viernes, 16 de enero de 2009

Makarov

Escena de la obraTambién aproveché mi viaje a Cuba para ir al teatro. Elegí el Café Teatro Bertolt Brecht una sala alternativa -algo más grande que las que tenemos de este tipo en Madrid y con un sistema de butacas plegables muy ingenioso- para ver «Makarov». Un texto del dramaturgo Edgar Estaco representado por la compañía Teatro del Círculo.

Lo primero que me sorprendió en la cola de entrada, fue la edad del público: la mayoría no pasaba de los veinte años. Tal vez ayude a ello que Cuba es un país que apoya la cultura y no la mercantiliza.

Hablando de la obra, decir que no tengo muy claro si la comprendí del todo, pues se trata de una obra cargada de simbolismos. La representación discurre en dos planos independientes, el primero formado por Quijote y Sancho y el segundo, más mundano, agrupando a cinco prostitutas, su chulo y el policía de la zona.

Rueda de aplausos al finalQuijote y Sancho no son de este mundo y tengo que pensar que hablan en metáforas. Le doy vueltas a que son dos estatuas que cobran vida durante la noche y que juzgan nuestra sociedad desde otro prisma, muchas veces sin entenderla, desde un plano de las ideas. Pienso a ratos si también quieren simbolizar dos visiones paradigmáticas de la Revolución cubana, en Quijote la Revolución pura de la clase dirigente de principios un tanto anquilosados e incapaz de percibir una realidad emergente y en Sancho las nuevas generaciones más pragmáticas que ven el presente sin conciencia del futuro ni del pasado. Pero pienso que esta visión es un deseo mío de interpretar este simbolismo confuso, más que una realidad. En mi opinión estas dos figuras no nos traen el esquema clásico y oficial de estos dos personajes, además sus situaciones y diálogos no aportan valor alguno a la trama.

La otra parte, la historia de corrupción, resulta más tangible, aunque el autor también se empeñe aquí en ser parabólico: las prostitutas estan en guerra, camufladas en las trincheras para acabar con sus clientes y para esconderse de la Policía, a la que por cierto soborna su chulo. Destaco la interpretación de «La Jurado» un travesti interpretado por Ariel López que traspasa su emoción en todo momento al público, la caricaturización del policía Alberto que llega a humanizar al personaje, la perfecta dicción castellana de Quijote y el dinamismo, en gran medida por la música de Frank Delgado y en parte por la gran movilidad de los elementos escenográficos y el uso del espacio.

Por si alguien tiene duda de la libertad de expresión que existe en Cuba, esta obra se representa en el centro de la ciudad y habla de prostitutas -alguna de ellas lesbianas-, aparece un travesti, un policía corrupto, el abuso, la muerte, la justicia...

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