viernes, 14 de enero de 2011

Animal Kingdom sabe a cine criminal clásico

David Michôd debuta con su ópera prima Animal Kingdom, una película que nos muestra cómo el crimen y la delincuencia se desarrollan a nuestro alrededor

Cartel de la película Animal Kingdom
Cartel de la película Animal Kingdom
Siempre se agradece una buena película. Animal Kingdom es de las de este grupo. Un largometraje sobrio, coherente y armado sobre una historia interesante que se va perfilando con crudeza y cargándose de una brutalidad que se respira más allá de la pantalla. Y lo hace sin recrearse en la violencia explícita, con los disparos justos, algo que a la larga resulta muy real y ayuda al espectador a que consiga sentirse parte de la ficción y no una mera persona sentada en la butaca de un cine comiendo palomitas.

Engancha desde los primeros fotogramas, donde David Michôd, su director, va trazando con firmeza cada uno de los pasos que se van a dar en ella. Con personajes bien descritos y mejor desarrollados, habla de una banda de atracadores en Melburne. Todos los miembros pertenecen a la misma familia, así que esos lazos sanguíneos marcan el destino, el estilo de vida, la educación y los valores. Encerrado en un microcosmos, no hay a quién contarle el secreto, así que la tela de araña va creciendo y sumergiendo al protagonista para que le resulte imposible encontrar vías de escape, o lo que es lo mismo: condenándole a la misma vida de miedos que arrastran el resto de los miembros de la familia.

La familia se rige por una jerarquía establecida y desarrollando un instinto familiar de protección entre los fuertes que protegen y los débiles que son protegidos, pues el mundo que hay fuera está construido sobre el principio de la selva, el que augura que sólo el más fuerte sobrevive.

Laura Wheelwright y James Frecheville en una escena de la película Animal Kingdom
Laura Wheelwright y James Frecheville en una escena de la película Animal Kingdom
Los personajes conviven con el crimen y la delincuencia, pero también con el amor o el deseo y se debaten entre dilemas morales que se mueven en un amplio espectro que va desde la lealtad a la traición. Y es que Animal Kingdom es una película compleja, recubierta de muchas capas que la enriquecen a la hora de realizar cualquier interpretación sobre la película. Sus personajes van alternándose con juicio, brillando algunos al principio de la película para luego desaparecer y otros no apareciendo hasta la mitad de la historia. Vamos asistiendo de esta forma a una especie de cadena de relevos, donde unos les pasan el testigo –el foco de la cámara- a otros. Técnicas estas que sirven para mantener la gran intensidad que se persigue durante todo el metraje y que logran que no decaiga.

La película juega sobre el filo de una navaja, pues podía resultar fácil que se convirtiera en una historia que ensalza la criminalidad y que transforma en celebridades a los delincuentes. Pero algo inmoral y reprobable vemos en ellos. Es quizá uno de sus mayores aciertos, el mantenerse alerta con sensatez y no dejarse caer en el triunfalismo ni en el romanticismo que suele acompañar a las gestas de los mafiosos. Para retratar este mundo y adentrarnos en su interior, el director nos lo muestra a través de los ojos de un joven sobrino al que la familia acoge. Él será nuestro guía por ese mundo de descenso, vivirá su crisis en un tiempo en el que la delincuencia ya no tiene ventajas. Sabe que en cualquier momento puede salir mal parado, así que no le queda otra que vivir con esa angustia.

El joven sobrino nos da la perspectiva de quien se siente fuera de lugar. Habla poco. Intenta mantener una vida normal, poniendo de manifiesto de qué forma el crimen y la delincuencia conviven y se filtran dentro de nuestra sociedad, estando siempre presentes entre nosotros, levemente camuflados, casi sin que nos demos cuenta. Su debate moral e interno es el mismo que nos quiere señalar el director y su forma de resolverlo nos enseña que la inteligencia es el principal valor en cualquier terreno. A los gángsters ya no les sirve la fuerza, ni el coraje que se pedía años antes. Son otros tiempos, lo de la destrucción. Sus propios parientes ya han iniciado ese camino de derrumbe. No lo dicen pero todos se van dando cuenta de que sus actividades ilegales van perdiendo lucro, devaluadas y sin la rentabilidad de antes. Malhumorados por tener que vivir una vida escondida, llena de miedo, que difícilmente se puede justificar, que no les compensa. Pero es la única que conocen y delinquir lo único que saben hacer.

Animal Kingdom resulta una ópera prima ambiciosa, sin fisuras, que emociona y sorprende porque se construye sobre un buen suspense. La interpretación de todo el elenco es excelente, resultando en todo momento natural y dotando a todo el film de un gran realismo. Otro de sus mayores valores es la ejecución constante de numerosos giros que, además de mantener el interés, hacen que de pronto todo cambie, se vuelva patas arriba y surja un nuevo periodo de adaptación a la nueva situación que afianza el guión y nos enriquece como espectadores.

De Animal Kingdom se podría decir que sabe a cine criminal clásico, pues se trata de una película contada con un lenguaje cinematográfico y una estructura convencionales, que es capaz de abordar con maestría el tema de las venganzas, a veces directas, de tiro en la nuca, y otras soterradas. Destaca en ella su final sorprendente, de esos que hacen exclamar al espectador porque no se lo esperaba.

No es extraño que se llevara el premio del jurado en el último Sundance y que llegue a nuestra cartelera como uno de los estrenos del año.

A modo de pequeño anecdotario: David Michôd antes de dedicarse a esto de hacer películas, entre los años 2003 y 2006, se ganaba la vida como redactor jefe de Inside Film, una publicación de la industria cinematográfica.

Michôd es un autor que ha ganado un reconocido prestigio gracias a los cortometrajes que ha realizado y los premios que éstos han recibido. Crossbow ganó el Premio al Mejor Cortometraje en el Melbourne International Film y el premio como Mejor Guión en los AFI Awards. Con Netherland Dwarf fue galardonado en el Aspen Shortsfest. En 2009, Solo, el documental que co-dirigió con Jen Peedom, recibió el premio al Mejor Documental hecho en menos de una hora en el AFI.

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