meterse de lleno en la historia e ir recorriendo los escenarios de una venganza convertida en incendio.

Generoso le deja un rato el escenario a Cortés que se desvive para hacer un largo solo de guitarra, taconeo y golpes sobre la caja de su guitarra. De todo aquello que produzca un sonido que pueda ser convertido en música. A veces le miro y me asombro, porque con sus dos manos y su guitarra parece que están tocando varias personas a la vez.

Sin duda Albert Pla es un artista, de sensibilidad a flor de piel y con una mirada distinta. Imprevisible. Capaz de pasar de la calma y el gesto más sosegado a una vehemencia contenida. Pla camina de un lado para otro sin perder una sonrisa inocente, sin dejar de pasárselo bien. Juega con inventos como cuando se hace la oscuridad para interpretar Ciego. Con las luces apagadas se baja del escenario y enciende tres bombillas que lleva sujetas en la cabeza con antenas, se pasea entre el público, cercano como para ser tocado. Su cara muestra la concentración del momento, su luz va iluminando pequeñas partes de la platea, descubriéndonos los unos a los otros.

Deja un espacio para sus historias más conocidas, Joaquín el necio y Enterrador de cementerios, que nos cuentan vidas difíciles de comprender, de inadaptados en esta sociedad, de envidiosos y de prejuicios. Canciones que hablan de quien está siempre al borde de un precipicio. Pero también toca otros temas más nuevos o menos conocidos como Buscando, Soñando y Lola la loca

En los bises se arranca con Los ojos una canción un tanto surrealista, pero que en directo resulta especial. Luego la emblemática El lado más bestia de la vida. Tras ella vuelve a fumar para despedirse, y comienza una canción pregrabada que le sirve para irse, tomando el mismo camino que le trajo: por el medio de un público agradecido que en pie le saluda.

A modo de pequeño anecdotario: Canciones de Albert Pla han formado parte de varias bandas sonoras de nuestro cine, incluso Almodóvar en Carne trémula incluyó Sufre como yo. Su paso por el cine no es anecdótico ni se limita a lo musical, ha actuado como intérprete en Airbag de Juanma Bajo Ulloa, A los que aman de Isabel Coixet y Honor de caballería de Albert Serra. También ha participado en el teatro con la obra de Helmut Krausser titulada Caracuero y en la que compartía escenario con la inolvidable presentadora de Plastic Marisol Galdón. La obra estaba inspirada en un hecho real y narraba la tragedia de Werner Bloy, un hombre al que la policía mató a tiros en 1987 por error.

No hay comentarios: