Arrancan las secciones oficiales del Festival de Cine de Madrid-PNR
Martes 1 de octubre de 2013. Festival de Cine de Madrid-PNR. Sala Berlanga. Madrid
Dicen desde la Plataforma de Nuevos Realizadores que el cine está en peligro de extinción. Tal vez tengan razón, las cifras de taquilla siguen bajando de una forma vertiginosa, los presupuestos públicos recortan aún más el dinero dedicado a la producción cinematográfica, el número de películas realizadas este año es una cifra ridícula… Algo pasa con el cine y a mí no me extrañaría que eso que ocurre, esa catástrofe que vivimos, sea una decisión política intencionada. No es ningún secreto que a la derechona de nuestro país le molesta la cultura y especialmente quien la hace. Sin financiación pública, a los directores divergentes solo les quedará el camino del cine low-cost, un tipo de películas que encuentra muy difícil acceder a las salas comerciales y por lo tanto llegar al público. Creo que el desmantelamiento que vivimos no es más que una estrategia para hacer girar el eje del cine en nuestro país y llevarlo hacia un beneficio tangible de las grandes empresas que inviertan en él. No hablo de productoras, distribuidoras o empresas del sector cinematográfico. Hablo de Telefónica, Endesa, Repsol…, compañías que todos conocemos a las que el cine les preocupa menos que nada. Sin embargo serán estas empresas las que pondrán una parte de sus beneficios en el cine con la futura ley del mecenazgo. Lo harán por dos motivos: exenciones fiscales y circulación cruzada de facturas entre empresas del mismo grupo.
Aunque es un tema que me preocupa, no es de lo que quería hablar hoy. Lo que trataba de contar es que ya está en pie un año más el Festival de Cine de Madrid-PNR. Se inauguró este lunes y durante toda la semana tendrá proyecciones y coloquios en la Sala Berlanga, en la Filmoteca Nacional, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, en BlankPaper y en la Escuela Superior de Artes y Espectáculos (TAI). La Sala Berlanga será el escenario central donde se proyecten los largometrajes a concurso y los cortos, tanto de la sección oficial como de la sección socios PNR. Las sesiones las presenta la actriz Amanda Guadamillas con toda la dulzura del mundo, en esa simbiosis perfecta entre el festival y ella.
El Festival de Cine de Madrid-PNR siempre ha sido un buen lugar para saber cómo está el mundo del cortometraje en un momento determinado. Este año no iba a ser diferente. Hay pautas que los cortos de la sección oficial de la primera sesión repetían. Por ejemplo, y aunque hay excepciones, en este tiempo de crisis atroz hay una huida del realismo, casi ninguno se atreve a contar la realidad tal y como ocurre y si alguno lo hace se va lejos, a la India, a una verdad ya visibilizada en muchas otras ocasiones. Encuentro también un deseo de contar de otras formas, con originalidad, superándose. Algunas son propuestas originales y arriesgadas que demuestran que hay capacidad. Pero las ideas hay que llevarlas a la práctica y buscar su medida y su acierto. Una película debe establecer siempre una ecuación entre contenido y forma, sin que ninguna de las partes se coma a la otra.
Si hacer cine es lanzar mensajes, con Papá se ha ido, de Sonia Sebastián me he debido quedar sordo esperándolo. Reconozco que hay puntos de interés en una conversación entre madre e hija, en el grado de sinceridad y en la forma con la que se retrata una convivencia cotidiana llena de complicidades. Las dos actrices forman un reparto sólido. Pero el corto chirría, y mucho. Echo en falta profundidad y capacidad para resolver una situación que ni siquiera sé si se ha llegado a plantear. No me basta con una conversación chachiguay si está vacía de lo que importa. Luego descubrí el motivo de mi malestar, el guion lo firma Elvira Lindo. Y además lo escribió como si fuera una de sus columnas más insustanciales.
La alfombra roja, de Manuel Fernández y Iosu López, nos cuenta la miseria en slum de chabolas en la India. La mirada de la niña no ha perdido la esperanza y sin embargo lo que la rodea dice lo contrario, que es imposible tener un futuro digno desde allí, que no hay salida. Los datos lo constatan porque la realidad se empecina en enseñarnos que los pobres seguirán siendo pobres en este sistema globalizado diseñado por el capitalismo. Y sin embargo, la niña continúa mirando y manteniendo intacto su sueño. De qué le sirve, me pregunto, pero sin querer sigo enganchado a la ilusión de esos ojos.
Espina. Historia de un regalo fallido, de Andrea Morán Ferrés, es quizá el corto más personal, más lleno de una voz propia y formalmente más arriesgado de la noche por su apuesta estética. Voz en off, pensamientos, imágenes congeladas, la cotidianidad de una habitación convertida en un mundo y mucho sentimiento por debajo. Escuchar pensar y contar las decisiones que no se tomaron resultan dos elementos interesantes. Pero, como ocurre con toda reflexión hay que saber medir el tiempo para que no juegue en contra. Lo que al principio parecía estupendo y novedoso se va deshaciendo en el corto de Andrea Morán. La duración hace que la forma que lo sostiene deje de interesar y que decaiga la atención del espectador porque la historia está demasiado teñida de un pensamiento adolescente, de una única generación. Lo que no tengo duda es que esta chica tiene futuro.
El ruido del mundo, de Coke Riobóo, es un corto de animación potente. No solo por la música, sino por trasladarnos su visión de un mundo lleno de ruidos que deberíamos acallar. Obligarnos a mirar aquello que no queremos ver y tratar de hacer una sinfonía de la desgracia en la que el ser humano está convirtiendo este mundo, son los dos valores que más aprecio en este trabajo de Riobóo y que comparto. Es un corto bien llevado y con intención, algo que sin duda necesitamos en estos tiempos.
30 segundos, de Javi Muñoz, también acude a la voz en off para narrarnos una historia de amor a una adicción. No termino de estar cómodo con el ruido que genera, con sus voces, con sus imágenes. No me parece creíble el narrador. Ni siquiera me interesa lo que cuenta.
Inertial love, de César Esteban Alenda y José Esteban Alenda, es la otra gran apuesta formal y el más simbólico de los seis cortos de la sesión. Al igual que el anterior trabajo de los hermanos Alenda, Matar a un niño, también está hecho con stop motion (técnica de animación que consiste en aparentar el movimiento de objetos estáticos por medio de una serie de imágenes fijas sucesivas). Es mudo, pero bien apoyado por la música que lo dinamiza. Lo que nos cuenta es una historia de amor en ese punto en el que alguien de la pareja se queda sin gasolina y el camino de inercia que se sigue hasta que se llena otra vez el depósito. Por cierto, los títulos de crédito del final merecen la pena.
Aunque es un tema que me preocupa, no es de lo que quería hablar hoy. Lo que trataba de contar es que ya está en pie un año más el Festival de Cine de Madrid-PNR. Se inauguró este lunes y durante toda la semana tendrá proyecciones y coloquios en la Sala Berlanga, en la Filmoteca Nacional, en la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, en BlankPaper y en la Escuela Superior de Artes y Espectáculos (TAI). La Sala Berlanga será el escenario central donde se proyecten los largometrajes a concurso y los cortos, tanto de la sección oficial como de la sección socios PNR. Las sesiones las presenta la actriz Amanda Guadamillas con toda la dulzura del mundo, en esa simbiosis perfecta entre el festival y ella.
Cartel del corto Inertial love
Si hacer cine es lanzar mensajes, con Papá se ha ido, de Sonia Sebastián me he debido quedar sordo esperándolo. Reconozco que hay puntos de interés en una conversación entre madre e hija, en el grado de sinceridad y en la forma con la que se retrata una convivencia cotidiana llena de complicidades. Las dos actrices forman un reparto sólido. Pero el corto chirría, y mucho. Echo en falta profundidad y capacidad para resolver una situación que ni siquiera sé si se ha llegado a plantear. No me basta con una conversación chachiguay si está vacía de lo que importa. Luego descubrí el motivo de mi malestar, el guion lo firma Elvira Lindo. Y además lo escribió como si fuera una de sus columnas más insustanciales.
Cartel del corto La alfombra roja
Espina. Historia de un regalo fallido, de Andrea Morán Ferrés, es quizá el corto más personal, más lleno de una voz propia y formalmente más arriesgado de la noche por su apuesta estética. Voz en off, pensamientos, imágenes congeladas, la cotidianidad de una habitación convertida en un mundo y mucho sentimiento por debajo. Escuchar pensar y contar las decisiones que no se tomaron resultan dos elementos interesantes. Pero, como ocurre con toda reflexión hay que saber medir el tiempo para que no juegue en contra. Lo que al principio parecía estupendo y novedoso se va deshaciendo en el corto de Andrea Morán. La duración hace que la forma que lo sostiene deje de interesar y que decaiga la atención del espectador porque la historia está demasiado teñida de un pensamiento adolescente, de una única generación. Lo que no tengo duda es que esta chica tiene futuro.
Cartel del corto El ruido del mundo
30 segundos, de Javi Muñoz, también acude a la voz en off para narrarnos una historia de amor a una adicción. No termino de estar cómodo con el ruido que genera, con sus voces, con sus imágenes. No me parece creíble el narrador. Ni siquiera me interesa lo que cuenta.
Inertial love, de César Esteban Alenda y José Esteban Alenda, es la otra gran apuesta formal y el más simbólico de los seis cortos de la sesión. Al igual que el anterior trabajo de los hermanos Alenda, Matar a un niño, también está hecho con stop motion (técnica de animación que consiste en aparentar el movimiento de objetos estáticos por medio de una serie de imágenes fijas sucesivas). Es mudo, pero bien apoyado por la música que lo dinamiza. Lo que nos cuenta es una historia de amor en ese punto en el que alguien de la pareja se queda sin gasolina y el camino de inercia que se sigue hasta que se llena otra vez el depósito. Por cierto, los títulos de crédito del final merecen la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario