Tom Fernández nos pasea por Asturias, entre sus paisajes, y nos abre la conciencia para que defendamos la Naturaleza
Cartel de la película ¿Para qué sirve un oso?
Pues sí, tiene cierto atractivo que permiten pasar un buen rato. Personajes cargados de humanidad, entrañables, que destilan empatía en quien los ve, pues defienden con coraje posiciones utópicas en nuestras sociedades tan capitalistas como contaminadas. Científicos de sólidos principios, con ideas claras y comportamientos extraños que velan por una justicia universal en la que cada uno de nosotros somos parte importante, pesos que equilibran una balanza. Podría hacernos ser más cívicos, más comprometidos con el planeta, pero la doctrina pasa a un segundo plano porque Tom Fernández simplemente nos quiere hacer reír sin que perdamos el norte. Los osos sirven para muchas cosas, para hacernos preguntas, para compararlos con los protagonistas que tienen comportamientos instintivos y de especie, para defender una causa verdadera con ilusión, para que no se esquilmen nuestros recursos naturales y el paisaje no pase a convertirse en una larga fila de urbanizaciones.
¿Para qué sirve un oso? es una película menor, una comedia blanca, muy ligerita, pero cargada de buen rollo, que mezcla ecologismo y diversión mientras se va haciendo muchas preguntas que la sociedad industrializada, impuesta por el primer mundo, esquiva y desoye. Hemos perdido la batalla de salvar el planeta, el cambio climático es una realidad dolorosa sobre la que nuestros políticos callan.
Javier Cámara y Gonzalo de Castro en una escena de la película ¿Para qué sirve un oso?
En el mundo hay cuentos de princesas que terminan con besos, e historias, pocas, que hablan de la realidad directamente. La aventura está sobrevalorada. Ambas premisas son utilizadas por Tom Fernández, que nos quiere contar un cuento dulce, fuertemente asido por lo verdadero, por la esencia de las personas. Un cuento en el que también caben princesas, besos y premios. Un cuento de convicciones, donde el mundo aventurero no nos seduzca, ni nos tape el bosque que tenemos enfrente.
Son los actores el alma de la historia. Javier Cámara y Gonzalo de Castro tienen el duelo interpretativo principal. Les acompaña Emma Suárez, haciendo un personaje con un pie en la realidad y otro en la fantasía, alguien que dice poco pero cuya presencia marca el ritmo en sus escenas. Más corto aún es el papel que desempeña Geraldine Chaplin, una mujer alocada de férreos principios que sirve de motor a los protagonistas. Después tenemos a los jóvenes Jesse Johnson y Oona Chaplin como contrapunto al resto, decididos y dubitativos a partes iguales.
Entre ellos sobresale Sira García, una niña con una mirada limpia cuyo encanto y ternura traspasa la pantalla. Ella hace las preguntas que necesitan ser respondidas.
Me he dejado el paisaje para el final. Asturias aparece esplendida, verde como siempre, desbordada por una naturaleza salvaje. Cuenta Tom Fernández que con esta película pretendía que el espectador diese un paseo de 90 minutos por la naturaleza. Yo tuve esa sensación en todo momento, rodeado de paisajes idílicos que también pueden servir como escenario a una película. Envidio las viviendas que aparecen porque me resultan hogares soñados que se construyeron integrados en la naturaleza, para que todos formemos parte de ella.
Al final una conclusión: que todos y cada uno de nosotros somos un oso, un árbol, una niña que pregunta...
A modo de pequeño anecdotario: Geraldine Chaplin no es la única Chaplin que actúa en ¿Para qué sirve un oso?. Su hija Oona Chaplin también tiene un papel destacado en la película. Esta joven madrileña es hija de Geraldine y del director de fotografía chileno Patricio Castilla y lleva por nombre Oona, el mismo que su abuela, la esposa de Charles Chaplin e hija del dramaturgo Eugene O'Neill.
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