Continúan la IX Muestra de Cine y Trabajo y el IV Certamen de Cortometrajes Express!, organizados por la Fundación Ateneo Cultural 1º de Mayo de CC.OO. en el auditorio Marcelino Camacho
Cartel de la película Louise-Michel
A las 19:00 se proyecta, «Louise-Michel» de los cineastas Gustave de Kervern y Benôit Delépine, una película que bien podría describirse como una comedia negra tan absurda como disparatada. El largometraje arranca con la cremación de un cadáver. La mesa-ascensor sobre la que se sitúa el ataúd no sube, el horno no se enciende... Nada funciona, pero mientras lo intentan suena «La Internacional». Sin duda se trata de una película con su propia seña de identidad, que le viene por su guión, en parte por las interpretaciones y en otra por lo que no se llega a decir. Louise antes se llamaba Jean Pierre, pero para conseguir un trabajo se transformó en mujer. Michel nació siendo Cathy, pero lleva una vida como hombre porque le acomplejaba su aspecto físico enorme para una niña. Sus cambios de identidad sexual nada influyen en la película, salvo en aumentar el disparate. ¡Vaya sociedad la nuestra!, ¿no? Pero el trabajo de Louise se acabó, tanta deslocalización hace que cierre la fábrica y las empleadas quieren sacarse de encima la explotación de todos estos años, así que deciden usar el dinero de la indemnización en contratar a una persona que asesine al patrón. En ese punto entra Michel, un tanto fanfarrón, pero que a la larga es incapaz de terminar el «trabajito» para el que tiene que subcontratar -malos tiempos- a moribundos para llevarlo a cabo.
¿Quién es el culpable?, ¿el jefe de aquí, su jefe en la pirámide de multinacionales que esconden el entramado...? Clara crítica a este sistema capitalista despiadado que juega con el trabajo. No es una gran película, pero tiene inteligencia y consigue los objetivos que se propone con su reflexión sobre la explotación de los obreros por parte de las multinacionales. Y además, alguna risa se escapa en quien la ve.
Cartel de la película Dios bendiga Islandia
Es un documental curioso, con un ritmo dispar, que muestra las manifestaciones de Reykjavik desde el estallido del 2008 hasta las elecciones del 2009. En ellas se va deteniendo en diversas personas y su comportamiento. Tenemos al policía que sabe que su cabeza está con los que se manifiestan, pero que el cuerpo se rinde a sus obligaciones de funcionario para hacer cumplir la ley de una forma dialogante y tranquila. Un personaje curioso éste, digno de un Vidas anónimas, pues no se conforma con su trabajo, sino que además es submarinista, empleado de el único investigador privado de la isla, rockero duro y devoto fiel religioso. Vemos también a varios activistas, entre los que destacan un camionero que termina pasando de manifestante a candidato a las elecciones del 2009 y una mujer espiritual de buen discurso, gran capacidad narradora y un manejo extraordinario de lo simbólico. Pero Dios bendiga a Islandia va más allá, al unir a estas imágenes diversas entrevistas, como la del propio Geir Haarde a quién pide que explique lo que pasó entonces, o a diversos banqueros implicados en todo aquel mercadeo financiero, crediticio y bancario que mandó a Islandia a la bancarrota y provocó el colapso de su economía. Curioso es escucharles defender lo indefendible o cambiar el tono cuando piensan que no se les está grabando, acostumbrados a mandar tanto como a mentir.
Sin duda Helgi Felixson toma partido por la gente de la calle, por sus gritos, por el camino emprendido para solucionar ellos mismos sus problemas, pero no se deja llevar, sabe que los cambios siempre son lentos, que la situación fue dura, dramática, tanto que poco a poco vamos viendo el precio de aquello: un éxodo de los islandeses tras la crisis que se van yendo para empezar de cero buscando su futuro lejos del hogar.
En ambas sesiones se proyectaron primero los tres cortometrajes seleccionados a concurso del día. 215 pajaritas es un cuento muy breve para retratar con sutileza de qué forma y con qué actividad mata el tiempo alguien que lleva cierto tiempo en paro. Por su parte Juventud sin futuro supone un duro discurso sobre una juventud preparada pero que a la vez se siente relegada porque le han robado su futuro. Una oferta irrenunciable resulta un cortometraje más elaborado, que se asienta sobre un buen guión que sabe tramar una perfecta metáfora del mundo laboral y una excelente interpretación de sus tres actores. Sin duda un corto de mucha calidad, entretenido y muy bien acabado.
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