miércoles, 7 de octubre de 2009

Los vinos de Extremadura

Crónica de un fin de semana en busca del sabor extremeño de sus vinos


Depósitos troncocónicos de la Bodega Pago de las Encomiendas
Depósitos troncocónicos de la Bodega Pago de las Encomiendas
El fin de semana estuve de viaje de enoturismo con la vinoteca Al-Qatar. Sí, eso de visitar bodegas y hacer catas. Dicen que el vino entra por tres sentidos: la vista, el olfato y el gusto. Se olvidan de otros dos, algo menos importantes pero también necesarios. Lo primero es el tacto al coger la botella, sentir su temperatura fresca en las yemas de los dedos es la primera iniciación. Luego llega el sonido al caer desde la botella a la copa, una sensación que se mezcla con la de la vista: vemos su color y oímos cómo se desliza. Acercarlo a la nariz para oler aromas es un juego de evocación, de recuerdos y, a la vez, una forma de domar la paciencia, de esperar que el cuerpo se prepare. Devolver la copa a la mesa y agitar su contenido, para que el vino respire. Volver a oler y encontrar los aromas que estaban escondidos y que con el empujón han despertado. Y, por fin llevárselo a la boca para jugar con él, moviéndolo sobre la lengua, contra el paladar, frotándolo en los laterales... para sorber de golpe al final. Un segundo trago, esta vez más corto. No, no es un ritual, es una pauta, una señal de respeto mientras se dialoga con la naturaleza. Las opiniones posteriores tienen poca importancia, pues la experiencia, por mucho que se quiera compartir es personal.

Extremadura es el destino elegido. Una comunidad estupenda, llena de convivencia y buenas gentes, con un gusto excepcional por lo que la naturaleza produce: vinos, embutidos, quesos... Es una tierra difícil, de esfuerzo de sus gentes trabajadoras, con mucho calor en verano y un tanto aislada. Sorprende el precio de las cosas aquí, más hecho al bolsillo de las personas. Los vinos de aquí son de alta graduación, básicamente porque el calor de la zona produce mayor cantidad de azúcar en la uva.

La primera visita es la Bodega Habla, a la entrada de Trujillo. No es una Bodega normal, es un «negocio» -como insiste en decir uno de los socios- y la verdad es que lo parece. Su negocio es apostar por la calidad y rodearse de los mejores asesores para cada tema. El resultado: qué todo sale muy caro. Sus vinos están buenos y tienen un toque de autor interesante. Son ricos, pero se les escapa algo que no se definir, algo que tal vez tenga que ver más con el cariño que con el saber. Probamos su segunda marca Habla del silencio, los que están ahora en el mercado Habla nº 4 (a mi gusto el mejor) y Habla nº 5 (de mayor complejidad) y también el próximo en salir que actualmente no se ha embotellado (no está en su mejor momento, pero promete ser un buen Syrah). Ayer, como empresa que cuida el marketing y la publicidad, eran los vinos que se bebían los concursantes de «Granjero busca esposa». No me extraña, son vinos que sueltan la lengua, como se pudo comprobar en el autobús tras la cata, que pasó del silencio al bullicio.

Llegamos a Trujillo, para comer en su Parador Nacional y luego dar una pequeña vuelta por sus calles y plazas, cargadas de monumentos históricos y de balcones esquinados. Según se va subiendo hacia el castillo se recuperan los acontecimientos pasados sobre el empedrado de sus callejuelas y en los museos tradicionales, a los que se suman nuevos espacios para la artesanía del presente. Es una ciudad encantadora.

Barricas de la Bodega Señorío de Payva
Barricas de la Bodega Señorío de Payva
Mérida, por el contrario me decepcionó; convertida en una ciudad que extiende la mano hacia el turismo y donde lo tradicional va dejando paso a lo rápido, para aprovechar el minuto libre del turista dentro de su visita organizada. No digo que no queden espacios para los emeritenses, que también recorren sus calles, llenan sus plazas y su bares, pero...

Los romanos habían pensado en casi todo, así por ejemplo su sistema de alcantarillado seguía usándose en el siglo XX. La sensación que da es que por mucho tiempo que haya pasado apenas si hemos avanzado desde entonces. Anfiteatro y Teatro -especialmente este- resultan sobrecogedores, pero ya no suelen ser los espacios públicos que fueron. Se han convertido en abigarrados museos, con una historia sintetizada y repetida de grupo en grupo para ser devorada antes de una migas o de una torta.

La Bodega Pago de las Encomiendas, en Villafranca de los Barros, no tiene nada que ver con Habla. Se les nota el cariño por lo que hacen, su selección y el mimo con el que tratan cada uno de los procesos que convertirán la uva en vino, como un camino que es una continuación de la vida que mantenía el fruto en la propia vid y que se continúa dentro de la botella. Son una bodega pequeña en la que catamos los tres vinos que elaboran Nadir Rosado, Nadir Roble y Xentia. Me quedo en este último primero por su sabor intenso y segundo por su historia, pues el nombre que lleva es el de la primera tabernera que servía vinos en la la ciudad de Emérita Augusta (Hispania).

Con una pequeña visita vemos La Bodega Martínez Payva, en las cercanías de Almendralejo. Se trata de la única de las visitadas en este viaje que está dentro de una denominación de origen («Ribera del Guadiana»). Me resulta un poco rancia, y no es por ser centenaria, ni porque le falte tecnología que se ve que sigue entrando en ella. Es una sensación que percibo en su sala de barricas (a pesar de que presente una zona para i+d) y en el discurso de su presidente en el que no se señalan riesgos sino conformismos. Y sobre todo porque lo que veo es que con los años parece que se va convirtiendo en un salón de bodas, en otro negocio por el que las costumbres apenas si varían. Al terminar las explicaciones pasamos al comedor, pues aquí vamos a realizar una comida de maridaje entre vinos y platos. Se trata de un entrante, un pescado, una carne y un postre. La cocina que realizan está bien elaborada y es abundante, me gustan sobre todo su entrante (cremita blanca de jamón con huevo escalfado y virutitas de foie con reducción de Tempranillo dulce) y su postre (torrijas caseras en crema inglesa con chocolate caliente), pero los vinos no tienen la fuerza de las otras dos bodegas. Rico su vino dulce Señorío de Payva Moscatel, flojillo su blanco Señorío de Payva Cayetana Blanca, aceptable su vino más elaborado Señorío de Payva Tinto Crianza y totalmente prescindible su Señorío de Payva Tempranillo Dulce.

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