No solo de largos viven los Premios Goya de la Academia de las Ciencias y las Artes Cinematográficas de España. Los cortos de ficción van creciendo, dejando atrás un papel secundario para convertirse también en protagonistas de nuestro cine. Los cinco finalistas de este año son verdaderas perlas, luciendo estilo y hechas con verdadera inteligencia.
Los cortos nos retratan. Dicen mucho de nosotros. Por ejemplo que nos preocupan los otros, y también la soledad. Nos molesta que nos utilicen, pero no tanto si lo hacemos nosotros. Asumimos que no conocemos a quien hemos elegido para estar a nuestro lado. No nos gusta la sociedad que hemos creado, ese modelo consumista. Somos egoístas. Somos frágiles. A veces no queremos saber…
Abstenerse agencias, la necesidad de los demás
Cartel del corto Abstenerse agencias
¿Por qué? Por la reflexión hacia la soledad.
El tiempo pasa deprisa, cada uno atareado en sus cosas y sin que le sobre unos minutos que pueda dedicar a los demás, aunque sean los más cercanos, a los que se quiere de verdad. Lo cierto es que somos una sociedad de individuos egoístas y caprichosos, como niños que se niegan a crecer e incapaces de asumir responsabilidades. ¿Por qué somos así?, ¿qué haría falta para que cambiáramos y empezásemos a tener un mínimo de sensibilidad? Esas son las preguntas que hace Gaizka Urresti en
Abstenerse agencias, empeñado en hacernos mirar a lo que dejamos atrás con nuestro egoísmo y señalando que el camino al que nos conduce ese comportamiento no es otro que el de la soledad.
Laura y Guille son una pareja joven que busca piso. Laura desea que la decisión les sirva a los dos para avanzar un paso en la relación. A Guille le gustan las cosas como están. El peso de la pareja está desequilibrado, se sostiene siempre sobre la misma persona. Van a ver uno de esos pisos en Nochebuena y descubren a Amparo, la anciana dueña de la casa. Ella no permite que ésto sea una visita comercial, trata de darle un toque de humanidad, un poco de conversación, un té… Cada quien busca lo que le falta como puede y en eso nos ayudan los demás y también alguna que otra trampa. Les necesitamos. Son esos momentos dedicados a los demás los que nos sirven para aprender, los que nos mejoran y nos hacen darnos cuenta de lo que tenemos importante de verdad para que no lo dejemos escapar.
La soledad es dolorosa. Y sin embargo
Abstenerse agencias la utiliza para generar una cierta ternura desde la que obligarnos a reflexionar porque el corto es una crítica que nos obliga a revisar nuestras prioridades y a rendir cuentas por lo que dejamos de hacer. Esa ternura y esas culpas se nos hacen tan cercanas por las estupendas interpretaciones de sus tres protagonistas: Asunción Balaguer, Carmen Barrantes y Andrés Gertrudix
De noche y de pronto, el miedo a los vecinos
Cartel del corto De noche y de pronto
¿Por qué? Porque mantiene la tensión con un miedo psicológico.
De noche y de pronto, de Arantxa Echevarría Carcedo, es un corto inquietante. Bien construido, mantiene la intensidad jugando con el miedo instintivo y psicológico que produce la desconfianza. Lo cierto es que apenas si conocemos a nuestros vecinos, cruzamos un saludo cuando coincidimos en el portal, hablamos del tiempo y poco más. A muchos de ellos no les vemos nunca y nada sabemos de ellos. Así que si un día necesitan de nosotros, nos surgen dudas, recelamos.
Cuando el nuevo inquilino del piso de arriba le pide a María que le ayude porque unos ladrones han entrado en su casa no esperamos nada de lo que va a ocurrir. Somos ingenuos y nos parece bien que María le abra su puerta después de algunas dudas. Pero en la mirada de él descubrimos una maldad que ella no ha visto y querríamos avisarla. Nos alegramos cuando sospecha porque nos hemos metido en la piel de ella, nunca veremos el corto desde los ojos de él. Sospechamos juntos, nos angustiamos a la vez y nuestra intuición nos lleva por un camino sin retorno.
De noche y de pronto no podría ser nada de lo que es sin el trabajo de sus dos actores: Alicia Rubio y Javier Godino. Ellos dan la intensidad y crean en el espectador toda la angustia de la que se va enriqueciendo el corto. Sus cambios de registro marcan el ritmo para hacer que la historia termine desarrollándose de una forma trepidante.
Hay mentiras y verdades en
De noche y de pronto y una necesidad de descubrir lo que es cierto. Pero al final todo es una apuesta, nos jugamos la vida hacia una verdad o una mentira y nos vemos envueltos en una pesadilla. Ese es el gran logro del corto, que no podemos desentendernos de él, que en el fondo formamos parte del mismo juego.
El paraguas de colores, descubriendo la realidad de lo cercano
Cartel del corto El paraguas de colores
¿Por qué? Por la expresividad de Natalia Millán.
Una actriz desarrolla su trabajo interpretativo con la voz, los gestos y las pausas. Edu Cardoso hace su apuesta con Natalia Millán en
El paraguas de colores, le quita la voz.
El paraguas de colores nos narra las dudas de una mujer sobre si su marido le es infiel o no. Solventarlas es fácil, basta con seguirle una noche cualquiera. Elige una en la que va a llover. Aquí estamos con ella dispuestos a poner en claro la fidelidad o no del marido. Como ir tras los pasos de un hombre suele ser algo anodino, una voz nos va narrando de una forma elaborada lo que fue el proceso mental de la mujer mientras iba de detrás de su marido. Cambio de tiempo verbal porque el presente es un pasado consumado, en realidad todo esto ya ocurrió y estamos ante una recreación, la que se hace otra persona diferente que es quien nos cuenta la historia, quien nos va dando una visión psico-analítica de lo que estamos viendo e incluso interpreta lo que el personaje debe sentir. Una voz en off de refuerzo que conduce al espectador.
Hay una culpabilidad encerrada en el corto, y también las ganas de salvar y de condenar a la vez. A la mujer no le ha resultado fácil tomar la decisión de intentar descubrir la certeza o no de sus dudas, el hecho de desconfiar de su marido le produce remordimientos y por otro lado se plantea si de verdad quiere saber. ¿Qué va a pasar si descubre lo que piensa pero no quiere que ocurra?, ¿dónde le coloca el hecho de conocer los secretos que su marido le esconde? Pero la necesidad de saber vence. Ese seguimiento al lado de la mujer nos va a revelar una realidad diferente, con sorpresa, pues a fin de cuentas lo cierto es que nunca llegamos a conocer del todo a las personas con las que convivimos.
Hablaba al principio de la apuesta de Edu Cardoso con Natalia Millán, me falta decir que acierta, pues la actriz, con su trabajo, sostiene la historia.
Lucas, el cómplice necesario
¿Por qué? Porque no se pierde dando vueltas.
La sinopsis de
Lucas, el cortometraje de Álex Montoya, es muy simple: «Lucas quiere una moto. Un día conoce a Álvaro, un hombre que le ofrece dinero a cambio de unas fotos inocentes». Pero la verdad es que el dinero no se regala. Tampoco hay nada de inocencia en el fotógrafo a pesar de que su figura nos represente a un hombre patético. El discurso del convencimiento que le lanza al adolescente va dirigido en dos sentidos: lo inofensivo y el hecho de que si cierras los ojos no eres culpable. Y así Lucas puede tener su conciencia tranquila, el sólo se deja fotografiar, para lo que se utilicen luego esas fotos no quiere que le importe. Solo busca la satisfacción inmediata de tener dinero en su bolsillo y comprarse los caprichos que desea. Lo cierto es que no le importa ser cómplice si le pagan por ello y se puede hacer el desentendido.
Hay en el corto una crítica hacia cómo educa nuestra sociedad a los más jóvenes, a esa formación que los irresponsabiliza y aborrega para crear simples consumidores no pensantes. Generamos adolescentes amorales, despreocupados, que viven el instante. Creen que lo controlan todo, pero son frágiles, un punto que les hace vulnerables y del que se puede aprovechar un adulto con malas intenciones. Ese es el dilema que plantea
Lucas, el de la culpabilidad. Lo hace explorando esa frontera en la que nadie puede hacerse el inocente porque cada acto tiene su consecuencia.
Javier Butler interpreta con acierto al adolescente; pero es Luis Callejo, en su papel de fotógrafo, quien dota a la historia de profundidad, vistiendo a su personaje de una insignificancia que hace pensar que jamás podría causar un problema. Quiere darnos la pena del que siempre pierde, decirnos que el mundo ha sido injusto con él y que se merece una oportunidad. Con su aspecto quiere evitar que le prejuzguemos, que le dejemos pasar. Su personaje explota un falso lado inofensivo que le permite avanzar antes de hacerse evidentes las dudas morales de su comportamiento. Y sin embargo, desde el principio, en cada uno de sus gestos se esconde algo sucio.
Pipas, una sociedad que no enseña, una juventud que no aprende
¿Por qué? Por tanta crítica hecha con humor.
Cuando dos amigas se juntan para comer pipas en un parque, el mundo se puede poner a temblar. No lo digo por lo que puedan criticar, sino porque el apoyo de una a la otra será absoluto y hasta la mayor paranoia se convertirá en algo posible que incluso se podría llevar a cabo con sencillez. Esa complicidad establecida a través de tantas horas gastadas en esos parques y entre pipas establece lazos irrompibles. Es una forma de ver el mundo compartida entre quienes tienen la misma perspectiva de todo. A veces sustituye a la escuela porque ese banco en un parque es el atril desde el que se aprende todo el universo. Criticar es fácil con un paquete de pipas en la mano y el tiempo por delante.
Pipas, de Manuela Moreno, sienta a las dos amigas en ese banco del parque. Y las escuchamos. Y las entendemos. Son dos «poligoneras» que se cuentan las dudas de una de ellas con su pareja, un chico que no ha tenido otra idea que la de ponerse a estudiar. Lo malo es que está cambiando. A ella algo le huele mal, como si se hubiera echado una amante con la excusa de eso de las clases. Ellas no tienen otra cosa que hacer, ni un futuro que les preocupe. Son el retrato de la incultura y hacen gala de ello. No hay por qué sorprenderse, es el modelo que les propone la televisión a nuestra juventud. No hace falta aprender, ya llegará un
Gran Hermano que te resolverá la vida. Nada importaría si hubiera un contrapeso a esa televisión estúpida en nuestro sistema educativo, pero lo cierto es que éste también hace aguas.
Pipas tiene un guion redondo, un humor ácido y dos actrices, Marta Martín y Saida Benzal, en estado de gracia. El corto de Manuela Moreno es mordaz y crítico, de esos que nos deja temblando pero con una sonrisa en los labios.