domingo, 22 de enero de 2012

Boleto al paraíso, jóvenes huyendo hacia ninguna parte

Boleto al paraíso, la cinta cubana del director Gerardo Chijona, es una de las cuatro candidatas a mejor película Hispanoamericana en los premios Goyas 2012

Cartel de la película Boleto al paraíso
Cartel de la película Boleto al paraíso
Boleto al paraíso no es una película cómoda de ver. Te remueve y te hace sentir incómodo en la butaca. A través de un cine directo, sin artificios que despisten, te va contando una historia tan cruda como dura, que además sabe sorprender y mantener en vilo al espectador. Las cosas no son lo que parecen; el padre cariñoso de Eunice (Miriel Cejas) resulta serlo en exceso, lejos de la imagen idealizada de viudo perfecto y codiciado que se pinta para sí misma la profesora de la joven. Él no es quien soporta la estructura familiar, ese peso recae sobre la propia Eunice que se rompe y huye, incapaz de seguir soportando sus abusos.

Huyendo también van Alejandro (Héctor Medina Valdés), Lidia (Dunia Matos) y Fito (Fabián Mora), un grupo de frikis (chicos de la calle, heavys) que se han quedado al margen de la sociedad, sin futuro, sin posibilidades de conseguir un empleo, viviendo de pequeños hurtos. Ni ellos, ni ella encuentran salida, la vida es demasiado difícil para vivirla. Son adolescentes confusos, llenos de incertidumbres, que vienen de soportar demasiado dolor sobre sus espaldas. Buscan su paraíso al precio que sea. Eunice piensa que lo encontrará en casa de su hermana en Matanzas, Alejandro en una idea ingenua y peligrosa que le lleva camino de la Habana. Cuando se encuentran, se reconocen, son seres de la misma manada, igual de desprotegidos y fatigados, con el mismo desgaste en sus vidas, con un infierno similar tras ellos que les obliga a compartir destino.

De esta forma nos plantea el director cubano Gerardo Chijona esta road movie que nos conduce por las carreteras que unen Santa Clara con Matanzas y ésta con la Habana. Nos acerca a Cuba en 1993, un pasado reciente de una década confusa, cargada de incertidumbres hacia el futuro. Cuenta su director que quisieron «representar esa mezcla letal de inexperiencia, ignorancia, inocencia y familias abusivas, el rechazo de la sociedad en una Cuba que en aquellos tiempos difíciles vivió una situación material y espiritual muy compleja». Austero en lo fílmico, busca dar voz a los personajes, hacer que su drama explote ante el espectador para hacerle reflexionar.

Miriel Cejas y Dunia Matos en una escena de la película Boleto al paraíso
Miriel Cejas y Dunia Matos en una escena de la película Boleto al paraíso
La película se mueve como pez en el agua entre la tristeza y una cierta desazón que supone el desamparo de sus personajes, algo que va cuajando y ahondando en el espectador. Boleto al paraíso no deja espacio, por mínimo que sea, a la felicidad. La impotencia se asienta en cada personaje hasta llevarlo al pesimismo, lanzándolos por un camino que conduce a la decadencia. Son seres perdidos, desilusionados, excluidos, que viven una crisis de valores, sin capacidad para encontrar un fundamento sobre el que encaminar su existencia… Y a la vez son vulnerables, frágiles e imprudentes, lo que les permite tomar las decisiones más insensatas. No tienen la menor posibilidad para construir el proyecto de su vida, pues sus miras se han acortado con sus malas experiencias. Sólo les queda el sueño de poder encontrar un paraíso, construido por los demás, como salida. Pero muchas veces, ese edén no es otra cosa que un camino hacia la muerte.

Boleto al paraíso es una película de huidas, de escapar de una pasado insoportable, algo que vamos viendo en cada personaje con el que se cruzan los protagonistas. Cada cual está atado por su pasado, agobiado y enclaustrado por ser lo que es y no lo que quiso ser. Así que los consejos que dan, los caminos que señalan, se hacen inútiles para los jóvenes que los miran con distancia. Estos personajes que se cruzan son intensos y aprovechan su brevedad para dejar una marca en la película. Sin duda mucho tienen que ver los actores y actrices, de mucho peso dentro de la filmografía cubana, que se han encargado de interpretarlos: Jorge Perugorría, Blanca Rosa Blanco, Osvaldo Doimeadios, Enrique Molina, Beatriz Viña, Samuel Claxton, Paula Alí, Natalia Herrera, Mario Limonta, Rafael Lahera y Laura de la Uz.

Sin embargo son los jóvenes los que sujetan el drama. Miriel Cejas realiza un trabajo conmovedor, con una excelente capacidad de transmitir sus sentimientos a través de su mirada. Son sus ojos, y sus pequeños gestos, los que dan fuerza a la película. Junto a ella también destacan Héctor Medina Valdés y Dunia Matos. El primero por esa capacidad de transmitir una rebeldía encerrada por dentro siempre a punto de explotar y la segunda por esa fortaleza con la que construye su personaje de joven dura que consigue fijar el equilibrio del grupo con tanta camaradería como afecto.

Entre los secundarios destacar otras cuatro interpretaciones: la de Luis Alberto García como ese padre que persigue a su hija para que vuelva y que todo siga en los patrones establecidos por él; o la de Alberto Pujol que da vida a un taxista repulsivo capaz de conseguir con sus actos uno de los principales giros de la película; y las de las jóvenes Saray Vargas que nos enseña la realidad, ese esfuerzo necesario que hay que aplicar cada día para seguir adelante, y Ariadna Muñoz que tiene un papel de una intensidad tremenda que prepara el desenlace de la película en la trama más dura.

La intención de Boleto al paraíso es la de devolver la historia hacia el espectador, hacia su propia mirada, sin permitirle huir de aquello que tiene delante, como si estuviera viendo un documental. Eso es precisamente lo que la hace incómodo su visionado porque hace sentir todo un camino en picado cargado de dolor y obliga a reflexionar. Esa es la magia del cine cuando está bien hecho, que permite aprender interiorizando las historias de otros.

A modo de pequeño anecdotario: Gerardo Chijona conoció al doctor Jorge Pérez durante un viaje a San Francisco en el que se hicieron amigos. Un día, Pérez le entrego a Arjona un manuscrito para que lo leyera en calidad de editor. Se trataba de diferentes testimonios desgarradores que el médico había recogido de su trabajo con pacientes afectados de sida mientras fue director del sanatorio de Los Cocos (Santiago de las Vegas) en los años 90. Aquel manuscrito terminó convirtiéndose en un libro titulado SIDA: Confesiones a un médico.

El libro impresionó al director y le sirvió de inspiración para idear la trama de Boleto al paraíso. Para ello tomó y mezcló dos de las historias que convirtió en la semilla del largometraje. De esta forma ninguno de los personajes que están en la película existió en la vida real y las historias de cada uno de ellos y la manera en que se cruzan sus vidas son fruto de la imaginación del director y sus guionistas.

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