viernes, 21 de enero de 2011

Carne de neón, cine de evasión y desenfreno hecho aquí

Paco Cabezas hace una clara apuesta por el cine de acción andaluz

Cartel de la película Carne de neón
Cartel de la película Carne de neón
Carne de neón es una película que nos invita a evadirnos de nuestra realidad para contemplar una historia exagerada, que por estética y acción bien podríamos estar leyendo en un cómic.

Ricky (Mario Casas) es un macarra de poca monta que ha sobrevivido en la calle a base de trapicheos. Todos en el barrio le quieren, pues el hecho de haber sido abandonado por su madre (Ángela Molina) ha hecho que hasta los más malos sean quienes siempre le estén protegiéndo. Lo que conoce es la vida de los chulos, las putas y los yonquis. Ese es su pasado. Su presente: que su madre va a salir de la cárcel. En ello ve la oportunidad de recuperar una infancia que no tuvo, un cariño que le faltó. No se le ocurre mejor regalo de bienvenida a su madre que montarle un puticlub, el Hiroshima. Y aquí arranca la película.

Ricky encuentra su motor en su amor de hijo, ese estímulo por recuperar el tiempo perdido y el hecho de anteponer su obsesión por su madre a todo le da las fuerzas que necesita para construir una vida más dulce, más bonita. No se deja vencer porque su madre haya perdido la memoria y le rechace de nuevo negándole. No le importa siquiera que ella finja que no le quiere. Le basta con que se quede a su lado y así soñar que algún día las cosas cambiarán y tal vez entonces aparezca esa caricia de madre que siempre le faltó.

Mario Casas y Vicente Romero en una escena de la película Carne de neón
Mario Casas y Vicente Romero en una escena de la película Carne de neón
Que la vida no es fácil y está llena de problemas, es algo que todos sabemos. Pero Paco Cabezas, su director, nos dice que tenemos que luchar por nuestros sueños, por disparatados que a otros les puedan parecer, que debemos aprovechar el momento, disfrutarlo, pues el futuro y lo que nos depare ya llegará. Y para eso da lo mismo en qué mundo vivamos, cualquier de ellos se puede encarar. Uno debe hacer lo que sabe hacer, y además debe pensar en grande.

En Carne de neón, de pronto, uno se puede encontrar con que el mundo más cruel, el de los malos en el que viven los protagonistas de esta historia, se rige por normas éticas no escritas. O que la bondad y la maldad tienen recompensa o castigo, pero que este se aplica o no dependiendo del puro azar o la mala suerte. Elegir comprar o vender es lo que nos define y nos sitúa de un lado o del otro en este mundo porque el negocio, tal y como se empeñan los mercados en nuestra vida real, es lo que manda. Triunfar es el único sueño permitido, dejarse la vida por el camino el precio que se paga con satisfacción, pues todo es efímero.

Me gusta la ironía sutil con la que va cargada esta película. Me gusta su argumento, su exceso y sus personajes que se empeñan en manejar las cosas a su manera, con su estilo, poniendo su firma. Unos lo hacen para mantener todo igual y otros para ocupar el puesto de los que están encima. Quieren ser descerebrados sin pasiones, pero les pueden siempre sus sentimientos.

Carne de neón es una película desenfrenada que resulta muy divertida. Construida con un ritmo ágil y endiablado, que se mueve entre la comedia y la acción desbordada, acude al enredo para tramar y destramar lo más insospechado. Tira de violencia gratuita y de dureza, pero también contrapone ciertos momentos de ternura. Su único afán es entretener. Y eso lo consigue.

En ella todo es exagerado, y sin embargo su disparate mantiene trazas de realidad. Sus personajes son estereotipos convertidos en caricaturas, dibujados con firmeza como héroes hundidos de cómic que aún así miran al frente porque aún les resta algo de honestidad que sobrevive en ellos humanizándolos a pesar de todo. El transfondo, el escenario de detrás, es el mundo de los malos y sus límites, lo que añade morbo e interés a la película, pues son seres diferentes que no se van a regir por nuestras leyes. De otra forma no podría funcionar la historia.

Mención especial requieren las soberbias interpretaciones, ya que su elenco está cargado de grandes nombres. Uno se rinde a Dario Grandinetti desde que su rostro aparece en pantalla, aunque sea el más perverso y sanguinario de todos. O se apiada del sucio policía que interpreta Antonio de la Torre y de su angustia, o de esa madre que quiere olvidarlo todo y a la que da vida Ángela Molina. Cómo olvidar al chulo, Vicente Romero, a su prostituta, Macarena Gómez, pasada de picos y al travesti, Dámaso Conde, con sueños de estrella. Mario Casas hace creíble su papel, Blanca Suárez le pone el picante a la película con el suyo, Luciano Cáceres antepone la fidelidad a todo en sus escenas, el personaje de Vanessa Oliveira sobrevive a lo más absurdo que pueda ocurrirle y el de Juan Carlos Vellido es vencido por sus instintos.

A modo de pequeño anecdotario: No es la primera vez que Paco Cabezas rueda Carne de neón. En el año 2005 realizó un corto con la misma historia, en aquel entonces los protagonistas eran Óscar Jaenada y Victoria Abril.

La filmografía de Paco Cabezas se abre en el 2000 con el corto rodado a medias con Jerónimo de los Santos y titulado Invasión travesti. Esta es su segunda película, en 2008 se estrenó Aparecidos que supuso su debut en el género largo. Entremedias no ha dejado de trabajar como guionista. Para cerrar su curriculum añadamos cuatro años trabajando en un videoclub.

No hay comentarios: